Corría el año 1995 cuando Michael López-Alegría, el primer astronauta español, partió por primera vez rumbo al espacio. Lo hacía como miembro de la NASA, con la nacionalidad española, pero también la estadounidense. Tres años después, en 1998, Pedro Duque comenzó su carrera como astronauta de la Agencia Espacial Europea (ESA). Y ya en este 2024 Pablo Álvarez se ha graduado como astronauta de esa misma agencia. En su misma promoción se ha seleccionado a otra española como reservista, la biotecnóloga Sara García. Incluyendo a todos, son casi 30 años de carrera espacial en los que la tecnología ha cambiado mucho, ¿pero lo ha hecho la forma en la que se selecciona a los astronautas?
En Hipertextual hemos tenido la oportunidad de hablar sobre ello con López-Alegría, con motivo de una visita a España para formar parte de las Jornadas Astronómicas de Almería. Nos ha contado cómo ha evolucionado la selección de astronautas y, además, ha hecho mención a la irrupción de la empresa privada en el ámbito de la carrera espacial.
Sin duda, se trata de una persona idónea para hablar de este tema, pues no solo lleva 30 años en la profesión. También ha experimentado los vuelos espaciales desde una agencia gubernamental, como es la NASA, y más tarde desde la empresa privada Axiom Space, en la que ejerce como jefe de astronautas. Para él, ambos actores son esenciales, cada cual en su posición. Y es que la colaboración no solo es necesaria entre agencias gubernamentales de los distintos países. También entre los diferentes agentes privados que hace tiempo que llegaron para quedarse.
El sueño de ser astronauta no pasa de moda
En su intervención en las Jornadas Astronómicas de Almería, López-Alegría recordó cómo decidió que quería ser astronauta. Fue en 1969, cuando el Apolo 11 llevó al ser humano por primera vez a la superficie de la Luna. Estaba en la playa con su familia, cuando los adultos llamaron a los niños para que salieran del agua. Todos se arremolinaron alrededor de la radio para escuchar cómo llegaban los datos del alunizaje. Cuando sucedió, el júbilo se apoderó del lugar. Los adultos se daban la mano y se abrazaban, aunque no se conociesen de nada. Había sido un éxito de todos, como bien contaron después aquellos astronautas que pisaron por primera vez nuestro satélite.
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Ahí supo que quería ser astronauta, aunque con el tiempo decidió bajar un escalón sus expectativas y convertirse en ingeniero aeroespacial y piloto de combate. Aun así, cuando supo que la NASA estaba buscando astronautas, no lo dudó y decidió sumarse al proceso de selección. No recuerda cuántos candidatos hubo en su año, pero sí que los requisitos eran prácticamente los mismos que hoy en día.
Principalmente, en aquella época eran tres: una carrera del ámbito científico, al menos tres años de experiencia profesional y, por supuesto, la capacidad para superar las pruebas físicas. Prácticamente los mismos requisitos que tuvieron que cumplir Pablo Álvarez y Sara García. “Casi todo son pruebas médicas y prácticas, además de las entrevistas”, relata López-Alegría en conversación con Hipertextual. “La única diferencia es que en mi época se presentaban miles de personas, pero hoy en día también se presentan decenas de miles de candidatos para ser astronautas de la NASA”.
En el caso de Álvarez y García, han sido seleccionados por la Agencia Espacial Europea entre 23.000 candidatos. Por lo tanto, como bien explica López-Alegría, la principal diferencia es que en el pasado los procesos de selección eran menos conocidos y, por lo tanto, no se presentaban tantos candidatos.
La importancia de las pruebas médicas
Las agencias espaciales invierten mucho dinero en sus astronautas. Por eso, según explica López-Alegría, les conviene que esas personas puedan trabajar para ellos durante mucho tiempo. Esa es una de las causas principales de la importancia de las pruebas médicas. Lógicamente, también es necesario comprobar que los candidatos no tienen ningún problema de salud que pudiera agudizarse en el espacio. Y también son importantes las pruebas psicológicas, que a menudo se entrelazan con las propias entrevistas.
Recientemente, en conversación con el youtuber Jordi Wild, Sara García explicó que una de las preguntas que tuvo que contestar en las entrevistas de selección fue si se iría a Marte en una misión solo de ida. Quizás podríamos pensar que lo recomendable sería contestar que sí. Sin embargo, eso indica una impulsividad que no es recomendable en alguien que vaya a dedicarse a trabajos tan arriesgados. “Las misiones espaciales hay que tomárselas en serio”.
Nosotros hemos preguntado a López-Alegría y está totalmente de acuerdo con ella.
