La sequía no es más que la fuerza que empuja a la primera de una hilera de fichas de dominó, que poco a poco irán cayendo de una en una. Si hay sequía, no hay suficiente agua. Cuando no hay agua no se pueden regar los campos. Como consecuencia, la mayoría de cultivos se secan. Tampoco hay pasto para los animales de granja. Hay muy pocos alimentos para la población. Además, la falta de agua no permite mantener la seguridad alimentaria adecuada en lo poco que aún se pueden llevar a la boca. La gente enferma, necesitan alimentarse bien y, ¿de dónde sale ese alimento? ¿De las donaciones de otros países menos perjudicados? Sería lo ideal, pero no es lo que ha ocurrido en Namibia, donde su gobierno ha tomado la decisión de sacrificar a más de 700 animales salvajes para poder suplir la falta de alimento por la sequía.
Los animales salvajes seleccionados son 83 elefantes, 30 hipopótamos, 60 búfalos, 50 impalas, 100 ñus azules, 100 antílopes eland y 300 cebras. Se escogerán en zonas donde haya sobrepoblación y los sacrificarán “cazadores profesionales”. Este es un término que preocupa, pues es imposible no pensar en los cazadores, normalmente furtivos, que llenarán sus casas de trofeos a costa de la que parece una buena acción para la sociedad namibia.
De cualquier modo, cabe destacar que la decisión de cazar animales salvajes no se debe solo a la obtención de su carne. Se sabe que, en periodos de sequía, los elefantes se acercan mucho más a las zonas pobladas para buscar comida y agua. Esto puede provocar accidentes por pisotones o empujones. Además, no hay agua suficiente para todos los animales de los parques nacionales en los que se llevará a cabo la caza. Por eso, pretenden ajustar las poblaciones a los recursos actuales.
¿Servirá de algo cazar animales salvajes por la sequía?
La sequía que están sufriendo en Namibia es la peor que se ha registrado en un siglo. Tanto como para haber tomado la decisión de declarar el estado de emergencia en el país. Se calcula que aproximadamente la mitad de la población está en serio riesgo a causa de la falta de seguridad alimentaria. Además, según Naciones Unidas, el 84% de las reservas de alimentos se han agotado. Es lógico que haya que tomar medidas drásticas.
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Ya se han sacrificado 157 animales, de los que se han obtenido 57.000 kg de carne. Dado este éxito, el gobierno de Namibia no duda en la necesidad de seguir haciendo lo mismo. Eso no solo serviría para alimentar directamente a quienes se han quedado sin nada para comer. También ayudaría a agricultores y ganaderos a reponerse, al controlar la población de esos animales que a veces compiten con ellos por los pocos recursos que deja la sequía.
Sobre el papel, todo esto suena muy bien. ¿Pero realmente servirá de algo? Muchos de estos animales están en peligro de extinción a distintos niveles. Namibia controla bastante bien las poblaciones de sus animales salvajes. Pero, aun así, sigue habiendo muchos cazadores furtivos. Destaca la caza ilegal de rinocerontes, pero también de otros animales que sí están en la lista, como los elefantes. Por eso, muchos de los detractores de esta medida temen que sirva para dar alas a esos cazadores. Es cierto que la cantidad de animales que podrán cazar se ha medido a conciencia, pero muchos podrían intentar aprovecharse de la situación.
¿Qué se puede hacer?
Namibia es uno de los países más áridos de África. De hecho, no es la primera vez que declara el estado de emergencia por sequía en la última década. Ya lo hizo en la temporada de 2013 a 2014, en la de 2015 a 2016 y en la de 2018 a 2019. Si bien es un país que a menudo bate récords, otras naciones africanas están en situaciones similares. Sobre todo teniendo en cuenta la dureza con la que se han visto afectadas este año por el fenómeno de El Niño.
Por ese motivo, se teme que otros países puedan tomar la misma decisión para alimentar a su población ante la llegada de la sequía. Eso supondría una reducción cada vez mayor de las poblaciones de animales salvajes en sus selvas. ¿Pero cuál es la opción alternativa?
No hay una respuesta sencilla. Está claro que la cooperación internacional es clave. Pero, si esta es insuficiente o no llega a tiempo, es normal que en los países más afectados decidan tomar medidas drásticas para no ver a sus familias morir de hambre. Esta ficha de dominó no nos la esperábamos, pero ha caído como una losa, sembrando el miedo sobre lo que aún queda por ocurrir. Por desgracia, esto no ha acabado.
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