La Habana/“Que la miel de las colmenas cubanas siga conquistando el mercado europeo”, es la aspiración con la que cerraba un artículo de la prensa oficial este martes. El deseo se corresponde con la realidad: la Isla exporta cada año entre el 80% y el 90% de la miel que produce, accesible en mercados de Europa y Latinoamérica, mientras que en el país solo puede obtenerse por la izquierda y negociando directamente con los guajiros.
La producción, no obstante, va en picada. Cuidándose de ofrecer datos demasiado concretos, la prensa oficial ha dado indicios del desplome en todo el país y subraya el descontento del Estado con los apicultores. Bien lo saben los trabajadores de la Planta de Beneficio de Miel Occidente, ubicada en Caimito (Artemisa) y que procesa la miel de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque y Matanzas.
Parada desde marzo de 2023, no fue hasta el pasado diciembre que la fábrica entró en funcionamiento, luego de que gracias a una inversión –de la que no se aclara el origen– se reformara parte de su estructura. “Hubo que desmontar el piso del área tecnológica, y la importación correspondiente demoró. También se impermeabilizó el techo, para evitar filtraciones y humedad, incompatibles con el proceso de la miel. Por ese motivo, se detuvo la producción, cayó el salario promedio y perdimos valiosos especialistas y técnicos”, contó a El Artemiseño Rigoberto Velázquez, director de la industria.
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Comparado con la situación actual, en la que el promedio de salario mensual para los trabajadores de la planta es de 8.333 pesos, la cifra de 2023 era pobre: apenas 2.700 pesos. El aumento, aseguran los directivos, no solo se debe a la reanudación de las labores, sino a otras reformas internas que han podido hacer gracias a la libertad de gestión que les han dado las autoridades. “La Empresa Apícola Cubana nos concedió autonomía para realizar cierres financieros propios, lo que deparó mejores ingresos”, explica Dania Díaz, especialista de logística.
«Se detuvo la producción, cayó el salario promedio y perdimos valiosos especialistas y técnicos»
También han comenzado a variar su producción, y ahora envasan manualmente “gracias a una innovación de los trabajadores” recipientes de formatos pequeños, abastecen a la tienda de Caimito y trabajan con productores privados que les proveen, por ejemplo, té para vender junto a la miel como producto complementario.
No obstante, la recuperación de la producción, de la que los directivos se cuidan de dar números concretos, todavía se resiste. Los daños a la flora que dejó el huracán Ian en 2022 todavía lastran la recogida de miel de los apicultores que surten a la planta y la trashumancia a la costa, que se hace tres veces al año para que las abejas aprovechen la floración del mangle, requiere unos 800 litros de combustible con los que la empresa no cuenta.
Las provincias que nutren la fábrica ya han comenzado a mandar los primeros lotes, asegura Yordanys Conde, un operario de la empresa, aunque no basta con recibir la miel sino que esta –dado su destino final en algún supermercado europeo– debe ser de la mejor calidad.
Una vez que se mide la humedad, se cuela y se mezcla el producto, “se toman muestras testigos para enviar a los laboratorios en Alemania y La Habana, donde certifican la calidad de la miel. Solo entonces se comercializa, rumbo a la exportación”, analiza Conde.
Pese a los esfuerzos del Gobierno por reavivar, o al menos mantener, la producción, la miel enfrenta en la Isla uno de sus peores años. Un artículo publicado el pasado abril en la prensa oficial dada cuenta de la penosa situación de la apicultura en Camagüey en 2023, donde los apicultores perdieron cerca de 500 colmenas por la crisis de combustible. Como consecuencia, la producción de ese año (530 toneladas) fue de apenas un poco más de la mitad de las de 2019, cuando se exportaron 913 –la mejor desde 1983–.
En enero, otro artículo del diario local de Las Tunas describía un panorama similar: las 275,7 toneladas producidas representaron menos de la mitad de las obtenidas en 2020 y apenas un 53% de lo planificado para el período.
El mal estado de la industria alimentaria de la Isla, que el pasado año cayó un 67% en los últimos cinco años según un informe reciente de la Oficina Nacional de Estadística e Información, apenas deja lugar para sorprenderse por el desplome de la miel, que ni siquiera es alimento frecuente de la mesa cubana. No obstante, la caída de la producción de otros productos mimados por el régimen no deja lugar para una previsión positiva: la langosta y el camarón, para los que el Estado destina más recursos que para la miel, bajaron su producción en un 49% y 82% respectivamente.
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