Ángeles Cruz ha sufrido en carne propia la discriminación, el odio y el rechazo. Incluso, la violencia le arrebató lo que más amó en la vida. Pero, a pesar de todo lo malo que ha vivido, en su rostro siempre se dibuja una gran sonrisa por las bendiciones que recibe día a día, en sus ojos se proyecta un anhelo de esperanza y su semblante siempre es de una mujer valiente, que lucha incansablemente por disfrutar de su trabajo, de su vida, de los que la rodean.
Quien no la conoce, podría pensar que Ángeles es una mujer seria, sin embargo, es todo lo contrario; aprovecha cada momento para reír y así era desde niña.
Nació el 22 de septiembre de 1970, en Villa Guadalupe Victoria, Oaxaca. Por su mente nunca pasó ser actriz, ni desarrollarse dentro del mundo del cine; la fama no le llamaba la atención, de hecho pensó en estudiar Ingeniería agrónoma, ya que para ella, su tierra lo es todo.
“Yo era una niña muy feliz, muy contenta, me encantaba ir al río a nadar, subirme a los árboles frutales y comer hasta empacharme de capulines, duraznos y peras y recorrer los montes, comer un molito de honguitos que hacen delicioso en mi pueblo. Me recuerdo llena de lodo trepando en los árboles, jugando con mis amigos, corriendo atrás de un conejo en medio del cerro para ver si lo atrapábamos”, recordó Cruz con alegría.
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“Mi juego era aventarme ahí en las dunas para simular una resbaladilla y después, evidentemente, yo quería estudiar Ingeniería agrónoma para sembrar árboles, para dedicarme al campo, pero cuando le dije eso a mi mamá, me dijo que primero terminara la prepa”, agregó.
Para concretar sus estudios básicos, la familia de Cruz emigró a Oaxaca capital, ahí se topó con la preparatoria de Bellas Artes y todo su mundo cambió, tuvo un fuerte acercamiento con el arte, la música, la danza y el teatro.
UNA ACTRIZ OBSERVADORA
Ángeles Cruz estudió actuación en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y emprendió su carrera como actriz en 1994 participando en proyectos como “El jardín del Edén”, “La hija del puma”, “El anzuelo” (1996) y “La otra conquista” (1998).
Entre sus primeros trabajos destacaron los que realizó en televisión, en melodramas como “Cuando seas mía” (2001), “La duda” (2002), “Alma legal” (2008), “Capadocia” (2008) y unitarios, principalmente en “Lo que callamos las mujeres” y “Un día cualquiera”.
La actriz tiene un amor-odio con la televisión, ya que durante el tiempo que trabajó, se percató que se lleva un ritmo de vida totalmente distinto al que ella pensaba, por lo que aprovechó al máximo su incursión en la pantalla chica para aprender de cada una de las herramientas otorgadas para luego ella emprender sus propios trabajos.
“Siento que en la televisión aprendes a resolver muy rápido y me di cuenta que también mis tiempos son distintos, que no soy una actriz que me guste resolver o improvisar todo el tiempo, soy una persona más mesurada en ese sentido, me gusta más la observación, me lleva más tiempo entender las cosas, no tengo la palabra rápida, ni la mente ágil, ni me gusta resolver por la superficie, me gusta que las cosas se asienten de otra manera.
“Pero la televisión me sirvió para eso, para un entrenamiento, para conocer personas, es un músculo que ejercitas y que después ya puedes decir: ‘ok, ya lo aprendí, gracias’. A mí lo que me gusta hacer es cine, me gusta disfrutar, cantar, todo el proceso, disfruto muchísimo eso”, expresó.
En el rubro cinematográfico participó en “Zapata. El sueño del héroe” (2004); “El violín” (2005) y “Marcelino pan y vino” (2010).
