Meditar está de moda. No por recomendación de los psicólogos, que también, sino más bien por recomendación de influencers. Muchas personas se han subido en los últimos años al carro de la meditación y el mindfulness después de ver cómo han dado un giro de 180º a las vidas de sus ídolos de las redes. Para aprovechar el tirón han surgido todo tipo de vídeos y aplicaciones que permiten que cualquiera pueda meditar en su casa, sin necesidad de ayuda. Los beneficios de la meditación se han proclamado a los cuatro vientos, ¿pero qué pasa con los perjuicios? ¿Acaso no tiene?
La meditación suele presentarse como algo terapéutico. Ayuda a controlar el estrés, la ansiedad e incluso los síntomas depresivos. Es cierto que hay estudios que lo demuestran. Pero resulta curioso que la inmensa mayoría de ellos no analicen si hay algún efecto adverso en este tipo de prácticas. No, la meditación no es un medicamento, pero eso no significa que no pueda ser contraproducente para algunas personas o si no se hace correctamente.
Todo esto lo cuenta en un artículo para The Conversation el profesor de psicología experimental de la Universidad de Coventry Miguel Farias. Durante años ha dedicado parte de su investigación a analizar los efectos de la meditación, especialmente del mindfulness, y ha encontrado que no es tan inocua como nos la han vendido.
¿Qué es el mindfulness?
De todos los tipos de meditación, el mindfulness es posiblemente el que más fama ha adquirido en los últimos años. Es una técnica budista, pero en la actualidad se usa mucho en occidente gracias a una amplísima campaña de márketing.
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Conocido también como meditación de la atención plena, consiste básicamente en lo que su nombre promete: centrar la atención plenamente en lo que se está haciendo. Por ejemplo, mientras nos lavamos los dientes debemos estar presentes en esa actividad, escuchando el sonido del agua del grifo, olfateando el aroma del dentífrico o sintiendo el rasgado del cepillo sobre las encías. El objetivo es que no haya ningún otro pensamiento en la mente en lo que dure esa actividad. Al principio es casi imposible, pero poco a poco puede entrenarse.
El objetivo es muy bueno. A veces vivimos más en los errores del pasado y la incertidumbre del futuro que en disfrutar y vivir el presente. Gracias a la meditación en general y al mindfulness en particular podemos aprender a cambiar eso. Algunos psicólogos consideran que es una buena herramienta para casos concretos. Pero ojo a esto. Es una herramienta más. No hay ningún problema de salud mental que se pueda curar con meditación. Y tampoco es para todo el mundo. Algunas personas pueden aprovechar sus beneficios, pero otras se verían perjudicadas. Por eso, es mucho más útil acudir a un psicólogo que nos diga qué técnicas son mejores para nosotros, y no usar simplemente la aplicación recomendada por el influencer de turno.
Los peligros de la meditación
Los propios budistas ya alertaron de que la meditación y el mindfulness no son para todo el mundo y que, por lo tanto, pueden acarrear efectos adversos. Por ejemplo, en la Escritura de Meditación Dharmatrāta, un texto escrito en la India hace 1.500 años, ya se habla de la aparición de síntomas de depresión después de practicar meditación. También se señala que pueden darse efectos adversos como brotes psicóticos, disociación y despersonalización. En psicología, la disociación hace referencia a una sensación de distanciamiento del ambiente y las emociones del presente. Como si no estuviésemos viviendo la situación. La despersonalización es algo similar. Puede ocurrir durante un episodio de ansiedad, por ejemplo, y lo que ocurre es que la persona que lo sufre siente que se ve a sí misma desde fuera.
Todos estos efectos de la meditación se confirmaron en una revisión de más de 40 años publicada en 2020. Pero entonces, ¿cómo puede ser que haya tantas personas que digan que meditar les sienta bien?
Placebo y estudios incompletos
Incluso algunos expertos en meditación y mindfulness han reconocido que muchos de los estudios que solo señalan beneficios tienen un desarrollo experimental muy pobre. Para empezar, es bastante habitual que se realicen con pocos participantes. Por ejemplo, en 2019 se publicaron los resultados de un estudio sobre los efectos de una aplicación de meditación en estudiantes, en el que solo participaron 88 jóvenes. Ese mismo año, otra investigación sobre mindfulness, contó con 92 estudiantes para comprobar los efectos en el tratamiento de la ansiedad y el estrés. Siempre menos de 100 personas.
Para completar estas investigaciones, en 2022 se realizó otro estudio mucho más completo, también con estudiantes. Participaron 8.000 niños, procedentes de 84 escuelas de Reino Unido. El objetivo era comprobar si el mindfulness ayudaba a los niños a mejorar su bienestar emocional y disminuir los niveles de ansiedad en comparación con un grupo control que no realizó ningún tipo de meditación. No solo se vio que los beneficios eran prácticamente inexistentes. También se comprobó que aquellos que tenían más propensión a los problemas de salud mental sufrieron efectos adversos tras meditar.
Por lo tanto, no se puede descartar que muchas de las personas que aseguran haber experimentado beneficios tras meditar lo hayan hecho por efecto placebo.
Entonces, ¿es mala la meditación?
Todo esto significa que la meditación debe ser una herramienta en psicología. Es decir, que deben ser los psicólogos los que decidan quién debe meditar, de qué manera y en qué circunstancias.
Hacerlo ampliamente, sin contar con la ayuda de un profesional, puede ser totalmente contraproducente. Muchas de las personas que dan cursos de mindfulness no tienen ningún tipo de formación en psicología. Su titulación en el área de la meditación puede darnos una sensación de seguridad, pero la falta de conocimientos en psicología puede hacer que no utilicen las técnicas correctamente.
Por eso, si tu psicólogo te ha propuesto meditar, no te preocupes, quizás sí te venga bien. Pero si tu influencer de cabecera te ha recomendado la aplicación de moda para practicar mindfulness, quizás sería mejor que te lo pienses antes de ponerte a ello. Y si pruebas y sientes incomodidad, nerviosismo o estrés, no sigas. Puede que meditar no sea para ti.
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