Como ya ocurrió el verano pasado, la actual sucesión de olas de calor está llevando a que los científicos alerten de los efectos del cambio climático que no han hecho más que comenzar. Sin embargo, los negacionistas de este fenómeno se quejan de que siempre ha hecho calor en verano y que las olas de calor sucedían mucho antes de que los humanos nos excediésemos con las emisiones de gases de efecto invernadero. Se suele poner como ejemplo una época conocida como periodo cálido medieval, en la que las temperaturas en prácticamente todo el mundo alcanzaron un pico anómalo, ligeramente superior a las temperaturas globales de mediados del siglo XX.
Entonces no había ferrocarriles, ni coches, ni electricidad. Las emisiones eran las que tienen lugar naturalmente sin afectar a la atmósfera de forma perjudicial. Por eso, el movimiento negacionista utiliza este periodo como su argumento estrella contra la existencia del cambio climático. La realidad es que este fenómeno, que ocurrió aproximadamente entre los años 750 y 1350 después de Cristo, no tuvo nada que ver con emisiones derivadas de la actividad humana, sino con un fenómeno tan natural como El Niño. Este ocurre de forma periódica y trae temperaturas elevadas, a veces con más fuerza y otras veces con un poco más de moderación.
Sea como sea, está claro que, sin tener nada que ver con el cambio climático, en la Edad Media también tuvieron que lidiar con las olas de calor. Por eso, tenían sus propios trucos. Como también los tuvieron los romanos y los egipcios. A pesar de no tener nuestras actuales tecnologías, disponían de remedios de lo más eficaces para soportar las altas temperaturas. Además, en su caso las consecuencias no fueron tan nefastas como ahora.
Los beneficios del periodo cálido medieval
Algo curioso es que este periodo, conocido también como anomalía climática medieval, no fue visto como algo negativo. Al menos no en la mayoría del mundo.
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El aumento de las temperaturas desencadenó una expansión agrícola muy importante, ya que se pudieron cultivar terrenos que hasta entonces eran demasiado fríos para ello. Los vikingos también se vieron muy beneficiados, ya que la desaparición del hielo en algunos lugares del norte les permitió seguir expandiéndose. Además, ocurrió algo similar en el sur. Lamentablemente, en América, terreno aún sin descubrir por los europeos, algunas poblaciones, como la azteca, tuvieron que lidiar con grandes sequías que sí que complicaron mucho sus vidas.
Es algo similar a lo que ocurre ahora con el cambio climático. Los efectos no son igual de malos en todo el mundo, aunque con el tiempo no podrá sacarse nada bueno de su existencia.
Castillos a prueba de olas de calor
Los primeros castillos, antes de la Edad Media, se construían con madera. Lamentablemente, esta se pudría con el paso del tiempo y era muy vulnerable a los incendios. Estos podían producirse de forma deliberada por ataques con fuego, pero también por accidente, pues debemos recordar que se alumbraban con velas y antorchas.
Por eso, los castillos medievales comenzaron a construirse con piedra. Era un material mucho más resistente, pero además hacía que las estancias fuesen mucho más frescas. En invierno era necesario recurrir a chimeneas en la mayoría de las habitaciones y otros trucos para calentar las estancias, pero en verano ya estaban perfectamente climatizadas.
Las personas más humildes normalmente tenían casas de madera o barro mezclado con estiércol, en las que era más difícil controlar la temperatura. No obstante, si en la zona había suficientes canteras, podrían añadirse a las estructuras armazones de piedra que las hacían más resistentes y frías.
El principal problema de las olas de calor en la Edad Media se daba en el exterior de las casas. Por lo tanto, era muy importante cuidar la vestimenta.
Para evitar los daños del sol en la cabeza y la cara, los médicos de la época recomendaban el uso de sombreros de ala ancha para los hombres y pañuelos de lino para las mujeres. Los campesinos, tanto hombres como mujeres, solían usar sombreros de paja. También era habitual el uso de sombrillas.
El objetivo, lógicamente, no era evitar el cáncer de piel, pues no se sabía nada al respecto. Lo que se buscaba era prevenir el bronceado, pues se consideraba un símbolo de baja clase social. En cuanto a las ropas, si bien los campesinos a veces recurrían a la desnudez, era algo muy mal visto en esa época. Por eso, las personas de clases más altas empleaban ropas de tejidos ligeros, a menudo formando cortinas mediante joyas y complementos que permitían el paso del aire.
Los efectos de las olas de calor sobre la salud
Además del bronceado, las personas de la Edad Media querían evitar las consecuencias negativas del calor para la salud. El escolástico franciscano Bartolomé Anglico llegó a escribir que cuando el sol estaba más alto se generaba un exceso de bilis amarilla que aumentaba los episodios de ira. Hacía referencia a la típica incomodidad que todos sentimos con el calor, pero obviamente no conocía bien los motivos.
También se temían los daños de las quemaduras solares. La famosa médica medieval Trotula Ruggiero formuló un bálsamo de alcanfor para prevenir esas quemaduras. Sería uno de los primeros precursores del protector solar actual. Al ser oscuro, absorbía la radiación y evitaría que parte de ella llegase a las células. Pero no es ni mucho menos seguro. No lo uses hoy en día.
Si ya se había producido la quemadura, otros médicos tenían sus propias recetas para aliviar el dolor y ayudar a cicatrizar. Por ejemplo, se aconseja hervir en mantequilla hojas de hiedra tiernas y untar el resultado sobre la quemadura.
Si tienes mucho calor, báñate en el río
En verano, sobre todo en épocas de olas de calor, era habitual que la población acudiese a los ríos a bañarse en el agua fría. Ocurría tanto en los entornos rurales como en las ciudades. Pero había un problema: muy pocas personas sabían nadar.
Esto llevó a que las autoridades de París tuviesen que prohibir a los vecinos bañarse en el Sena después de que se produjesen varios ahogamientos. Además, la gente solía bañarse desnuda. Ya hemos visto que en esa época la desnudez comenzaba a ser tabú y considerarse exhibicionismo, por lo que eran muchos los motivos para prohibirlo.
Para terminar, en la Edad Media el verano era una época en la que aumentaban los casos de incendios, exactamente igual que ahora.
La situación llegó a ser tan alarmante en esa época de olas de calor que algunas ciudades tuvieron que tomar medidas extraordinarias. Por ejemplo, los vecinos de París tenían ollas con agua junto a la puerta de sus casas para sofocar cuanto antes el fuego si se daba el caso.
En España, además, en algunos bosques se prohibió realizar fogatas en verano, exactamente igual que ahora.
Puede que la Edad Media, en lo que concierne a combatir las altas temperaturas, no fuese tan diferente. Pero las causas de sus olas de calor son muy distintas a las nuestras. El cambio climático es una realidad y no sirve de nada que miremos para otro lado.
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