DE LA IMAGEN A LA ESCRITURA
Para 2012, Ángeles Cruz incursionó en el guionismo y la dirección de cine con “La tiricia o de cómo curar la tristeza” (2012), con la que ganó su primer Ariel a Mejor Corto de Ficción en 2013, su segunda historia escrita fue “La carta”, un cortometraje que cuenta la vida de “Lupe”, que regresa a su comunidad después de años de ausencia y tiene un reencuentro con su mejor amiga “Rosalía”.
“Al principio fue un poco difícil darme cuenta del trabajo que estaba haciendo como actriz, difícil porque lo gozaba, pero al mismo tiempo me preguntaba si los personajes que estaba haciendo no eran demasiado parecidos unos tras otros. Las historias que se me ofrecían eran demasiado similares, entonces me empecé a cansar de esta camisa de fuerza que yo sentía estereotipada, empecé a darle la vuelta y a modificar un poco mi estar dentro de esta profesión”, aseguró Cruz, una mujer orgullosamente mixteca.
Sus recientes trabajos como actriz fueron “Tamara y la catarina” (2016), cinta que la hizo acreedora a un premio en el Festival de Cine Huelva y participaciones en series como “El Chapo” (2017), “Un extraño enemigo” (2018), “Malinche” (2018) y “Aquí en la tierra” (2018).
En 2021 debutó como guionista y directora de un largometraje titulado “Nudo mixteco”, una película que alberga tres historias diferentes, de confrontación, incertidumbre, dolor, abusos y señalamientos, todas entrecruzadas dentro de una comunidad de la mixteca oaxaqueña, regida por usos y costumbres.
“Cuando empecé a escribir y a dirigir, todo cambió, me moví de lugar y eso le hizo muy bien a mi espíritu porque recuperé la emoción de trabajar en esto, el asombro nuevamente, el gozo de la interpretación, de la escritura, de la dirección, de abrir la mirada hacia otros lados”, dijo Cruz, quien siempre busca crear historias para su comunidad y que retraten a muchas de las personas con las que creció; seres humanos reales.
Con “Nudo mixteco”, la directora ganó el Ariel a Mejor Ópera Prima y, para su siguiente largometraje “Valentina o la serenidad”, que está por estrenar en septiembre, tiene otra nominación a los premios Ariel en la terna de Mejor Guion Original, en la edición de este año.
MOMENTOS AMARGOS
No todo es felicidad en la vida de Ángeles Cruz. La muerte de su hermano José Román, en noviembre del año pasado, durante una emboscada en San Miguel El Grande, fue un gran dolor. Él era encargado de buscar locaciones para los rodajes de Ángeles; su comunidad está enfrentando momentos de violencia muy difíciles por un conflicto agrario y territorial y eso la obligó a salir de esas tierras, pues llegó a temer por su vida.
“En mi caso yo no tengo nada que perder, ya perdí a un hermano asesinado, lo denunciamos a tiempo, denunciamos que corríamos peligro, el Gobierno (de Oaxaca) hizo caso omiso de nuestro miedo y siento que la rabia para mí es algo muy poderoso que me está impulsando a preguntar muchas cosas: ¿No investigan? ¿Por qué no hacen su trabajo? ¿Por qué están faltando al mandato que les da la sociedad para cuidar este país?”, cuestionó.
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“La rabia, para mí ahorita, es parte de mi alimento, de mi fuente de inspiración y también del dolor, finalmente mi hermano me acompañó en todos mis trabajos como gerente de locaciones, él era el abridor de caminos porque iba adelante. Él me sigue acompañando y yo tengo que seguir trabajando ahorita con un desplazamiento forzoso del territorio donde me gustaba filmar, donde está enterrado mi ombligo y que no puedo hacerlo por una cuestión de seguridad”, lamentó.
La artista oaxaqueña continúa trabajando y está por estrenar “Como agua para chocolate”, serie basada en el libro de Laura Esquivel en la que actúa y está escribiendo una película en donde refleja todo lo que sucede actualmente en su pueblo.
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