Madrid/No es ningún secreto la debacle de la industria alimentaria cubana, lo cual no disminuye el panorama desolador de las cifras ofrecidas este martes, que permiten cuantificar el derrumbe sufrido en apenas cinco años. Entre 2018 y 2023 cayó un 66,7% la producción industrial de los 23 alimentos seleccionados por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei) como referencia para medir el estado del sector manufacturero.
La agencia española EFE se hizo eco este martes del informe nada más ser publicado. De él, destacó con estupor que la elaboración de pan ha bajado de 493.700 toneladas en 2018 a 326.300 en 2023, un 34% con el que titulaba su nota. No es, sin embargo, lo más impactante. A pesar de que los números son alarmantes –hecho agravado por ser un producto básico y de primera necesidad– si se mira con detalle la bajada de cada uno de los alimentos analizados, lo cierto es que el pan está entre los que menos mermaron. Solo las carnes en conserva (33%) y la cola de langosta (20%) presentan caídas más leves.
Entre los que peor evolución presentan y, a la vez, tienen una gran importancia en la dieta cubana están la carne de cerdo en banda, que pasó de 149.400 toneladas a 13.300, un 91% menos, y el arroz, que pierde un 90% al caer de las 272.800 toneladas a tan solo 27.900. También el último quinquenio fue nefasto para el café y la leche, elementales en la cultura nacional, y que registraron caídas del 51% en el caso del primero y del 90% en lo que respecta a la leche evaporada, mientras que la elaboración de la entera precocinada congelada bajó un 49,6%.
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El último quinquenio fue nefasto para el café y la leche, que registraron caídas del 51% en el caso del primero y del 90% en lo que respecta a la leche evaporada
En un estadio intermedio, nuevamente teniendo en cuenta su peso en la gastronomía y la catastrófica producción, están las pastas alimenticias, con un 91% menos que en 2018; los aceites vegetales, 81%; el yogur, con un 68,8% menos y la harina de trigo, 57%. La carne de res bajó un 58%, los quesos un 52%, las conservas de tomate un 76,5% y la mantequilla sin sal un 76%. En este caso, destaca el descalabro del mismo producto pero con sal añadida, que pasó de un ínfimo dato de 100 toneladas al cero más absoluto, logrando porcentualmente el peor dato de los 23 productos señalados.
Mención aparte merecen la langosta y el camarón, dos productos mimados por lo que suponen para la economía del país mediante la exportación y que tampoco pueden contener la hemorragia. El primero pasó de 7.200 toneladas en 2018 a 1.200 el pasado año, lo que supone una caída del 82%. En cuanto a la langosta, si bien la cola está entre los que contienen a duras penas la catástrofe, la entera precocinada congelada ha pasado de 645.600 toneladas a 325.100, un 49,6% menos.
Las conservas de frutas, excluidas las compotas, también se desplomaron a la mitad en estos cinco años, igual que otros alimentos más superfluos como los helados (un 55% de caída), las galletas finas (un 74,7%) y las de sal, que al pasar de las 18.500 toneladas a las 2.700, muestran un fuerte descenso, del 85,4%.
En cuanto a la langosta, si bien la cola está entre los que contienen a duras penas la catástrofe, la entera precocinada congelada ha pasado de 645.600 toneladas a 325.100, un 49,6% menos
La lista la cierran los piensos alimenticios, que se derrumban un 70% al pasar de 1.356.200 toneladas a solo 406.400, un dato que ayuda a entender la catastrófica situación de los alimentos de origen animal. Algo parecido ocurre con los químicos empleados en la producción agropecuaria, que aparecen ya en otra de las divisiones que contempla el informe y que deja datos igualmente muy negativos. De las 43.000 toneladas de fertilizantes completos que se fabricaron en 2018 se ha pasado a tan solo 1.500 en 2023. Lo mismo sucede con el nitrato de amonio, que se emplea en cultivos de leguminosas con hojas y cuya producción bajó de las 28.000 toneladas a 1.700.
El documento incluye varias categorías –aunque de menor importancia en la vida cotidiana de los cubanos–, incluyendo bebidas de todo tipo (la cerveza y los refrescos también redujeron a la mitad su fabricación), los tabacos, prendas de vestir y calzado, materiales de construcción, maquinaria y hasta televisiones. De todo el listado, que abarca cuatro páginas, solo tres productos mejoraron en este quinquenio: el detergente de uso doméstico, las pinturas emulsionadas y las cocinas de gas.
Otro dato llamativo que deja el documento es la ausencia absoluta de información sobre los productos petroleros en 2023. El informe da cuenta de la evolución solo hasta 2022, por razones desconocidas, pero que pueden tener relación con la declarada opacidad que el Gobierno mantiene sobre este bien y que fundamenta en las sanciones que toma EE UU para evitar que le lleguen esos envíos. La mayor parte de producciones resultantes de la refinación cayeron como mínimo a la mitad entre 2018 y 2022.
Otro dato llamativo que deja el documento es la ausencia absoluta de información sobre los productos petroleros en 2023
El informe incluye también datos como la fuerza laboral, que creció aparentemente en la industria manufacturera en este período. Los salarios también sufrieron un significativo aumento, especialmente en 2021 con la Tarea Ordenamiento, aunque ese dato numérico debe analizarse teniendo en cuenta la enorme inflación acumulada en los últimos cinco años, que superaría ampliamente los tres dígitos si se toma en cuenta el mercado informal, así como la devaluación de la moneda.
Otra de las conclusiones que se extraen del documento es el descenso en el gasto de electricidad de la industria manufacturera, lo que contribuye a una producción muy inferior. Si en 2018 consumió 1.432 gigavatios (GWh) por hora, el 6,9% del consumo total de electricidad, en 2023 bajó a 1.068 GWh, el 5,7% de los 18.781,4 actuales.
El panorama que dibuja el documento –pese a estar incompleto y tomar en cuenta una selección representativa de la producción– es el de una industria prácticamente anulada, incluso teniendo en cuenta que es uno de los sectores en los que más dinero invirtió el Gobierno el pasado año, con 16.854 millones de pesos, un 17,5% del total y solo por detrás del turismo, con un 33,5%, suma de las dos áreas que lo componen.
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