La Habana/“Borrar todo comportamiento amanerado o antisocial” era el primer mandamiento de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (Umap), fundadas en Cuba en los años 60 como campos de trabajo forzado para “homosexuales, religiosos y lumpen sociales”. La frase está fijada, como un mantra, en varios documentos de la época rescatados este lunes en redes sociales que exponen los métodos de adoctrinamiento de esas escuelas de “rehabilitación” en tiempos de Fidel Castro.
Los papeles –seis en total– “fueron entregados por una fuente que pidió su publicación y solo puso dos condiciones: anonimato y acceso abierto”, dijo en Facebook el periodista José Raúl Gallego, residente en México, que difundió los documentos.
Los primeros dos archivos, fechados a mediados de los 60, son quizás los más impactantes. En primer lugar, “estudian” la presencia de homosexuales en el país y proponen para su “reforma” la creación de un Centro Modelo, donde la doctrina militar los llevará a reconvertirse en personas “útiles” para la Revolución. Sin embargo, no todos los “desviados” llegarían a integrar el reformatorio, destinado más bien a la clase revolucionaria, a hijos de familias comprometidas con el proceso y a quienes tenían “posibilidades reales” de integrarse a la sociedad.
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Estos, los “privilegiados”, pasarían a formar parte de un grupo A. Mientras que al grupo B y C enviaban a los “contrarrevolucionarios” que quisieran quedarse en la Isla y los que quisieran irse, respectivamente. En cuanto a estos últimos, se les debía someter con métodos “muy rígidos” hasta que eventualmente abandonaran el país y la unidad se disolviera. O, lo que es lo mismo, hasta que la Revolución se sacudiera hasta el último “antisocial”.
‘Borrar todo comportamiento amanerado o antisocial’, fue fijado como un mantra entre las filas de la Umap
Para la compañía B, el objetivo era, si cabe, más macabro: “Entre los homosexuales contrarrevolucionarios que por varios motivos no quieren salir del país e integran la compañía B, se seguirá el principio de detectar quiénes entre ellos pueden cambiar de opiniones políticas y por lo tanto de opiniones sobre sus deberes con la sociedad y la rehabilitación. Serán mandados paulatinamente a la compañía A y algunos de ellos después al Centro Modelo”, dicta el documento.
Asegurados los fieles en los grupos A y B, los objetivos cambiaban: “borrar el comportamiento amanerado”, “antisocial” y “cualquier manifestación de hostilidad a la Revolución”.
En un segundo documento, se describen planes similares para quienes –en las Umap o pasando el Servicio Militar Obligatorio– hayan presentado conductas homosexuales. “Prevención” es en este archivo la palabra clave. Se propone la formación de Escuelas Pre-Militares en las que los muchachos lleven el estilo de vida de un recluta. Lo acompaña un análisis psicológico-marxista de las formas de tratar a los jóvenes para conseguir el resultado deseado.
La propuesta comienza con una declaración que, aunque simula un planteamiento académico, horrorizaría a cualquier defensor moderno de los derechos humanos: “El desconocimiento científico de las causas y los remedios para la homosexualidad nos imposibilita una solución definitiva a este problema”, explica el informe, pero asegura que la “motivación” es suficiente para llevar a cabo el plan.
Los métodos de segregación que propone el documento son similares a los del primer archivo. Se separa a los reclutas por afiliación política y –aquí está la novedad– por el grado de exposición de su sexualidad. “Encontramos homosexuales que por su manera de caminar, vestir, hablar, etc., se manifiestan como tales, y homosexuales sin manifestaciones externas. Dentro de los primeros existen quienes realizan una actividad homosexual más plena (se pintan, se dejan crecer las uñas, etc.) y al mismo tiempo más indisciplinada; y quienes presentan manifestaciones externas afeminadas, pero que aceptan la disciplina”.
Teniendo esto en cuenta, el informe expone el método adecuado para lidiar con los reclutas: dividir y vencer. “Nuestros objetivos los obtendremos” mediante la “presión del cuadro de mando y del grupo sobre el individuo”, así como a través de la “orientación y corrección inflexible” con los comportamientos “inadecuados”.
La “emulación”, como en un sistema de premio y castigo, es la otra cara de la moneda que se apoya en beneficios como conceder pases y la posibilidad de acumular días de salida.
