Suele decirse que una mentira repetida mil veces se vuelve una verdad. Al menos eso es lo que muchos gobiernos de la historia han querido hacer creer. Pero ¿qué pasa cuando la fuente de la mentira está centralizada y la verdad, por su lado, está descentralizada?
Desde hace muchos años que la legitimidad de las elecciones en Venezuela ha estado en cuestión. No es la primera vez que se grita fraude ante los resultados difundidos por la máxima autoridad electoral del país. Aunque este organismo debería ser imparcial, se ha demostrado varias veces que está alineada con el gobierno. Sin embargo, y a pesar de que se han hecho públicas irregularidades en las máquinas de votación en el pasado, la verdad siempre ha quedado en el limbo de «tú palabra contra la mía».
Pero en esta oportunidad, los venezolanos, cansados de la traición a la confianza, decidieron verificar. De antemano, se preparó una maquinaria que permitiría la validación descentralizada de los resultados electorales. Buena parte de los miembros de mesa del país, encargados de asistir en el sufragio y quiénes reciben las actas de votación de su respectivo centro, colgaron este objeto de verdad (las actas) en una plataforma de Internet que permite a cada ciudadano verificar, mediante su número de cédula, los resultados en su centro electoral.
- CHECALO -
Cada acta posee un hash asociado, similar a cada bloque de la red Bitcoin, que permite garantizar que la información no ha sido manipulada y que los resultados son verídicos.
Esta plataforma ha sido reproducida en distintas instancias y servidores para agregar redundancia y blindar el proceso. De esta manera, si un nodo cae, los otros estarán ahí respaldando la información, tal como en la red Bitcoin.
Esto ha sido un esfuerzo conjunto por venezolanos en distintas partes del mundo, tanto de manera organizada como espontánea y orgánica. Y gracias a ellos, hoy se tiene un instrumento de transparencia y contraloría social que permite validar de forma descentralizada los resultados electorales.
El problema de la centralización es que exige confianza. Y dentro de la confianza, habita el germen de su traición. Que toda la información sobre un hecho, sean resultados electorales o la hoja de balance de un banco, estén centralizados en un solo lugar, introduce un punto único de fallo. Si esa entidad central falla, voluntariamente o no, por malicia, incompetencia o ignorancia, la verdad sobre ese hecho estará comprometida.
Una verdad diluida transforma la confianza, si no en escepticismo, al menos en un acto de fe. Y la soberanía popular no puede depender de algo tan ciego como la fe. La construcción del futuro de una nación debe hacerse con los ojos bien abiertos.
Que el gobierno de Nicolás Maduro decida acatar el dictado de la verdad o decantarse por el uso de la fuerza, es otra conversación. Lo que destacamos en este momento es que, por primera vez en la historia de Venezuela, y sin necesidad de una blockchain, la descentralización ha permitido la contraloría y auditoría de los resultados electorales por cada uno de los ciudadanos.
Esto supone un ejemplo y una herramienta para el mundo. Recordemos que, a pesar de que el sistema electoral estadounidense no tiene un prontuario de parcialidad política como lo tiene el venezolano, de igual forma los resultados de las elecciones de 2020 se pusieron en duda.
Implementar un sistema descentralizado de votación restituirñia la confianza en la democracia, pero no a través de la fe, sino mediante la certidumbre y verificación de la verdad por cada ciudadano.
Por años los venezolanos han puesto en duda la utilidad del sufragio por la imposibilidad de verificar directamente los resultados. Una herramienta como esta es la pieza que faltaba para cambiar la histórica democrática del país.
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