La Habana/Los cubanos que participaron en los Juegos Olímpicos de París lograron en total 18 medallas. De ellas, sin embargo, solo nueve pertenecen a la delegación cubana: oro en lucha grecorromana y otra en boxeo; plata en lucha libre y bronce en lucha grecorromana, lucha libre (2), boxeo, canotaje y taekwondo. Las demás, una de oro, cuatro de plata y cuatro de bronce, se las llevan los deportistas exiliados de la Isla, que dejan mal parado al ya deprimido deporte cubano.
Los 21 atletas cubanos en el exilio que asistieron a París han conquistado nueve medallas, una proporción muchísimo más alta que los representantes de la Isla, que asistieron a la justa veraniega con una delegación de 61 competidores en 16 disciplinas.
“El problema del deporte cubano es el sistema”, comentó el pasado domingo en sus redes sociales el periodista Francys Romero. “París 2024 llega para recordarle a sus ejecutores que este método no funciona más”. Urge que se deje de ver al atleta como pieza de una máquina de propaganda, que la estructura deportiva mantenga centros de entrenamiento deprimentes, con mala alimentación.
El oficialismo, por su parte, se aferra a las nueve preseas que han ubicado a la Isla en el lugar 32 del medallero olímpico, muy lejos del top 20 en el que pronosticó el director de Alto Rendimiento del Instituto de Deportes (Inder), José Antonio Miranda, que quedaría la delegación cubana. Desde Múnich 1972 hasta Tokio 2020 el país no había salido de ese nivel, pero el escaso y mal preparado grupo de atletas que defendió este año la bandera cubana no alcanzó para más.
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Desde la desaparición de la Unión Soviética, que entregaba recursos para la preparación de atletas, el deporte cubano ha caído en picada. Los juegos de Barcelona 1992, cuando la Isla obtuvo 30 medallas, marcaron el clímax para Cuba. La acompañaron otros éxitos en Atenas 1996 (25 preseas), Sidney 2000 (29), Atenas 2004 (27) y Pekín 2008 (30), pero a partir de ahí la situación solo empeoró. Doce atletas subieron al podio en Londres 2012, once en Río 2016 y quince en Tokio 2020.
“Su método es invariable: exaltar el orgullo de ser productos del Estado. El mismo Estado que ‘compite con todo en contra’, ese eterno David enfrentando a tantos Goliaths”, opina Romero del régimen cubano. Lo hizo con Mijaín López, que ganó su quinto oro y anunció su retiro, y con el boxeador Erislandy Álvarez, que, sin embargo, no alcanzan para recuperarse de la debacle. “Cuando los atletas no funcionen como propiedad de un ministerio que les exige, controla y aprueba, los resultados regresarán”, zanja el periodista
En la última jornada de la justa veraniega en la capital francesa, la cubana Milaimy Marín, exponente de lucha libre en la categoría de 76 kilogramos, superó el repechaje y logró también colgarse la medalla de bronce tras derrotar a Aiperi Medet, de Kirguistán.
Marín, de 23 años, sumó un nuevo éxito a su trayectoria. La atleta ha sido campeona en los Juegos Olímpicos de la Juventud (2018), campeona del mundo Sub-23 (2019) y medallista de oro en los Juegos Panamericanos de Santiago (2023).
Cuba se despide de París con estas preseas, además de los bronces de Gabriel Rosillo en lucha grecorromana, Arlen López en boxeo, Luis Alberto Orta en lucha, Yarisleidis Cirilo en canotaje y Rafael Alba en taekwondo.
En tanto, el exilio, con 21 atletas, tuvo su actuación estelar en triple salto, donde los cubanos ocuparon los tres puestos del podio: oro para Jordan Díaz (España), plata para Pedro Pablo Pichardo (Portugal) y bronce para Andy Díaz (Italia).
El boxeo, que había otorgado 78 medallas a la Isla en 12 Juegos Olímpicos hasta antes de París, ahora ha sumado para otros países con la plata de Loren Berto Alfonso (Azerbaiyán) en la categoría de 92 kg, y bronce para Enmanuel Reyes (España) y Javier Ibañez (Bulgaria) en los 57 kg.
En voleibol, Wilfredo León fue crucial en la conquista de la plata para el equipo de Polonia, al igual que Yoandy Leal en el bronce de Brasil en la misma disciplina. Yasmani Acosta, representando a Chile se adjudicó la plata en lucha grecorromana en la categoría de 130 kg.
Para Romero, no hay dudas de que “las actuaciones del deportista enorgullecen a una nación”. Sin embargo, una cosa queda clara: ellos “son los protagonistas. Poco importa el sistema bajo el que ondee su bandera, o poco debería importar”.
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