Algunas personas se han dejado dinerales en viajar a los países nórdicos en busca de auroras boreales, para acabar viéndolas en la puerta de su casa, mucho más al sur de lo esperado. En los últimos días, el cielo de buena parte del mundo se ha teñido de verde y rojo por la formación de auroras en lugares poco convencionales. La causa está clara: una gran actividad solar. ¿Pero qué quiere decir eso exactamente?
Sabemos que las auroras son muy habituales cerca de los polos. En el norte se conocen como auroras boreales, mientras que en el sur reciben el nombre de auroras australes. En estos lugares se forman prácticamente todos los años, aunque hay momentos álgidos en los que es mucho más fácil verlas.
La cuestión es que esos momentos a veces son tan álgidos que es posible divisarlas en lugares poco convencionales. Países como España y México, donde resulta muy poco habitual ver estos fenómenos, han disfrutado de ellas durante todo el fin de semana. Incluso puede que aún tengamos otra oportunidad. Los picos de actividad solar se dan cada 11 años aproximadamente, pero en este caso ha sido especialmente intenso. Veamos entonces qué es lo que ha ocurrido y por qué hemos podido ver el cielo de colores.
Ciclos solares, manchas y fulguraciones
El Sol es una bola de gas caliente, cargado eléctricamente, que se encuentra en constante movimiento. Dicho movimiento crea un campo magnético en torno al astro rey que no es fijo, pues va variando su intensidad a lo largo de ciclos de 11 años.
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En algunos puntos del Sol, la actividad del campo magnético es tan alta que impide que el calor interno de la estrella pase a su superficie. Eso genera una especie de parches, mucho más fríos, conocidos como manchas solares. Se les da este nombre porque, si miramos hacia el sol, los vemos como regiones oscuras. A más actividad solar, más oscuras se ven las manchas.
Las líneas del campo magnético tienen una gran actividad alrededor de las manchas solares, hasta el punto de que a veces producen pequeñas explosiones, conocidas como fulguraciones. Cuando estas se generan, salen disparadas desde la superficie solar grandes cantidades de radiación y partículas procedentes de la corona que rodea nuestra estrella. Esas fulguraciones, lógicamente, se dan en los picos del ciclo solar. Son las responsables de la formación de auroras, de ahí que no haya siempre la misma probabilidad de verlas.
¿Cómo se forman las auroras?
Las auroras se forman cuando esas partículas cargadas, procedentes de las fulguraciones solares, chocan con los gases que componen la atmósfera terrestre. Dicho impacto provoca que los átomos de los gases se exciten, liberando energía en forma de luz, cuyo color dependerá del gas en cuestión y la altura a la que se encuentre.
El oxígeno generalmente libera fotones en el rango del rojo y el verde, pero hay una pequeña diferencia. Los fotones rojos tardan casi dos minutos en liberarse. Si en ese tiempo el átomo excitado choca con otro, se detiene el proceso y el fotón no llega a salir. En las capas más altas de la atmósfera hay menos concentración de oxígeno, por lo que es más probable que los fotones lleguen a liberarse sin chocar. Con los fotones verdes ocurre algo muy diferente, ya que estos se liberan en menos de un segundo. No importa que haya muchos átomos juntos, pues la luz saldrá despedida antes de que lleguen a chocar. Por eso, en las capas más bajas de la atmósfera predomina el verde, mientras que por encima de los 240 kilómetros de altura se entremezcla con el rojo.
A veces también vemos algo de azul y violeta, procedente de la excitación de los átomos de nitrógeno, que se encuentran en mayor cantidad en capas especialmente bajas.
En definitiva, el color de las auroras depende de la altura a la que se formen. Pero aún hay una pregunta que no hemos respondido.
¿Por qué normalmente se ven cerca de los polos?
Cuando las partículas cargadas procedentes del Sol alcanzan la Tierra, chocan con nuestro campo magnético. Este es más intenso en el centro y más débil por los polos, por lo que las partículas se desplazan hacia el norte y el sur hasta encontrar un lugar por el que puedan introducirse. Esto ocurre normalmente en las áreas polares.
En cambio, cuando la actividad del Sol es muy elevada, hay una densidad de partículas cargadas lo suficiente para atravesar incluso áreas más densas del campo magnético. Es lo que está ocurriendo últimamente. Por eso vemos auroras en lugares tan poco convencionales. En cuanto a sus colores, principalmente rojizos, se deben a que están formándose en las capas más altas de la atmósfera.
La cara menos amable de las auroras
Ya hemos visto que si se forman auroras lejos de los polos significa que la actividad solar es muy elevada. Esto puede ser peligroso, ya que la radiación y las partículas cargadas eléctricamente pueden interferir con nuestra infraestructuras de telecomunicaciones. Hace dos ciclos solares, en 2003, hubo auroras preciosas, pero también varios incidentes como fluctuaciones en la red eléctrica de América del norte y cortes de energía en Suecia. Además, en Sudáfrica se destruyeron 12 transformadores eléctricos.
En esta ocasión, aunque se han registrado algunas fluctuaciones en las telecomunicaciones, no están siendo tan graves como entonces. Las auroras, en cambio, están siendo espectaculares. Por ejemplo, en España se calcula que no habían sido tan visibles desde 1938, cuando el cielo se tiñó de colores en plena guerra civil.
Esto se debe a que la actividad se está produciendo en una región de manchas solares, llamada AR3664, tan activa que incluso se pueden ver a simple vista desde la Tierra. Eso sí, si decides mirarlas recuerda usar unas gafas especiales, como las que se utilizan para observar los satélites. En cuanto a las auroras, no se necesita nada para disfrutar de ellas. Estamos acostumbrados a que el cielo nos regale espectáculos únicos cada noche, pero sin duda en esta ocasión el panorama es de lo más especial.
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