La Habana/Todo evento oficial tiene su cara pública, sobria, cuidada y milimétricamente calculada pero también una trastienda de banquetes, jolgorios y despilfarro. En este capítulo de «Como lo viví» rememoro, justamente, ese lado oculto de los actos del 26 de julio que durante más de seis décadas se han repetido cada verano, unas veces con más estridencia otras de capa caída, debido a la crisis y el desgano ideológico, como el de este viernes.
En estos breves minutos que comparto con ustedes cuento descarnadamente mis vivencias como periodista oficial, apuntalando la propaganda del «mejor de los modelos posibles», dorando la píldora y disfrutando de aquellos festejos paralelos a la cara seria que los dirigentes del Partido Comunista ponían en la tribuna. Pero también hablo por el Reinaldo que denunció las costuras y los dobleces del sistema.
Un barco me sirve de hilo conductor entre el pasado del aplauso y el presente de la indignación. No dejen de escuchar estas torpes memorias mías.
- CHECALO -
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