▲ Recreación de bacterias intestinales (células en color naranja) infectadas por obeliscos (varillas negras).Foto Europa Press
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Periódico La Jornada
Jueves 31 de octubre de 2024, p. 6
Madrid. Un equipo internacional, que cuenta con la participación del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (CSIC-UPV), descubrió en las bacterias que habitan en la boca e intestinos de los humanos una nueva entidad biológica a la que llamaron obelisco, cuyos efectos y función desconocen, pero que podría revolucionar la comprensión de los límites de la vida.
Este descubrimiento, que se publicó en Cell y ha está liderado por el premio Nobel Andrew Fire, se realizó mediante estudios bioinformáticos de secuencias genéticas obtenidas a partir de 440 muestras de heces humanas, de las cuales 7 por ciento presentaron esta entidad biológica.
Asimismo, análisis bioinformáticos masivos encontraron cerca de 30 mil especies de obeliscos en muestras biológicas recogidas a lo largo de todo el planeta, tanto en ecosistemas naturales (suelos, ríos, océanos) como en aguas residuales o en microbiomas animales.
Los obeliscos son agentes infecciosos con un genoma de ácido ribonucleico (ARN) circular diminuto de sólo mil nucleótidos, muy por debajo de los genomas de ARN que usan algunos virus para reproducirse.
Estos círculos de ARN son altamente autocomplementarios, lo que les permite adoptar una estructura estable en forma de varilla que recuerda a los monumentos egipcios que les dan nombre
, explicó el investigador del CSIC Marcos De la Peña.
Carecen de la cubierta proteica que caracteriza a los virus, pero al igual que éstos, son capaces de codificar proteínas
, puntualizó de la Peña.
Como científico que trabaja en un centro de investigación sobre plantas, de la Peña indicó que los obeliscos recuerdan a los viroides, una familia de agentes subvirales que infectan plantas y con los que comparten el genoma circular de ARN y la presencia habitual de ribozimas de autocorte.
«Sin embargo, los viroides de plantas son aún más diminutos, con unos 300 o 400 nucleótidos, y no codifican proteínas. Por todo ello, los obeliscos quedan a medio camino entre virus y viroides, lo que plantea un desafío a su origen y clasificación”, opinó el científico.
Aunque sus funciones son desconocidas, los investigadores señalaron un posible papel en la regulación de la actividad celular con implicaciones significativas para la salud, ya que los microbiomas donde habitan estas bacterias influyen en numerosos aspectos fisiológicos, desde la digestión hasta el sistema inmunológico.
De la Peña ha subrayado que este hallazgo puede revolucionar
lo que se sabe hasta ahora sobre virología y biología, así como el propio origen de la vida en la Tierra.