Miami/Lo primero que tiene que hacer un cubano, si quiere importar un carro a través de la empresa estadounidense Maravana Cargo, es firmar un formulario donde quede claro que no es funcionario del régimen o miembro del Partido Comunista. Así lo confirmó a 14ymedio Alejandro Martínez, presidente de la empresa, que asegura que solo envía vehículos a mipymes privadas y a particulares.
“Nuestra licencia está emitida para el sector privado exclusivamente”, explica Martínez desde la sede de Maravana en Miami, que también exporta a la Isla paquetería marítima y aérea.
“También hacemos una verificación, persona a persona, de los compradores para que no aparezcan en la lista de las personas sancionadas por Estados Unidos. Todo el cliente que viene a la compañía y está interesado o ejecuta una exportación de un auto a Cuba sabe que está bajo la ley de EE UU y tiene que cumplirla. Como tal, le hacemos firmar un documento que la persona que está recibiendo el vehículo ni es miembro del Partido, ni de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución). Es un documento oficial, que se le entrega a las autoridades”, asegura y añade, “el 90% de los envíos han sido al sector privado”.
Maravana opera con una licencia concedida por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos que le permite enviar, con autorización de Cuba, “cualquier vehículo, desde un Mini Cooper, hasta una rastra”, explica la compañía en sus redes sociales, siempre que se cumplan dos requisitos: el auto debe ser de 2019 en adelante y el dueño debe poseer el título, es decir, debe estar pagado por completo.
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Preguntado por las recientes declaraciones del primer ministro cubano, Manuel Marrero, sobre la incompatibilidad de muchos de estos vehículos con las carreteras o el combustible que se vende en la Isla, Martínez dice que no le preocupa que su empresa se vea afectada. “No se trata de hablar con optimismo, se trata de ser práctico. Donde debe haber optimismo es allí, donde están los problemas y la necesidad. La impresión que tengo es que va a ser al revés. Que va haber una flexibilización de un grupo de cosas en ese sentido”, opina.
Marrero dio a la importación de carros modernos un matiz político al afirmar que por Cuba circulaban “algunos carros incompatibles con nuestra sociedad” y que el Gobierno pretendía “acotar” la cantidad de vehículos cuya entrada permitía. Ante los diputados del Parlamento, suavizó rápidamente su discurso y dijo que estaban “embarcados” quienes no contaron con las capacidades técnicas del carro en un contexto como el cubano.
“Todos los carros que hemos enviado han sido más bien de la gama económica”, dice Martínez. Chevrolet Colorado, Hyundai, Toyota Corolla, autos de gama media o baja son algunos de los vehículos que Maravana envía con más frecuencia a Cuba. “Nosotros para allá no hemos mandado ni Mercedes, ni Audi, ni BMW”, zanja.
Los clientes prefieren los autos japoneses, “lo que pasa es que no todo el mundo puede llegar ahí”, explica refiriéndose al precio. “Entonces se van con los coreanos, que tienen un costo asequible. Las marcas Hyundai y Kia son de una gama media-baja, pero asequible. Ya el Toyota (japonés) está en un rango de más categoría e incluso en un mercado menos competitivo”, opina. “El 99% de los vehículos que exporta”, aclara, “son de segunda mano”.
El empresario explica que, por los costos de envío (entre 7.000 y 9.000 dólares para la compañía, y una cantidad indefinida, que puede llegar a los 56.000 dólares a pagar en Cuba), sumado al precio de los propios carros, es difícil adquirir vehículos de lujo o de marcas de mejor calidad. “Es un mercado muy difícil”.
Lamenta que muchos cubanos vean con malos ojos la exportación de estos vehículos a la Isla por su presunta asociación con el régimen. “El Gobierno (de EE UU) controla los títulos, la salida, la legalidad del carro al 100%. Eso se verifica aproximadamente cuatro días antes de la salida del buque, estando los vehículos en el puerto. La Aduana procede a revisar la licencia, la documentación, todo. No existe descontrol en ese sentido”, asevera.
Sobre si existe la posibilidad de que algún auto termine en manos de una mipyme estatal, Martínez es tajante: “No, cero. Nosotros tenemos la forma de verificar qué mipyme es hecha por el Estado y cuál es privada. No existe forma de enmascarar eso” dice, y recuerda que la Embajada de Washington en La Habana está “en el terreno” para verificar que esto no suceda. Sin embargo, según explica la propia empresa en sus redes sociales, cualquiera que cumpla los requisitos de importación, sin importar si es dueño o no del vehículo, puede solicitar los servicios de Maravana.
La compañía cuenta también con una contraparte en la Isla, Maracuba, que se encarga, además de repartir paquetería en todas las provincias –tiene una flota de camionetas para ello–, de entregar los vehículos a los clientes cuando tocan puerto cubano. Con los papeles, en el mismo día el dueño del vehículo ya puede solicitar su chapa y “sale con su auto por toda la Isla sin ningún problema con la Policía”, asegura la empresa.
Martínez es consciente de que muchas otras exportadoras compiten con su negocio, incluyendo la fundada por el empresario cubanoamericano Hugo Cancio en asociación con el conglomerado militar Gaesa, que busca sus carros en otros mercados –el embargo no permite que los adquiera en el estadounidense–. “Siempre que haya competencia hay avance. Me parece que es bueno que él [Cancio] haya logrado llegar adonde está. Nosotros vemos la competencia como algo bastante bueno”.
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