La película Her debutó en los cines hace más de una década, en el año 2013. Por entonces, Apple lanzaba el iPhone 5s, Samsung hacía lo propio con el Galaxy S II Plus y, en el terreno de los ordenadores aún restaban dos años para el lanzamiento de Windows 10. Con estos ejemplos damos cuenta de una realidad evidente: la industria tecnológica era muy diferente a la de 2024. A pesar de esto, el film escrito y dirigido por Spike Jonze tuvo aciertos increíbles. En poco más de dos horas, exhibe hábitos digitales que en aquel año pertenecían al terreno de la quimera. Tanto, que luego del estreno no dudamos en calificarla como una “obra monumental de la ciencia ficción”.
Aquello que en 2013 era un delirio de la imaginación —y que Her retrató bellamente— ahora es una realidad en la industria tecnológica. La ficción se convirtió en ciencia. El diálogo fluido con máquinas, los paseos diarios en entornos virtuales, incluso el amor entre humanos y entidades inertes. En otras palabras, es válido decir que Jonze anticipó con espectacular tino el auge de la inteligencia artificial generativa.
Para desprevenidos, la película Her —aquí los detalles en IMdB— se centra en la vida de Theodore Twombly, un hombre solitario que atraviesa días de melancolía tras distanciarse de su expareja. Al vincularse con un sistema operativo inteligente —que tiene voz de mujer y se llama Samantha—, él recupera la alegría. No solo hay fraternidad: el humano y el software inician una relación sentimental, sorteando las dificultades que derivan de sus diferencias. La principal e irremediable: él tiene cuerpo y ella no. Por otra parte, Theodore jamás alcanzará la inteligencia y habilidades de su compañera.
Scarlett Johansson nos recuerda que la película Her anticipó el futuro
A fines de mayo, fuimos testigos de un enfrentamiento impensado entre Scarlett Johansson y OpenAI. ¿Qué ocurrió? La actriz estadounidense acusó a los creadores de ChatGPT de haber copiado los matices de su voz para una asistente que se añadió al chatbot. Un detalle importante, antes de seguir: Johansson es quien interpretó a la encantadora Samantha en la película Her, en su versión en idioma inglés.
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La blonda emitió un comunicado apuntando contra OpenAI. Aseguró que el propio CEO de la organización, Sam Altman, la contactó antes del lanzamiento de ChatGPT-4o proponiéndole que ponga su voz para una de las versiones femeninas. Ella rechazó el trabajo y, sin embargo, cuando la función se lanzó, se encontró con la sorpresa. “Escuché la demo y quedé en shock”, dijo. En su defensa, Johansson citó un tuit previo al despliegue del nuevo modelo de IA, en el que Altman escribió una única palabra: “Her”. Tras el revuelo, la organización estadounidense eliminó a Sky, la voz de la polémica.
Más allá del conflicto propiamente dicho, este pleito refuerza lo que aquí queremos contar. Que la película Her anticipó el futuro de la tecnología. Ahora bien, en un examen minucioso del film podemos encontrar una buena cantidad de aciertos y algunos errores. ¿O será que aquello que ahora percibimos como “errores” son, en verdad, avances que se concretarán dentro de un lustro o una década más? Así, el filme protagonizado por Joaquin Phoenix se habrá adelantado a su tiempo no 10 años sino, tal vez, unos 20.
Una película que anticipó el futuro de la tecnología
Cuando estrenó la película Her, Siri tenía apenas dos años de recorrido en los iPhone. Alexa de Amazon ni siquiera había sido lanzado: eso ocurrió en el 2014. El asistente de Google recién llegaría al mercado en el 2016. Así, una de las proezas de Spike Jonze fue elevar a la máxima potencia el vínculo entre la tecnología y los humanos. En escenarios que parecen futuristas, ha mostrado aquello que ahora vivimos inmersos en el auge de la inteligencia artificial generativa.
Cuando Theodore encuentra por primera vez un anuncio de OS 1 —el sistema operativo que luego se convierte en Samantha, del que más tarde se enamora hasta los huesos—, en el anuncio lo promocionan del siguiente modo. “Es el primer programa artificialmente inteligente. Es una conciencia”. ¿Acaso esto no se parece —mucho— a lo que ahora escuchamos respecto a ChatGPT, Gemini y afines?