El informe expone el método adecuado para lidiar con los reclutas: dividir y vencer
“La práctica deportiva y la realización de un programa de cultura física adecuado, constituyen un medio eficaz para combatir los gestos y poses feminoides”, es otra de las conclusiones del informe.
El resto de documentos contienen una entrevista a uno de los homosexuales enviados a la Umap y dos reportes sobre las religiones en Cuba. El primero, que recuerda a las entrevistas de la KGB o los relatos de Reinaldo Arenas –que describió estas unidades, sin ambages, como “campos de concentración”–, es el sumario de un encuentro entre un oficial y un recluta que parece dispuesto a todo por “reinsertarse” pese a su conducta “bisexual”. “Le gustaría atenderse desde el punto de vista psicológico”, dice el entrevistador que varias líneas más abajo, dentro de sus observaciones, diagnostica: “Es un hábil simulador y un inmoral”.
Para quienes practicaban alguna religión –la lista de iglesias y credos es larga y detallada– tampoco hubo miramientos. El catolicismo, por ejemplo, se define como “la religión más peligrosa que opera en nuestra patria, y junto al diversionismo ideológico, realiza solapada y sutilmente todo tipo de actividad contrarrevolucionaria y fundamentalmente de espionaje. Podemos afirmar sin lugar a dudas, que en la formación religiosa en general y lo católica en especial, es cantera de donde se nutren filas de la contrarrevolución y de lo inteligencia enemiga, no solo en nuestro país, sino en todos los países que luchan por su liberación en América Latina y otros continentes”, afirma el documento.
La luna de miel entre la Revolución y el Vaticano había acabado abruptamente para ese momento, pese a la aparente simpatía que por Castro manifestó el papa Juan XXIII –mencionado en uno de los textos– y su nuncio apostólico en Cuba. Varios hechos, como las circulares críticas con el Gobierno emitidas por la Conferencia Episcopal de la Isla –en especial por el obispo Enrique Pérez-Serantes, que salvó a Castro de ser ejecutado en Santiago de Cuba– y la presencia de sacerdotes y numerosos jóvenes católicos en la invasión a Playa Girón, determinaron la ruptura Iglesia-Estado.
En el informe, que avanza por distintas doctrinas protestantes hasta las logias –masónicas, de Odd Fellows y Caballeros de la Luz–, las creencias religiosas no son más que una excusa para conspirar y lavar cerebros. Con el fin de mantenerlas en la mira, se hace un inventario detallado de parroquias, publicaciones, actividades y “actitud con la Revolución”.
El informe avanza por distintas doctrinas protestantes hasta algunas logias masónicas
La presencia de laicos católicos en las Umap no es desconocida y, aunque estos archivos en particular no evocan su adoctrinamiento, se conoce el trato que recibían gracias a muchos cubanos que ofrecieron su testimonio décadas más tarde. El cardenal Jaime Ortega, fallecido en 2019 y conocido por ser un hábil mediador entre la Iglesia católica y el Gobierno –propició la salida de las cárceles de muchos presos políticos–, pasó parte de su juventud en la Umap, si bien fue muy discreto en su relato de la experiencia.
Otras figuras vivieron en carne los campos de concentración cubanos, como el músico Pablo Milanés, a pesar del agravio, nunca se desligó por completo del régimen. Importantes personalidades del oficialismo se libraron por poco de ser enviados a las Umap. Fue el caso de Eusebio Leal, enlistado por su fe católica y “salvado” por intercesión de Haydée Santamaría, según contó en una ocasión el propio historiador.
En las Umap, donde se escribieron varias de las páginas más oscuras del régimen, el aislamiento y el secretismo eran dos condiciones para que el experimento funcionara. De hecho, en los papeles se insiste en que el único contacto con el exterior sea con los padres de los reclutas que estuvieran dispuestos a ayudar en la “rehabilitación”, los miembros del Comité Central y “extranjeros autorizados”.
Sin nunca admitir los horrores cometidos en aquellos campos, Fidel Castro se refirió a ellos muy tardíamente, en 2010, con una escueta frase sobre la decisión de crearlos: «Si alguien fue responsable, ese soy yo».
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