La Habana/Cuando Isabel viajó por primera vez a Italia, llevó consigo dos,, para su prima. El tradicional postre fue recibido por la familia en Milán como un manjar perdido que volvían a degustar. Este año, ante la falta de azúcar y el alza del precio de las frutas en Cuba, han sido sus parientes emigrados quienes le han traído a La Habana un producto similar pero de la marca estadounidense Goya.
«Esto era lo menos que te podía comer de postre hace unos años», cuenta Isabel, de 81 años, a 14ymedio. «El pan con timba era sinónimo de carencias, de que no había más nada dulce que meterse en la boca», asegura esta habanera que recuerda al peculiar bocadito que en lugar de llevar jamón o algún ingrediente más selecto, contaba con una lasca de guayaba en conserva.
«Cuando yo era niña eso era casi una manera de insultar a la gente, decirles que lo que comían era pan con timba. Quién nos lo iba a decir que ahora estaríamos babeándonos por meterle el diente a uno de esos, porque el pan está carísimo, la guayaba también ha subido y de la azúcar mejor no hablar. A esa hay que reservarla para el café, no se pueden estar haciendo dulces caseros».
Persistente como pocos productos agrícolas, la guayaba se mantiene todo el año en las tarimas de los mercados cubanos. Si se instaura una emulación al producto que ha sorteado con mayor éxito los excesos de estatización, las sequías, los huracanes, el éxodo de fuerza laboral en los campos de la Isla y las plagas, el galardón recaería sin dudas en esta fruta de semillas pequeñas y duras, corteza que se puede comer y un olor incomparable.
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Sin embargo, su constancia también ha encontrado obstáculos y en el último año la inflación la ha alcanzado. Este mes de junio, en el mercado Plaza la Calzada de la ciudad de Cienfuegos, una libra de guayaba costaba 80 pesos, 20 más que el mismo mes del año anterior. Aunque no es de los alimentos que más ha subido, su precio la ha excluido de muchos hogares y producciones particulares.
Algunos productores de barritas de guayaba han tenido que parar sus actividades por la falta de insumos
«Tengo todo, las cazuelas, el fogón instalado en el patio y los moldes, pero lo que no tengo es la materia prima», enumera un productor de barritas de guayaba de la zona de Güines, en Mayabeque, que prefiere el anonimato. «Por años y años mi familia comió de este negocio, hasta mis hijos cuando eran chiquitos participaban en todo el proceso, también hacíamos mermelada. Crecieron, como quien dice, con la barrita de guayaba bajo el brazo».
En las carreteras y caminos más cercanos, la familia de este emprendedor se apostaba con una combinación irresistible para los cubanos: «Ofrecíamos queso blanco y guayaba, paraban muchos carros, en un día vendíamos cientos de pesos, cuando eso era mucho dinero, ahora ni con miles de pesos que logres puedes mantener este negocio. Ya mi casa no huele a guayaba porque toda la producción la tenemos parada».
La parálisis en la producción se debe, fundamentalmente, al precio del azúcar, asegura el güinero, pero señala también al encarecimiento de la fruta. «La gente cree que la guayaba se da casi jíbara, que no hay que cuidar mucho las matas pero no es así, necesita riegos y abono, no vive del aire», apunta sobre los cuidados que demandan los arbustos, que apenas rebasan los seis metros de altura pero pueden llegar a tener una abundante producción anual.
«Se han perdido variedades, antes era más común encontrar la guayaba de masa blanca o amarilla, pero ahora por toda esta zona lo que hay es la más común, la que es rosada o casi roja por dentro», reflexiona. «También se veía mucho la guayaba que tiene forma de pera, pero ahora las matas que están dando casi todas son de guayabas redondas, hemos tenido muchos problemas con las plagas, los ácaros y los insectos».
Los campesinos que cultivan el fruto «necesitan medios y productos para combatir las enfermedades de las matas», considera el emprendedor. Pero la mayoría de insumos agrícolas que venden las tiendas estatales solo se pueden adquirir en divisas. «Se pasan la vida metiendo guayabas [mintiendo] con que si nos dan esto o nos dan lo otro, pero a estos campos no ha llegado nada de lo que dicen en la televisión».
Lamentablemente la subida de los precios y la falta de recursos ha llevado a que «varios campesinos de esta zona están dejando la guayaba para autoconsumo y para dársela a sus puercos, porque procesarla es muy caro y sacarla de aquí, nada más los que se gasta en combustible, ya no vale la pena».
Si la barrita y la mermelada se han resentido con estos vaivenes en la producción, traslado y comercio del fruto, ¿qué se puede esperar de los casquitos de guayaba, erigidos militantemente por muchos como el mejor postre tradicional cubano? Hace años, el preciado dulce se refugió en las cocinas de los restaurantes gourmet y en los hogares más acomodados de la Isla. Pero la inflación también le está pasando factura a esa receta.
«El plato de casquitos de guayaba nos costó 1.500 pesos en un restaurante privado de La Habana Vieja, pero tenía que darme ese gusto porque hacía años que no los comía», reconoce Isabel que este mes de mayo recibió la visita de su prima radicada en Milán. La familia cubana italiana la invitó al exclusivo local y, además, le trajo un regalo especial: dos barritas de guayaba marca Goya.
«Al principio pensé que no iban a tener el mismo sabor, que no iban a ser como las cubanas, pero nada más que me puse el primer pedazo en la boca me transportó a mi niñez», reconoce la habanera. «Me acordé que me sentaba en el quicio de la puerta a mirar la gente pasar por la calle y mi mamá me traía un pan con timba. Qué tiempos aquellos».
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