El truco consiste en introducir una manguera en las tuberías que discurren por las calles y aceras frente a las viviendas. Si se logra encontrar el lugar preciso, en la arteria por la que corra el líquido, el ladrón de agua puede iniciar el atraco. “Cuando por las mañanas escucho el ruidito que hacen las bombas, enseguida yo sé que ya vino el agua. El problema es que viene con tan poca fuerza que no logra subir a los tanques ni llenar las cisternas”, cuenta a 14ymedio Dinorah, una vecina de la barriada de Luyanó, en Diez de Octubre.
En la calle Rodríguez, cerca de donde vive la habanera, el agua viene con poca frecuencia y los vecinos han optado por “hacerse con los aparaticos esos” para aprovechar al máximo los días de abasto. El problema es, cuenta Dinorah, que “la poca agua que entra ya no se distribuye igual y, mientras unos logran llenar sus reservas gracias a la turbina, otros no reciben una gota”, explica.
Para colmo, añade, “en un país de ciegos el tuerto es rey, por lo que quien tenga una bomba que hale más se queda con más agua”, asegura.
Dinorah es consciente de que los ladrones de agua no son un método moderno. “Eso se hace desde siempre, lo que pasa es que ahora todo el mundo roba agua a la cara, sin importar que los demás no cojan”, explica. Ahora, continúa, incluso los venden en las pymes. “El otro día mi esposo fue a una ferretería privada y en el mostrador había un hombre preguntado si la turbina que vendían servía como ladrón de agua”, recuerda.
- CHECALO -
“La gente erróneamente cree que el ladrón de agua produce agua. Nada que ver. Si en una posición anterior a tu casa hay mucha gente con esas bombas, tu cisterna no se llenará. El resultado es un sálvese quien pueda”, reflexiona.
La escasez de agua ha provocado que en algunos lugares de la capital la situación se haya vuelto verdaderamente escatológica. “Yo he tenido suerte, porque salí unos días de la casa y todavía me queda agua en la cisterna, pero en casa de mi hermana cambiaron la tasa del baño por una jaba de nailon”, cuenta Clara, otra residente de Diez de Octubre.
Según la vecina, tanto su familia en el municipio de Nuevo Vedado como los que viven más cerca, en Luyanó, han comenzado a hacer uso de la típica reserva de bolsas de plástico de las casas cubanas cuando “los llama la naturaleza”. “¿Qué más van a hacer, si no pueden descargar los baños? Pues ponen la jaba en un cubo, a modo de tasa de baño, y luego la cierran y para el basurero”, refiere con cierto pudor.
Clara invitó a su hermana y sus sobrinos a bañarse en su casa y les pidió que trajeran la ropa sucia para lavar. “El agua que tienen hay que guardarla para cocinar y beber por ahora”, refiere, “pero cuando se acabe mi reserva habrá que ver de dónde sacamos agua”, asegura.
Desde que la habanera leyó en un artículo de Tribuna de La Habana que describía cómo el abasto a Luyanó y otros barrios del municipio estaba interrumpido, decidió ahorrar cada gota de agua que pudiera. Algunos vecinos, sin embargo, no poseen cisternas o siquiera tanques grandes que les permitan almacenar agua para varios días. “A dos cuadras de aquí algunas vecinas metieron un escándalo ayer y vino el director de Aguas de La Habana y trajo una pipa. Los vecinos cargaron un poco de agua con sus cubos, pero todo el mundo sabe que eso es temporal y que si no se restablece el servicio nos la vamos a ver negras”, analiza Clara.
Por el momento, la falta de higiene se agudiza y los basureros se agrandan con la nueva invasión de “jabitas” y su particular olor, mientras los habaneros escarban en las zanjas y callejones buscando una tubería a la que conectar su ladrón, en un territorio que cada día se parece más a una película del Oeste.
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