La Habana/El níquel y el cobalto han destrabado todos los cerrojos diplomáticos entre Cuba y Corea del Sur. El interés por ambos metales que manifestaron en febrero las autoridades del país asiático ha encontrado el visto bueno de La Habana, que está lista para hacer negocios. En alerta por la situación y con la Ley Helms-Burton en la mano, los herederos de varias minas expropiadas por Fidel Castro han advertido a las compañías surcoreanas sobre los riesgos de pactar con un socio tan turbio.
Uno de ellos es William Pitt, que ha denunciado varias veces en 14ymedio el expolio de las minas de su familia por parte del régimen. Al empresario le sorprende la avidez de La Habana por abrir las puertas a Corea del Sur, pasando por encima de uno de sus socios ideológicos, Pyongyang. Además de la tensión diplomática con el régimen de Kim Jong-un, observa Pitt, la Isla ha tenido “roces” con la minera canadiense Sherritt, que tiene intereses en las minas holguineras de Moa y Punta Gorda.
Aun así, el Gobierno cubano ha apostado por Seúl, líder en la industria automovilística y electrónica. La historia se repite, alega Pitt. Ya la compañía japonesa Panasonic, que fabricaba baterías para carros con níquel y cobalto de Cuba, trató de hacer negocios y esquivar las sanciones de EE UU. Habían hecho en 2018 un trato con Tesla, la empresa automovilística que lidera el magnate Elon Musk, quien revirtió el acuerdo en cuanto se enteró de la procedencia de ambos metales.
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El Gobierno cubano ha apostado por Seúl, líder en la industria automovilística y electrónica
“Cuando se aclare cuáles compañías de Corea del Sur piensan extraer níquel y cobalto de las minas de los Pitt-Wasmer en Moa o Punta Gorda, informaré también a sus directivos del riesgo que corren al violar la Ley Helms-Burton si usan mis propiedades”, advierte Pitt.
El negocio entre Seúl y La Habana será “más significativo” que el que se sostuvo con Panasonic, valora el empresario. No solo tendrá consecuencias políticas, sino que abrirá a la Isla –para la cual la industria del níquel aportó el año pasado 168,2 millones de dólares (el 10,3% del PIB cubano)– a uno de los mercados más potentes en la industria de las baterías.
La desesperación energética de Cuba es notable y la minería tiene no poco que ver en ello, subraya Pitt. Leer entre líneas los reportes del Ministerio de Energía y Minas –y las entrevistas que conceden sus dirigentes provinciales– es revelador al respecto. Hace pocas semanas, Aroldo Pupo, director del ministerio en Holguín, revelaba que dos plantas mineras de níquel, la Ernesto Guevara y la Gustavo Machín, estaban “sobregiradas en los consumos” de manera “reincidente”.
La entrevista concedida por Pupo, traspapelada en las páginas del periódico ¡Ahora!, ofrecía informaciones de suma gravedad. Pedía, por ejemplo, más “control a los servicios estatales” que se ofrecían en ambas plantas y admitía que las “violaciones” a los límites de consumo energético son constantes. Justo antes de mencionar a las mineras, Pupo había protestado contra los “organismos considerados desafiantes”, que “en vez de bajar el consumo lo aumentan”.
Pupo había protestado contra los “organismos considerados desafiantes”, que “en vez de bajar el consumo lo aumentan”
En las quejas de Pupo, Pitt nota también una suerte de tabú: no se mete con Sherritt, responsable directa del sobreconsumo de ambas centrales, que atribuye íntegramente al sector estatal. “Nunca se menciona nada sobre Sherritt que pueda crear fricción en las relaciones de este ministerio con su principal contribuyente económico”, concluye.
Que las termoeléctricas cubanas que se encuentran en peor estado sean las de Oriente no es casual, explica Pitt. Las mineras, que consumen una gran cantidad de electricidad, zarandean el Sistema Eléctrico Nacional y provocan que tanto la Felton como otras centrales vecinas estén constantemente averiadas.
“La industria minera es quien resta los megavatios que deberían ser para la población”, analiza. La Felton –cuyas unidades trabajan un día y se averían el siguiente– abastecen no solo a la Ernesto Guevara y a la Gustavo Machín, sino también a otra mina de los Pitt-Wasmer, operada hoy día por Sherritt: la Pedro Sotto Alba.
“Felton proporciona ese servicio a la industria minera con prioridad y cuando el déficit de generación eléctrica de esa planta es alto, se le pide a las industrias que reduzcan sus consumos energéticos”, explica Pitt. “En muchas ocasiones las plantas en Moa y Punta Gorda sobrepasan sus demandas energéticas sin sufrir ningúna aplicación de penalizaciones aún cuando se sobregiran los consumos eléctricos establecidos”. La entrevista a Pupo es la prueba de que la situación es recurrente, opina.
Cuba también pasa por un aprieto con la segunda minera más interesada en los metales de la Isla: la australiana Antilles Gold
Cuba también pasa por un aprieto con la segunda minera más interesada en los metales de la Isla: la australiana Antilles Gold. La empresa, con intereses en La Cristina y otras minas del área de Vega Grande, en Sierra Maestra –casi todas propiedad de los Pitt-Wasmer–, no logra que su inversión despegue, precisamente, por la inestabilidad energética del país.
Ante la falta de plantas de generación distribuida –cuya falta de servicio es constante, según los partes de la Unión Eléctrica–, Antilles Gold ha debido depender del Sistema Eléctrico Nacional. Los fallos han disuadido a múltiples inversionistas de confiar en Cuba, asegura Pitt, y los analistas de negocios mineros desaconsejan apostar por la Isla.
Ni siquiera Sherritt, un viejo socio de La Habana y depositario de no pocos privilegios, se ha decidido a invertir en la exploración de las nuevas concesiones que el régimen le ha otorgado. Sherritt ha perdido mucho dinero en Cuba, explica el empresario. Todavía el Gobierno le está pagando la deuda de 156.000.000 que le debía y no parece que 2024 vaya a ser un buen año para la compañía.
“Seguirá sufriendo interrupciones en el movimiento de los minerales, en la falta de agua para los procesos, en las interrupciones eléctricas y las múltiples roturas de equipos”, augura.
Un ejemplo basta: mientras Cuba se aleja cada vez más de su propio récord de producción de níquel –74.000 toneladas–, con sus 49.000 toneladas anuales, Indonesia ha logrado extraer 900.000. “Todos los accionistas saben que la planta que Sherritt opera en Moa es la más ineficiente de todas sus plantas”, remata.
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