La Habana/El lunes, el ministro del Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, acudió a las redes sociales, como es su costumbre, para anunciar la incorporación a las calles de La Habana, desde ese mismo día, de 35 nuevos triciclos eléctricos y dos nuevas rutas en El Vedado. Una, de la heladería Coppelia, en 23 y L, hasta 23 y 26, y otra, de ahí al Clínico de 26.
A ellas se destinarían 20 de los vehículos recién estrenados. El resto, decía el ministro, “han sustituido a igual cantidad de triciclos eléctricos de la base de Ayestarán, que ya no estaban funcionando o lo hacían con dificultades, y ahora recibirán una reparación integral para que puedan seguir prestando servicios de transportación pública de pasajeros”. Estos 15, añadía, permitirán extender la ruta de la calle Línea, que hasta ahora terminaba en el edificio Focsa, hasta el hospital Hermanos Ameijeiras, en Centro Habana.
Rodríguez Dávila detallaba que los choferes son trabajadores por cuenta propia que han firmado un “contrato de arrendamiento” con la estatal Metrotaxi, con la que “comparten los gastos de explotación y responden por un conjunto de obligaciones inherentes al servicio”. Al igual que en otras rutas en funcionamiento, el precio del pasaje es de 10 pesos.
En su publicación, el ministro reconocía que los nuevos triciclos serían apenas un “pequeño aporte” a la capital, que presenta, en sus propias palabras, “un significativo déficit en la transportación pública de pasajeros de sus ómnibus rígidos o articulados por la disminución de su coeficiente de disponibilidad técnica y la falta de combustible y lubricantes”.
- CHECALO -
Los habaneros, en cualquier caso, acogieron las nuevas rutas con júbilo. El miércoles, según constató 14ymedio, todo funcionaba como la seda. “Esto está buenísimo ahora, hay una cantidad de triciclos”, decía un pasajero subiéndose a uno de los tres vehículos seguidos que pararon en la piquera de Coppelia, frente a la Torre K en construcción.
“Lo que haría falta es que pusieran más, aunque fueran más caros”, decía otra de las clientas, que se quejaba también de que las rutas fueran tan cortas. “De todas maneras ya los almendrones nos cobran 300 pesos el tramo”.
No obstante, los usuarios de los flamantes triciclos expresaban abiertamente su temor a que, como sucede con tantas cosas en la Isla, el buen funcionamiento de esta alternativa de transporte fuera un espejismo. “Esto va a durar lo mismo que un merengue en la puerta de una escuela”, decía un jubilado, “porque esto es como siempre: ponen un buchito de triciclos hasta que explotan”. La pasajera junto a él concordaba: “La ruta que va del Parque Maceo a La Habana Vieja empezó bastante regular también, pero después se fue poniendo mala, y cada vez tenía menos triciclos, hasta ahora que yo creo que no pasa ninguno ya”.
El jueves, como si hubiera sido una suerte de profecía, los triciclos dejaron de funcionar. “Pasó uno hace 20 minutos hacia 26 y todavía no ha regresado, y es el único que ha pasado en un buen rato”, decía un señor en la cola de Coppelia, esta vez llena de pasajeros expectantes, poco después del mediodía. En horas de la tarde, no pasó ni un vehículo.
Recuperado levemente el servicio este viernes, un chofer contó a los pasajeros que llevaba en su triciclo que el día anterior explotó un transformador y los vehículos no pudieron cargarse. “Y eso va a pasar más veces”, remachaba una señora. “Da lo mismo que haya triciclos nuevos en La Habana porque también dependen de los apagones”.
Así las cosas, el servicio promete ser, como dijo el ministro, ciertamente un aporte pequeño. Las deficiencias energéticas y las averías en el sistema condicionarán sin remedio el funcionamiento de los triciclos. Para este viernes, la Unión Eléctrica de Cuba vuelve a prever un déficit por encima de los mil megavatios en el horario de máxima demanda.
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