En la voz de Johansson corroboramos muchos otros aspectos que nos permiten confirmar que la película Her se anticipó, al menos, una década a su tiempo. “Leí 180.000 nombres de bebés en dos centésimas de segundos”, dice Samantha cuando su usuario, Theodore, le pregunta por qué eligió llamarse así. “El ADN de quien soy se basa en la personalidad de miles de programadores”, explica en otro pasaje. Resúmenes excelentes para comprender, en parte, cómo operan los sistemas de inteligencia artificial, incluso los que ahora están en boga.
El filme está colmado de guiños nostálgicos. Por ejemplo, el protagonista masculino trabaja en una compañía que redacta cartas con letra manuscrita. Préstese atención, además, al singular y antiquísimo gancho que usa Theodore para que su teléfono plegable —otro acierto— sobresalga de su bolsillo.
Amén del detalle, nótese la similitud de esa posición del dispositivo con Ai Pin, un equipo con IA desarrollado por la firma Humane. Ese producto se postuló como una revolución y, sin embargo, en su primer despliegue recibió más críticas que aplausos. Como fuere, es interesante notar ese otro adelanto de Her. ¿O será que la tecnología en ocasiones se inspira en la ficción?
Hay otro acierto que se deja entrever. Cuando hacia el final de la película desaparece Samantha —de hecho, se retira el sistema operativo del mercado— reina la desolación entre los usuarios. El guion no lo dice, pero podemos suponer que ha llegado la regulación. Sí, una variable que ahora también se debate, conforme los modelos de IA generativa ganan protagonismo y poder, con sus encantos y también con los riesgos que derivan de su uso.
¿En qué «erró» la película Her?
Con el prisma de 2024, seremos injustos con el guion de Jonze y señalaremos algunos obstáculos con los que se topó su imaginación futurista. Sin embargo, en el epílogo de esta sección, le daremos la derecha al ideólogo de la película Her.
Acaso para añadir tintes dramáticos al argumento —especialmente en la segunda mitad del filme— Samantha expresa un malestar evidente, derivado de su deseo. “¿Qué se siente estar vivo, en ese cuerpo?”, pregunta a su compañero. En una instancia reveladora de la cinta, consigue a una mujer de carne y hueso para que tome su rol en un acto sexual con Theodore, con resultados inesperados para ella. El problema aquí es que la inteligencia artificial no desea. Esos modelos tampoco fueron diseñados para engañarnos o mentir con el propósito de generar empatía. Samantha lo hace varias veces en la película Her, para que Theodore se aparte de su melancolía. Más adelante, el sistema operativo inteligente dice: “Me has ayudado a descubrir mi habilidad para desear”.
Tal como señalamos, en esta instancia las IAs no tiene voluntad ni deseo. Mientras avanza la idea de una inteligencia artificial general, ¿es posible que Jonze de haya adelantado más de diez años y que aquello que muestra Her recién lo veamos más adelante? ¿Qué dirán las sociedades de 2030 o 2035 cuando repasen nuevamente este argumento?
Una película que asomó con humildad y luego conquistó al público
Hay un detalle interesante en el detrás de escena de la película Her. De acuerdo a las crónicas acerca del proyecto, Jonze lo concibió inicialmente a principios de siglo luego de leer un artículo sobe un sistema de mensajería que permitiría chatear con una inteligencia artificial. Es decir, el cineasta concibió su idea mucho antes del despliegue general de los asistentes de voz.
Her tuvo su debut oficial en el Festival de Cine de Nueva York, en octubre de 2013. En una primera instancia, la productora planteó un estreno en pocas salas, pero el público recibió con gran agrado a la película: recaudó 48 millones de dólares, duplicando el presupuesto de producción. En la 86° edición de los Premios Óscar se llevó el galardón al mejor guion original e hizo lo propio en los Globo de Oro de 2014.
Hay otro aspecto inquietantemente revelador en la película Her. No solo adelantó el estado actual de la inteligencia artificial; también se animó a abordar un tabú: el amor entre los humanos y las máquinas. No nos referimos con ello a la adoración por un dispositivo, sino a la posibilidad de que en el mundo real ocurran relaciones similares a las que en la pantalla mantuvieron Theodore y Samantha. El caso de los robots sexuales e incluso los matrimonios con holografías son apenas algunas muestras de cómo Jonze se anticipó a su tiempo. Incluso a este 2024.
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