Nada más caraqueño que una mujer que ande en mototaxi, que desayune con arepas y que hable con el acento inconfundible de esa ciudad. Sin embargo, el detalle diferente en esta descripción es que se trata de una moscovita.
Su nombre es Anna Osipova y desde hace diez años vive en Venezuela. Para conocer por qué escogió el país suramericano para establecerse, RT conversó con esta guía turística que hace excusiones en Caracas y en los estados Aragua, Anzoátegui, Barinas, Bolívar, Falcón, Miranda, Portuguesa y Trujillo, entre otros.
Anna se percibe como una «rusa caraqueña de a pie», que no vive en una bola de cristal: «Camino, ‘pateo calle’, como dicen aquí«. Y agrega, con picardía, que le toca aprender la jerga venezolana para defenderse de los vendedores que consideran que, como es extranjera, puede pagar precios más altos por los productos.
Sobre su proceso de aprendizaje de español, de entrada aclara que no hizo ningún curso. Su necesidad comunicacional surgió mientras laboraba como productora en un restaurante cubano en Moscú, donde tenía que resolver cotidianamente situaciones con trabajadores de América Latina. Así, ese idioma se convirtió para ella en su «música de fondo».
- CHECALO -
La primera vez en Venezuela
De ese primer viaje que hizo a la cuna de Bolívar, en 2009, cuando estaba embarazada de su primer hijo, cuenta que le llamó «muchísimo la atención la amabilidad de los venezolanos«. Entre las imágenes que quedaron en su memoria, de ese destino a 11.000 kilómetros de distancia de su lugar de origen, están las personas que le cedían el puesto en el transporte público al advertir su incipiente barriga.
En 2014 regresó a Venezuela y se quedó. La decisión la tomó porque le agradó el país suramericano para que crecieran sus hijos y porque se sintió identificada con los valores que encontró en estas tierras.
El venezolano común aún la impresiona «de buena manera», confiesa. Percibe que suele expresar su solidaridad con actos de servicio, sin esperar algo a cambio. «No deja de sorprenderme, de verdad, que están dispuestos a gastar lo más valioso que tiene cada persona, su tiempo, en ayudarte a resolver cualquier problema».
Aunque aclara que no tiene interés en hablar de política, expresa que le gusta la nación suramericana y que le parece «injusto lo que hicieron los medios internacionales», al querer convertirla «en la sede de infierno en la tierra», cuando sus problemáticas también se dan en otras capitales latinoamericanas.
Los visitantes que vuelven
«Creo que mi propósito, que hasta el día de hoy he cumplido, es hacer que el turista, cuando se vaya del país, lo haga con ganas de volver. Y de hecho, muchos han regresado, me han reservado fechas y se convirtieron en amigos. Me escriben y me dicen: ‘Anna, en tal mes y en tal fecha, voy para allá. No agarres ningún otro turista que quiero pasear contigo», cuenta con orgullo.
Habla de una de sus estrategias para estimular el turismo, a través de un ejemplo. Relata que recorrió tres veces la capital venezolana con una amiga que estuvo de visita y que le dijo sorprendida: «Chama, no sé cómo logras hacer eso, pero cada vez que paseo por Caracas contigo, nunca se repite«. Ella considera que eso es posible porque les cuenta a sus oyentes «chismes» y datos curiosos de distintas épocas de la ciudad, de esos que asombran a cualquier viajero.
Cuando surge la pregunta de cuál es la razón para que los rusos vengan a Caracas, dice que hay un único propósito: «Averiguar si todo lo que dicen por ahí es verdad o no«.
El dilema de la arepa
Con su experiencia como guía turística, Anna les da un consejo a los hoteleros que reciben a los viajeros rusos y que no les explican cómo se come una arepa. Aunque pareciera obvio para cualquier venezolano y latinoamericano en general, las personas provenientes del país euroasiático no están familiarizadas con esa preparación cuyo ingrediente principal es el maíz, que es de origen americano.
