¿Quién saca la basura? ¿Eliges tú la peli o la elijo yo? O, como dirían Nico Williams y Lamine Yamal nada más pasar a cuartos de final en la Eurocopa, ¿quién bebe agua primero? Todas estas preguntas se pueden responder con una o varias partidas de piedra, papel o tijeras. A veces basta con una. Otras veces preferimos ampliar la muestra y jugar al mejor de tres. O quizás de cinco. Parece una forma bastante aleatoria de disputarnos algo que nos apetece o que no queremos hacer por nada del mundo. ¿Pero hasta qué punto es esto aleatorio de verdad?
Tirar un dado, lanzar una moneda al aire o usar un generador de número es una forma aleatoria de elegir entre dos o más opciones. Sobre todo lo último, ya que si interviene la mano humana puede que haya ciertos vicios que alteren un poco ese azar. Pero, aun así, se puede decir que son acciones aleatorias. En cambio, jugar a piedra, papel o tijeras no lo es tanto, porque la psicología humana no se rige por el azar.
Se trata de dos personas tomando decisiones. Tanto si solo se hace una partida como si se elige al mejor de varias, esas decisiones pueden estar psicológicamente condicionadas. A veces no lo hacemos de forma consciente; pero, de cualquier modo, deja de ser simple azar.
La mejor forma de empezar a jugar a piedra, papel o tijeras
Obviamente, no hay una forma de ganar siempre a piedra, papel o tijeras. Pero sí que es verdad que hay personas que son mejores jugadoras, porque estudian muy bien la psicología de su adversario. Es típico que nos paremos a pensar qué estará pasando por la cabeza del otro. Cuando creemos adivinarlo, nos planteamos cambiar nuestro comportamiento, pero entonces pensamos que la otra persona ha podido intuirlo, así que nos quedamos igual. ¿O también ha pensado que haríamos eso? Así entramos en un bucle infinito del que es difícil salir, porque depende mucho del nivel de intuición de la otra persona.
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Aun así, hay algunos factores en los que las personas que han estudiado este juego desde la psicología se ponen más o menos de acuerdo. Por ejemplo, parece ser que, para quienes no se paran mucho a pensar en lo que hacen, la probabilidad de empezar con piedra es mucho mayor que con papel o tijeras. Esto se debe a varios motivos. Para empezar, es la primera palabra del nombre del juego. Cuando intentamos pensar en qué hacer, es lo primero que nos viene a la mente. Además, cuando tenemos la mano escondida a espera de sacarla con la postura elegida, es habitual que tengamos el puño cerrado. Por eso, si no nos paramos a pensar, es probable que saquemos la mano así.
Si estás jugando a piedra, papel o tijeras con alguien que parece dejarse llevar totalmente por el azar, sería buena idea que empieces con papel. Pero si esa persona sabe esto, empezará con tijeras. Es imposible saber con seguridad qué pasará.
¿Lo hacemos al mejor de tres?
Si piedra, papel o tijeras fuese realmente aleatorio, la probabilidad de sacar cada opción sería siempre ⅓. Tanto en el primer intento, como en el segundo o el tercero. No obstante, no suele ser así. En un estudio realizado en 2014 por científicos chinos, se vio que las personas que ganan en el primer intento suelen sacar la misma opción en el segundo. La probabilidad de que ocurra eso es mucho más alta, por lo que no se trata de ⅓. Esto significaría, por ejemplo, que si en la primera partida la otra persona sacó piedra y tú tijeras, en la siguiente deberías sacar papel, porque es probable que vuelva a sacar piedra. ¿Es seguro? No, pero sí probable.
En cambio, es muy difícil que se saque tres veces la misma opción. Tendemos a buscar la variedad inconscientemente, por lo que al tercer intento, si los dos primeros han sido repetidos, la probabilidad de que se vuelva a sacar lo mismo disminuye.
Todos estos datos se basan en las estadísticas. No hay una verdad absoluta ni una forma de convertirse en el mejor jugador de piedra, papel o tijeras del mundo. Lo ideal, para que el azar actúe lo máximo posible, es jugar muy deprisa, para que no haya demasiado tiempo de pensar. En eso, parece que Nico y Lamine lo hicieron muy bien. Nico ganó, pero no sabemos si porque conoce a la perfección la mente de su compañero o por puro azar. Eso sí, viéndoles jugar, quizás sí que se lean un poquito la mente.
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