“Hoy en día el viaje a Marte supone unos recursos que creo que no tenemos. Tardaría más o menos dos años de ida y vuelta. Se requiere tal logística para montar una misión parecida que no creo que la vea en mi vida. No volver tampoco me apetece”.
Michael López-Alegría, astronauta
Astronautas gubernamentales vs privados, ¿hay muchas diferencias?
Michael López-Alegría es un astronauta muy versátil. Ha participado en varias misiones de la NASA, con un papel muy relevante en la construcción de la Estación Espacial Internacional. Concretamente, en 2000 y 2002 formó parte de dos misiones de colocación de piezas en sus instalaciones. Entre esas dos misiones realizó otra muy especial en 2001, como parte del programa NEEMO, con el que la NASA envía a astronautas y científicos a un laboratorio submarino, llamado Aquarius, donde realizan labores de investigación. Además, en 2006 voló de nuevo a la Estación Espacial Internacional, esta vez a bordo de una cápsula Soyuz.
Se retiró oficialmente de la NASA en 2012, para después pasarse a la empresa privada, como miembro y directivo de Axiom Space.
Por eso, es uno de los pocos astronautas que pueden comparar con total conocimiento de causa los dos estilos de viajes espaciales que existen: el gubernamental y el privado.
Ante la pregunta sobre cuáles son las diferencias, empieza haciendo una aclaración importante. “Como empresa americana, nuestro portal es la NASA, o sea que seguimos trabajando con ellos”. Aun así, sí que se pueden establecer diferencias. “Yo diría que una empresa privada es mucho más ágil y eso agrada mucho, porque los papeleos de una entidad estatal siempre agobian”, relata el astronauta. “Creo que eso es bueno, ya que hemos podido evolucionar y crear nuestro proceso de manera más rápida y ágil”.
De cualquier modo, insiste en que ambas partes en la carrera espacial son importantes, pues cada una tiene su papel. Para entenderlo mejor, lo compara con las expediciones terrestres a lo largo de la historia. “Siempre ha sido el papel de los gobiernos abrir fronteras”, recuerda. “Gastan el tesoro nacional en una expedición, ven lo que hay y si resulta que ahí se puede ir de manera segura y que hay cosas que hacer entonces el gobierno se retira y entran los actores privados”. Eso es lo que está pasando ahora en la órbita terrestre.
“Los gobiernos están ya pensando en otros destinos, como la Luna y van a dejar que la órbita sea comercializada, siendo ellos clientes también. En vez de tener que ser propietarios de la infraestructura pueden comprarla como servicio. Ahora mismo los socios de la Estación Espacial Internacional, incluida la NASA, están comprando el servicio de mandar carga y tripulaciones hasta allí. No son ellos los dueños, sino que compran como cualquier otro usuario, incluyendo a Axiom Space. Tenemos el mismo vendedor, que es SpaceX. Eso tiene mucho futuro, ya que le cuesta mucho menos a la NASA. La empresa puede vender ese servicio, no solo a ellos sino también a otras entidades. De hecho, eso es lo que pretendemos en Axiom: tener un servicio privado que se pueda vender a gobiernos, empresas farmacéuticas o quien lo necesite”.
Michael López-Alegría, astronauta
¿Qué pasa con el turismo espacial?
Cuando Yuri Gagarin voló por primera vez al espacio posiblemente no imaginó que, en un futuro, ese gran salto de la humanidad se convertiría en un objetivo turístico. Hoy en día el turismo espacial es una realidad a dos niveles. Por un lado, se hacen vuelos suborbitales, en los que no se requiere la misma formación que tienen los astronautas. Basta con un entrenamiento más corto. También hay otro tipo de turismo espacial, en el que un civil acompaña a los astronautas en sus vuelos, por ejemplo a la Estación Espacial Internacional. El vuelo no tiene una misión turística. Simplemente se reserva un asiento a quien lo pueda pagar, con la preparación previa necesaria.
Ambas cuestiones están cada vez más extendidas y, para López-Alegría, parecen tener mucho futuro, empezando por los vuelos suborbitales. “Hay dos empresas americanas que están ya en ello, yo creo que tiene una lista de espera larguísima y espero que los precios se empiecen a reducir”, señala. “La experiencia es muy diferente a lo que hacemos nosotros, con una preparación de un par de días. No es como montarse en un avión, pero casi”.
Este, según él, es solo el principio. “La idea es democratizar la experiencia, primero en vuelos suborbitales y luego orbitales”.
30 años de experiencia en una sola persona atestiguan lo rápido que ha avanzado la carrera espacial. Aquel niño que salió del agua para celebrar junto a la radio que un hombre caminaba por fin sobre la Luna no imaginaba todo lo que viviría en primera persona ni tampoco lo que seguro que aún le queda por presenciar.
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