La semana pasada el gobierno de Estados Unidos eligió a los cofundadores Samourai, un monedero de bitcoin orientado a la privacidad, para enviar un mensaje contundente a los bitcoiners: la privacidad no será tolerada.
Keonne Rodriguez y William Lonegran Hill, quienes enfrentan hasta 25 años de prisión, están acusados de facilitar el lavado de dinero y operar un negocio de transmisión de dinero sin la licencia correspondiente. En realidad, su verdadero delito fue haber creado un software que permitía a decenas de miles de personas la posibilidad de estructurar transacciones de bitcoin preservando su privacidad.
A diferencia de lo que se venía dando en la discusión regulatoria, enfocada en la categoría jurídica de los cripto-tokens, y con las casas de intercambio bajo la lupa por permitir la comercialización de valores (securities) sin la licencia correspondiente, ahora el gobierno estadounidense apunta contra una manera de estructurar las transacciones de bitcoin.
- CHECALO -
Ya no se trata de lo que rodea al protocolo, sino el protocolo en sí mismo.
Antes de intentar comprender la acusación del gobierno de Estados Unidos es necesario entender que las acciones del gobierno no ocurren de forma aislada.
Una semana antes de conocerse el caso contra Samourai, el Congreso americano aprobó la extensión de la vigencia de la llamada Sección 702 de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, que permite la intervención en las comunicaciones sin la necesidad de una orden judicial.
También esa semana el Congreso aprobó una ley que prohíbe la distribución, mantenimiento o actualización de “aplicaciones controladas por adversarios extranjeros”. Una ley propia del gobierno juche de los Kim o de la Rusia soviética (aunque también aplica a la autocracia de Putin) y que lleva nombre y apellido: TikTok.
Todo es sobre el control
Estos tres eventos cuentan otra historia con un patrón que atraviesa a todas: una historia de control. Estados Unidos, en su rol de superpotencia, tiene como interés principal mantener el control. Mantener el control sobre ciudadanos de otros países, control sobre las políticas de otros países, control sobre los enemigos, y también control sobre sus propios ciudadanos. El avance contra Samourai, las comunicaciones privadas, y TikTok son tres nuevos capítulos de la misma historia.
Probablemente el gobierno se pueda salir con la suya en dos de los tres casos. Los correos electrónicos de los ciudadanos seguirán siendo espiados, con la complicidad de las empresas proveedoras de este servicio, la china ByteDance deberá vender las operaciones de TikTok en Estados Unidos, pero bitcoin seguirá funcionando y, con o sin Samourai, los usuarios podrán seguir haciendo transacciones que preserven su privacidad.
De hecho, Bitcoin fue efectivamente diseñado para estos escenarios. El pensamiento adversarial que predomina en el diseño de Bitcoin justamente implica planificar y anticiparse ante posibles vectores de ataque como este. El gobierno solo podrá apretar allí donde existe un punto único de fallo, una entidad que pueda ser compelida a actuar en un sentido.
Así el gobierno puede dar de baja Samourai de las tiendas de apps, puede confiscar el dominio de la wallet e incluso apresar a sus cofundadores, lo que no puede hacer es impedir que cientos de miles de personas sigan usando bitcoin, de forma soberana, a su antojo. Son solo operaciones matemáticas.
Si no puedes contra ellos, únete
El objetivo del gobierno de Estados Unidos no es Bitcoin sino la privacidad financiera de los habitantes de este planeta. Washington entiende a la perfección que detener una red distribuida es una misión imposible, para destruir Bitcoin deberían prohibir internet o bien la provisión de energía eléctrica. Es el regreso de la “destrucción mutua asegurada”: si el gobierno quiere arrasar con Bitcoin deberá arrasar con el resto de la civilización humana tal como lo conocemos.
Entonces, ¿cuál es la alternativa? Como dice el viejo dicho: Si no puedes contra ellos, únete. Siguiendo este consejo, el gobierno optó por encontrar un camino tolerable para evitar la destrucción de la civilización humana y mantener el control sobre las transacciones monetarias. Así en los últimos años fue creando un ecosistema de Bitcoin que está a merced del gobierno federal en cualquier momento.
¿Cómo lo diseñó? Por un lado, una parte del poder de hash de Bitcoin (los mineros) que reside en Estados Unidos está aglutinado en empresas cotizantes, es decir sujetas a la supervisión por parte de la Comisión de Bolsas y Valores, por otro lado, los ETF brindan un camino para quienes quieren ‘invertir’ en bitcoin sin que el gobierno pierda el control y con una gran cantidad de bitcoin bajo control de sus instituciones financieras que han sido aliadas históricas del gobierno.
El mensaje que publicó el FBI tras el anuncio revela esta estrategia. “La gente que utiliza servicios de transmisión de dinero sin licencia podrían encontrarse con interrupciones financieras durante la acción de las fuerzas de seguridad, especialmente si sus criptomonedas están entremezcladas con fondos obtenidos por medios ilegales”.
Analizar la acusación contra Samourai puede ser muy útil para fines didácticos, pero es una tarea estéril si alguien cree que destacando las contradicciones y lagunas vertidas en ese documento algo podría cambiar. La ley está diseñada para preservar el poder de control del gobierno, pervirtiendo su función original.
Nada nuevo bajo el sol. Ya en el siglo XIX el francés Frédéric Bastiat lo advirtió: “La ley, ¡pervertida! La ley y tras ella todas las fuerzas colectivas de la nación, ha sido no solamente apartada de su finalidad, sino que aplicada para contrariar su objetivo lógico”.
La ley ya fue pervertida, ¿podrán pervertir Bitcoin? La respuesta está en manos de los usuarios de bitcoin y de sus decisiones individuales sobre cómo van a utilizar bitcoin: bajo control del gobierno o de forma soberana.
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