Un tormenta geomagnética acompañada de auroras ha inundado el planeta de preguntas. Aquí te explicamos su relación y te damos respuestas.
Entre el 10 y 11 de mayo de 2024 ocurrió algo que hizo que las redes sociales se colmaran de bellas imágenes de auroras que típicamente son boreales. Pero lo que más llamó la atención es que inicialmente se presentaron en lugares de la Tierra donde generalmente no se ven, como Argentina, Chile y África. Fue entonces cuando una de las noches más esperadas para muchos llegó a Norteamérica, ya que auroras brillaron tenuemente en los cielos más oscuros y fueron capturadas por las cámaras, revelando sus increíbles colores, principalmente magentas salpicados de verde. Esta es la por la que una tormenta geomagnética puede provocar auroras boreales y australes.
Cómo se genera la energía en forma de luz que nos llega del Sol
Nuestra estrella es un reactor termonuclear que fusiona átomos de hidrógeno en helio y que sustenta la vida en la Tierra. Su núcleo está a unos 15 mil millones de grados y genera una presión equivalente a tener unos 4 mil millones de millones de automóviles encima. Luego le sigue una capa responsable de transferir calor generado en el núcleo a zonas más externas mediante radiación (luz), tal como cuando nos acercamos a una fogata y sentimos calor. La capa convectiva es más externa y realiza transferencia de calor por convección, como cuando calentamos agua en una olla.
La superficie del Sol (fotosfera) posee una temperatura de unos 5500 °C. Ahí se originan las manchas solares producidas por el plasma cargado eléctricamente y en movimiento, generando intensos campos magnéticos en esas regiones oscuras con una temperatura de unos 3500 °C.
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Las capas exteriores, cromosfera y corona solar, son más calientes, de unos 25,000 °C y más de 2 millones de grados, respectivamente. Explosiones conocidas como prominencias y eyecciones de masa coronal viajan por esas capas y alcanzan temperaturas de hasta 100 millones grados, comparable a la energía que se liberaría con 100 bombas de hidrógeno. Todo esto se mezcla con partículas cargadas eléctricamente en el viento solar y afectan a lo que llamamos clima espacial.
A todo lo anterior sumemos que el Sol tiene ciclos de máximos y mínimos de actividad de 11 años y que 2024 es un año en el que ha comenzado un máximo.
Gigantescas eyecciones de masa coronal, una tormenta geomagnética y coloridas auroras boreales
El Sol empezó a registrar más actividad desde el 8 de mayo y se detectaron enormes manchas solares en las que la Tierra cabe más de 10 veces. Posteriormente se presentaron 7 colosales eyecciones de masa coronal, responsables de la geotormenta de máxima intensidad que se experimenta desde el 10 de mayo.
Una geotormenta magnética se origina por una intensa actividad del Sol, así como por la interacción del viento solar con el campo magnético y la ionosfera terrestres. El campo magnético de nuestro planeta dirige a las partículas del viento solar, en su mayoría electrones que alcanzan velocidades de 72 millones de kilómetros por hora; mientras que la ionosfera es una capa alta de la atmósfera cargada eléctricamente que aumenta o disminuye su grosor según la energía que recibe, además, en ella rebotan las señales que utilizamos para las telecomunicaciones.
The X5.0 solar flare from sunspot region 3536 is the strongest solar flare since Sep. 2017. The resulting coronal mass ejection is impressive but based on the latest LASCO imagery and the location of the eruption, unlikely to impact Earth. pic.twitter.com/EUJQWbBrO3
— SpaceWeatherLive (@_SpaceWeather_) January 1, 2024
Como luces de neón
Ahora pensemos en las luces de neón que brillan según el gas que contienen al suministrarles energía (electrones) y que regresan al estado que les cuesta menos energía (base), dándoles su color característico. De esta manera, los colores de las auroras se deben a los átomos en la ionosfera que son “golpeados” por los electrones viajando con el viento solar. A pesar de que no hay tantos átomos de oxígeno a mayor altitud (300 a 500 km), estos átomos emiten un brillo magenta que requiere mayor energía y se produce en geotormentas; mientras que los de oxígeno a altitudes de 200 a 300 km presentan la tonalidad verde (la más común y para la que nuestro ojo es más sensible). Las azul y morado se producen por nitrógeno molecular, a unos 60 a 90 km de altura.
Esta es la cadena de sucesos que nos ha brindado un espectáculo que hacía muchas décadas no presenciábamos en partes más lejanas a los polos del planeta.
Este texto fue escrito por Mónica Blanco, astrofísica y divulgadora científica.
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