La existencia de campos magnéticos en el espacio está más que demostrada. De hecho, tiene mucha relación con las auroras que pudimos disfrutar recientemente en lugares super alejados de lo que viene siendo habitual. Sin embargo, el origen y la evolución de esos campos magnéticos ha sido un misterio durante mucho tiempo. Por suerte, cada vez hay más respuestas, como la que acaban de aportar dos científicos chinos en relación con los campos magnéticos de la Vía Láctea.
Uno de ellos, el profesor Han, lleva tras la pista de estos campos magnéticos desde 1997. Aquel año descubrió algo interesante: “una antisimetría de los efectos de Faraday de las fuentes de radio cósmicas en el cielo con respecto a las coordenadas de esta galaxia”. Ahora veremos qué significan todos esos términos. Para él, en su día, esto demostraba que los campos magnéticos en el halo de la Vía Láctea tienen una estructura de campo toroidal, ya que sus direcciones se encontraban invertidas por debajo y por encima del plano galáctico.
El problema es que no pudo calcular el tamaño de estos toroides ni la fuerza de sus campos magnéticos. Por lo tanto, al rompecabezas sobre los campos magnéticos espaciales le quedaban muchas piezas por poner. Ahora, gracias al avance en las técnicas de observación, Han y su colega el profesor Xu han podido colocar algunas piezas más.
Conceptos clave para comprender las piezas que se acaban de colocar
El efecto Faraday hace referencia a la desviación del plano de Ia luz polarizada al atravesar un material transparente sometido a la acción de un campo magnético intenso. Por eso, en su día Han se basó en el análisis del efecto Faraday de la Vía Láctea para estudiar mejor su campo magnético. Al analizar cómo se desvía la luz polarizada, se podía entender qué estaba ocurriendo.
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Las desviaciones que descubrió solo se explicarían con un campo magnético con forma toroidal, como de disco. En el dibujo inferior se ve mucho mejor.
Una vez realizado este hallazgo le quedaba saber hasta dónde llegaba ese campo magnético y cuál era su intensidad. Ha necesitado muchos más años para dar una respuesta, pero por fin la tiene, gracias a unas estrellas muy valiosas en el estudio del magnetismo: los púlsares.
Púlsares para analizar los campos magnéticos en nuestra galaxia
Los púlsares son estrellas de neutrones que rotan muy deprisa y se encuentran altamente magnetizadas. Tienen muchísimas funciones en astronomía. Por ejemplo, se han usado para mapear el espacio, ya que su brillo disminuye con el cuadrado de la distancia a un punto concreto. Además, emiten luz polarizada, de modo que pueden ayudar a calcular el efecto Faraday.
Estos científicos chinos querían comprobar si los campos magnéticos más allá del sol seguían teniendo estructura de toroide. Y para eso la mejor opción era contar con la mayor cantidad posible de datos procedentes de púlsares.
El profesor Xu recopiló todos los datos de medición de la rotación de Faraday en los últimos 30 años. Así, los dos colegas pudieron comprobar que el fenómeno detectado en el halo de la galaxia, conocido como antisimetría, existe en todo el cielo, desde el centro hasta el anticentro de nuestra Vía Láctea. Esto implica que “los campos magnéticos toroidales de una simetría tan extraña tienen un tamaño enorme, que existe en un rango de radio de 6.000 años luz a 50.000 años luz desde el centro de la Vía Láctea”.
Este es todo un hito en la investigación sobre campos magnéticos en el cosmos. El rompecabezas va tomando forma; aunque, sin duda, aún le quedan muchísimas piezas por colocar.
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