«Por favor, pongan dibujos, esquemas, instrucciones de cómo comer arepa», pide entre risas y agrega que muchos desconocen que debe abrirse para incluir algún relleno.
Aunque su primer acercamiento con este alimento no fue afortunado, porque tampoco sabía que debía ponerle otras preparaciones en su interior, ahora se ha convertido en su desayuno diario.
De una oficina al turismo
Anna se ha bandeado entre varias profesiones en su vida. Aunque empezó con un trabajo de oficina, que dejó porque no se sintió a gusto con los horarios estrictos, posteriormente se dedicó a la enseñanza de baile, a ser coproductora en un restaurante, coreógrafa y fotógrafa aficionada.
Durante cinco años estudió Psicología, lo que ha sido una herramienta fundamental para observar la conducta humana y la cotidianidad en las zonas donde ha estado.
Al comparar los ritmos de vida en la capital rusa y la venezolana, considera que Moscú, que es una megalópolis, tiene el movimiento acelerado típico en esas grandes capitales, mientras que —en su punto de vista— en Caracas se observa menos ese «corre corre».
Su incursión en el área turística la hizo por su cuenta. En enero de 2015, cuando su segundo hijo cumplió seis meses, una pareja de amigos recién casados llegó a Venezuela, como parte de un viaje de mochileros por Suramérica.
Anna fue su guía, sin conocer mucho del valle capitalino, sin embargo, esa vivencia, que ella califica como un «experimento más psicológico», fue la antesala a su labor actual. Tendrían que pasar unos años, en medio de la compleja situación económica que atravesó Venezuela, que mermó las visitas de extranjeros, para que se reactivará el sector de recepción de visitantes foráneos.
El ‘top cinco’
Su top cinco de los mejores lugares para conocer en Venezuela supera esa cifra. En primer puesto menciona al Parque Nacional Canaima, patrimonio de la humanidad, ubicado en el estado Bolívar, en el sureste del país, con el que dice tener «una conexión fortísima».
De este lugar, que tiene una extensión de 30.000 kilómetros cuadrados, conoce el Salto Ángel (‘Kerepakupai vená’, en pemón), considerado como la cascada más alta del mundo, y el tepuy de Roraima, que es catalogado como el más antigua del planeta.
En su lista agrega al Parque Nacional Morrocoy, en el litoral más oriental del estado Falcón, que cuenta con manglares y cayos, y playas de aguas azules y arena blanca. En su primera visita, en 2009, estuvo en Cayo Sombrero, una de sus islas, y se enamoró del lugar.
Anna halló el «paraíso» en el archipiélago Los Roques, uno de los destinos ineludibles de Venezuela, y de los más turísticos, situado en el mar Caribe, al norte de las costas centrales del país, que se compone de playas, islas, bancos arenosos y arrecifes de coral.
La Colonia Tovar, en el estado Aragua, una ciudad fundada en el siglo XIX por un grupo de inmigrantes del Gran Ducado de Baden (que actualmente forma parte de Alemania) «tiene su encanto», por lo que también está entre sus cinco mejores lugares.
Finalmente, y con ganas de incluir más parajes en la enumeración, se refiere al estado Zulia y al Relámpago del Catatumbo, un fenómeno meteorológico que se da en la cuenca del río que lleva ese nombre, en la zona sureste del lago de Maracaibo, entre abril a noviembre. «Es una maravilla, un espectáculo. Quedé impresionada».
En su listado de pendientes incluye al monumento natural cerro Autana, en Amazonas; al estado Mérida, donde se encuentra el teleférico más alto del mundo; al Parque Nacional El Guácharo donde se encuentra una cueva del mismo nombre, entre los estados Monagas y Sucre.
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Esta información a su autor original y fue recopilada del sitio https://actualidad.rt.com/actualidad/513453-rusa-caraquena-mototaxi-mejores-lugares-venezuela?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=all