Houston/Queridos historiadores y sociólogos cubanos, hoy más que nunca tenemos el deber de examinar con rigor y honestidad el presente de nuestro país. Desde su origen, el sistema comunista prometió una sociedad justa, donde todos los cubanos tuvieran acceso a una vida digna, libre de desigualdades e injusticias.
Sin embargo, la realidad de hoy muestra –en términos duros y concretos– que estas promesas se han quedado en el papel, mientras el país se sumerge en una profunda crisis sistémica. Hoy Cuba exhibe más de 200 años de retraso, por hacer un cálculo somero, con respecto al mundo real.
Desde hace décadas, la economía cubana depende de un modelo centralizado que ha obstaculizado la innovación, el desarrollo y la autosuficiencia de la Isla. Hoy importamos la mayoría de nuestros alimentos y productos esenciales, mientras la infraestructura productiva y de servicios se desmorona. Es una economía que no puede sostenerse a largo plazo, y que a diario obliga a nuestros ciudadanos a vivir con carencias materiales, incertidumbre y dependencia.
- CHECALO -
La constante migración de jóvenes y profesionales es un reflejo de la falta de oportunidades y libertades que atraviesa la sociedad cubana. Esta fuga de talento afecta profundamente a nuestra sociedad, dejando huecos en sectores vitales y reduciendo la esperanza de una Cuba mejor construida desde dentro.
La constante migración de jóvenes y profesionales es un reflejo de la falta de oportunidades y libertades que atraviesa la sociedad cubana
No es solo una cuestión de números; es un testimonio de la frustración y el desencanto de las generaciones que abandonan la Isla en busca de un futuro más prometedor. Más de tres millones de cubanos, según estimaciones, andan dispersos por el mundo.
Vivimos en una sociedad donde expresar opiniones es un riesgo y donde la vigilancia constante sofoca el libre pensamiento. Los medios de comunicación, controlados y manipulados, nos niegan una visión honesta de nuestra situación. Sin libertad para investigar, analizar y dialogar abiertamente, nos condenamos a repetir los mismos errores y a vivir en una constante desconexión entre la realidad y la versión oficial.
Las carencias que vive nuestra población son, sin duda, el aspecto más doloroso y evidente de esta crisis sistémica. Años de escasez, improvisación y promesas incumplidas reflejan un sistema que no puede garantizar los elementos más fundamentales para la vida diaria de los cubanos. La vivienda, la alimentación y el acceso a productos básicos son desafíos insalvables en un modelo que no responde a las necesidades reales de su pueblo.
Al observar otras naciones que, como Cuba, iniciaron con modelos similares y luego optaron por una apertura económica, como Vietnam o China, encontramos ejemplos de progreso. Estos países lograron equilibrar lo económico con el bienestar social, mostrando que existen otros caminos para mejorar la calidad de vida. Este contraste invita a reflexionar sobre las posibilidades que hemos perdido y lo que podríamos alcanzar con un cambio de enfoque.
El socialismo no es el camino, la historia lo ha demostrado.
Este es un llamado, no desde la confrontación, sino desde la esperanza de que nuestro país pueda mejorar. Los invito, como profesionales del estudio de nuestra historia y nuestra sociedad, a reflexionar y cuestionar la realidad que enfrentamos. La historia de Cuba aún está por escribirse, y juntos, desde una mirada objetiva y comprometida, podemos dar un paso hacia el cambio que tantos cubanos desean.
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