G
rande siempre, como sólo ella sabía serlo, Olivia Revueltas falleció el pasado 2 de agosto en la Ciudad de México ( La Jornada 04/08 /24). A pesar de que en los pasados años sólo ofrecía esporádicamente algún concierto de piano, su maestría, la intensidad de su luz, ese resplandor en el decir y en el actuar, nunca la abandonaron, nunca nos abandonaron. Y ahí van a estar, apenas siempre.
El 10 de agosto, Horizonte, la estación jazzística del Instituto Mexicano de la Radio (IMER) le rindió homenaje con la participación de los músicos y especialistas Alain Derbez, Alex Mercado, Dulce Resillas, Efraín Alavez, Estefanía Romero, Felipe Gordillo, Ingrid Beaujean, Iraida Noriega, Jenny Beaujean, Roberto Aymes. Yo también estuve ahí. Éste fue mi testimonio:
“Olivia Revueltas es una de las más bellas páginas que se han dado en la historia toda de nuestro jazz, en México. Esas pinceladas, esa confianza con que trazaba cada una de sus líneas melódicas, eran realmente mágicas. Al igual que las enormes plataformas armónicas que utilizaba en cada uno de sus arreglos, que ella hizo siempre a piezas que iban desde Cole Porter hasta John Coltrane. Su panóptico musical era gigantesco.
- CHECALO -
“Ella también componía, por supuesto; y era buena. Pero en los dos discos que sacó en vida, sólo incluyó uno de sus temas: Canción de invierno en la Ciudad de México, una rola incorporada en su primer disco: Round Midnight en L.A., que realizó ya viviendo en Estados Unidos. Y llegó un segundo disco, Angel of Scissors, grabado también en aquel país.
“Se fue para allá porque su vida en México se fue transformando difícil y azarosa. Esto, por la misma pasión de su ser, de su estar y de asumir la realidad. Era una verdadera guerrera. Olivia luchaba todo el tiempo con los funcionarios culturales –con las autoridades en general–, exigiendo respeto y atención para los músicos”. Ella me llegó a comentar que con algunos ejecutantes de jazz llegaba a tener enfrentamientos no muy delicados.
“Se fue entonces a Estados Unidos, allá hizo los dos discos; los únicos –lamentablemente– que hizo en vida. Aunque al parecer dentro de no mucho van a editar un álbum póstumo… bueno, hay uno más, aunque poco conocido, donde intervino Olivia Revueltas. Se llama The Alamo Concert. Ahí grabó The peacocks, una pieza de Jimmy Rowles. Se trató de una invitación a un acto que hicieron en El Álamo con los músicos más importantes de diferentes géneros en el área de Texas. Ahí estuvo incluso la Orquesta Sinfónica de San Antonio, una buena cantidad de coros y Olivia haciendo jazz y asombrando a propios e impropios.
“Porque la fuerza de su carácter se reflejaba siempre en su música, evidentemente, en sus arreglos, en sus improvisaciones. Y esta misma fuerza, este vigor, esta garra, convivían naturalmente con la dulzura que también emanaba de su alma, y que esparcía a cada momento, en todos lados, en los conciertos, en las pláticas, en sus maneras de tratar y de convivir con la gente que lograba hacer click.
“Recuerdo cuando en 2012 le otorgamos un reconocimiento como parte fundamental de los pioneros del jazz en México, en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, con la gente ovacionándola de pie después de dos o tres temas. Cuando terminó el acto, lo que Olivia me comentaba es que ‘Qué bonita hija tienes, qué amable es esa niña’. Se desvivía en amorosos comentarios para mi hija Ana Laura. Poco días después fui a su casa a celebrar su cumpleaños y Olivia, otra vez, me hacía amorosísimos comentarios de Ana.”
Ésas eran las maneras de Olivia Revueltas, que estaba a punto de regresar, que tenía sólidos planes para regresar plenamente a los escenarios, ya en plena madurez estilística y conceptual. Pero el destino tenía otros planes.
Descanse en jazz.
DERECHOS DE AUTOR
Este contenido pertenece a su autor original y fue recopilado de la página:
https://www.jornada.com.mx/2024/08/15/opinion/a08o1esp?partner=rss