Solo 40 de los más de mil museos que tiene México son accesibles para las personas con discapacidad. Algunos lugares se resisten a romper esas barreras.
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Escucha este especial con producción de José Luis Plasencia.
Julian Vásquez
A diario las personas con discapacidad enfrentan retos para realizar actividades básicas como comprar comida, ir al baño o visitar museos por la falta accesibilidad de los lugares.
Angélica Lenz es legalmente ciega, cada año su visión disminuye, y había perdido el gusto por ir a los museos hasta que algunos comenzaron a realizar recorridos para personas con discapacidad.
“Cuando cada vez perdí más y más vista, como que le perdí un poquito el gusto, y desde que ya se organizan guías y recorridos para personas con discapacidad visual retomé ese gusto nuevamente”.
Paulina Romo es una persona de talla baja y también ha enfrentado problemas de acceso en los museos.
“Cuando vamos al baño el lavabo no está a nuestra altura. En mi caso, lo que a veces hago y que de plano no alcanzó, pues sí es pedir ayuda”.
Ellas forman parte del 16 por ciento del país que tiene alguna discapacidad. ¿Cómo podemos dejar de excluir a estas personas? La clave está en la accesibilidad.
Brenda Gutierrez, arquitecta y jefa de Unidad Departamental de Asesoría en Accesibilidad del Instituto de Personas con Discapacidad de la Ciudad de México, la describe así:
“Es la capacidad que tenemos de aproximarnos, de ingresar, de hacer uso y salir de un espacio o en este caso un recinto, museo siendo autónomos.
Que sea de manera sencilla y que, sobre todo, se respete la autonomía de las personas. Ya en el tema específico del museo, el contenido de la exposición, cómo se va a presentar la información”.
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Personas con discapacidad no tienen garantizado su derecho de acceso a los museos
La Corte Iberoamericana de Derechos Humanos (CIDH) garantiza el acceso a estos recintos como un derecho. Sin embargo, las personas con discapacidad aún están lejos de disfrutar su museo favorito.
En México, los más de mil 170 museos que existen deben asegurar que todas las personas tengan acceso a sus espacios con manuales de obras técnicas de accesibilidad, explica Brenda Gutiérrez.
“Es un marco técnico que nos permite conocer sobre el diseño. También en materia de capacitación, modificación o rehabilitaciones que se hagan a un espacio arquitectónico y también el mejoramiento del entorno físico. Otro documento que nos puede apoyar es el Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal.
Ya en un tema más amplio, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en el artículo ocho en materia de toma de conciencia, básicamente esos son los lineamientos o documentos a los que nos podemos referir”.
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A pesar de estar publicado en al menos tres documentos oficiales, el derecho a la accesibilidad está garantizado sólo en 40 de los más de mil museos del país, todos de la capital.
Además, no existe una cifra oficial sobre museos con accesibilidad en el resto de la República. Denisse Hernández, asesora por la inclusión en la Coordinación Nacional Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia, menciona que esto se debe a una falta de interés en ciertos espacios.
“Me consta que en el área de Recursos Educativos de los museos la gente que está ahí quiere hacer cosas. Pero de repente quiénes están a cargo de la dirección de los museos no son tan abiertos para ello, porque dicen “es que no viene mucho público con discapacidad, para qué hacemos un gasto en esto si no se va a usar tanto”. Pero al mismo tiempo la gente con discapacidad dice “es que yo no voy porque no hay adaptaciones, no hay adecuaciones para que yo pueda acceder al contenido del museo”.
¿Que caracteriza a un museo accesible?
Sin embargo, cada día más museos se unen a la cultura de la accesibilidad, como el Museo Nacional de la Revolución. Liliana Nava, una de sus curadoras, nos cuenta cuáles son algunas de sus adaptaciones.
“Nosotros tenemos rampas para accesibilidad para personas con discapacidad motriz. También, en cada una de las salas tenemos unos módulos de inclusión móvil, que la característica que tiene cada uno de ellos es que está hecho para débiles visuales, para personas ciegas y para algunas personas con trastornos mentales.
Digamos que a través de ilustraciones gráficas y elementos táctiles podemos dar a conocer el contenido de las salas a estas personas”.
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Uno de los retos a superar es el tema histórico. Aunque museos ubicados en recintos de más de 100 años de antigüedad quieran adaptarse y ser incluyentes, los frenan normatividades y presupuestos. Hablan Brenda Gutiérrez y Denisse Hernández.
“En cuestiones de remodelación, pues sí, resulta muy costoso aplicarlo, incluso imposible por la normatividad que se maneja o por los lineamientos que tienen dentro de esos recintos.
Sí se pueden realizar algunas adecuaciones, como establecer las alturas de las vitrinas para que sean accesibles visualmente para alguien con silla de ruedas o de talla baja; los espacios que hay entre los muebles para que quepa una silla de ruedas, así es como se pudiera mover un poco sin que se tenga que intervenir como tal el edificio”.
Otra de las tareas es que la cadena de accesibilidad se aplique para todos. Si bien una rampa, barandales o audiodescripciones son necesarias, la población discapacitada va más allá de aspectos físicos.
La arquitecta Brenda Gutiérrez es una persona con discapacidad psicosocial, ella y Denisse Hernández, también licenciada en educación especial, comentan algunas alternativas para que visitantes neurodiversos puedan encontrar su museo favorito.
“Como las líneas arianas o los wayfinding que son líneas de colores que nos permiten llegar de un punto a otro, por ejemplo. Mapas hápticos, también, mapas que nos indican por medio de zonificaciones y colores texturas y cambios de relieve.
La lectura fácil es poner en oraciones concretas y sencillas la misma información que está en una cédula y que nosotros podamos leer ahí en párrafos, es la misma información pero resumida y con enunciados concretos. Sirve para público con discapacidad intelectual o para personas neurodivergentes, pero también ayuda a los niños para que puedan entender mejor”.
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Más museos con sus puertas abiertas y accesibles no sólo generan más visitas, también fomenta la curiosidad por la ciencia, historia, arte y desarrolla habilidades sociales.
El historiador Eduardo Cordero ha participado como guía de museos con personas con discapacidad visual en el Museo del Virreinato. Él es testigo de cómo un museo integra personas.
“Las personas pudieron platicar entre ellas. Es muy importante que exista una interacción, porque las personas con discapacidad visual son una población muy compleja. Muchas de estas personas están dotadas de una inteligencia, una necesidad de aprender como cualquier persona. La única diferencia es que no pueden ver o tiene la movilidad, la visibilidad, reducida”.
Un museo accesible no solo integra personas a espacios físicos, también rompe las barreras culturales, crea comunidad y anima a que personas con discapacidad alcen su voz y hagan valer su derecho por disfrutar de espacios públicos.
“Sólo que hubiera las cédulas en braille para describir las obras, sino también considero muy importante que al inicio del museo en la entrada haya como una reseña del mismo museo una especie de escalón o plataformas donde eso.
Qué haya algo que nos haga como alcanzar a agarrar las cosas o no sé. Había pensado también como una manita para que las personas detalla de baja puedan bajar de las cajas el papel del baño, porque por ejemplo, yo cuando yo voy al al supermercado yo algunas cosas no puedo bajar y creo que este fue el riesgo de que si yo intento subirme”.
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