Matanzas/El trabajo lo cogió para “sobrevivir”, pero Fernando se esfuerza por que la calle Medio, en Matanzas, luzca impecable cuando termina la jornada. Con 73 años, todavía se levanta de madrugada y acumula fuerzas para recoger basura, de lunes a domingo, en el centro de la ciudad. Sus instrumentos: una escoba gastada y guantes milenarios; su misión: barrer, hasta donde le den las fuerzas, toda la basura que se apila en la ciudad.
“Si usted quiere saber cuál es la situación higiénica, lo único que debe hacer es caminar por Matanzas”, dice el barrendero a este diario, consciente de que la vista que promete no es agradable. “Ahí mismo hay un vertedero en el medio de la calle que puede compararse con una piscina, pero arreglar eso está fuera de mi alcance”.
Según el matancero, las condiciones de trabajo que le ofrece Servicios Comunales no son nada dignas. “Tenemos que ir tirando con escobas y recogedores viejos. Es feo decirlo, pero a nosotros se nos exige mucho y se nos da muy poco”, reflexiona. Para colmo, el trabajo, que buscó con la idea de “apuntalar” la pensión insuficiente que cobra, apenas le reporta otros 2.500 pesos mensuales que no alcanzan para mucho.
«No sé qué vamos a hacer si esto termina en una enfermedad o una plaga de ratas»- CHECALO -
A Fernando lo conocen en la calle Medio, una de las más céntricas de la ciudad, en donde barre a menudo. “Esta zona es bastante limpia, pero otras calles más alejadas, sobre todo de barrios residenciales, no corren la misma suerte”.
Bien lo sabe Alina, un ama de casa residente en el reparto Peñas Altas, que lleva semanas quejándose a las autoridades por un vertedero que surgió en la esquina de su vivienda. “El delegado del Poder Popular habla y habla, pero no resuelve nada y el carro de la basura a veces se pasa semanas sin venir, por lo que no puedo contar con eso”.
El vertedero de “proporciones titánicas” ha comenzado a interrumpir su vida diaria. “A veces las bolsas de nailon y los papeles vuelan hasta mi puerta, y el olor no hay quien lo aguante, especialmente de noche”, explica. Los vecinos también están inconformes con la situación, “pero muchos se han acostumbrado y ahora ese es el basurero del barrio, donde van a parar desde escombros de la construcción hasta restos de alimentos y cachivaches que luego los buzos rescatan”. No obstante, hay un pensamiento que preocupa a Alina más que el olor y la suciedad: “No sé qué vamos a hacer si esto termina en una enfermedad o una plaga de ratas”.
En los barrios bajos de la ciudad, donde el agua se acumula cuando llueve y los alcantarillados rara vez cumplen su función, los vecinos notan la aparición de varios charcos gigantescos en las esquinas de las calles. Félix, un oficial retirado del Ministerio del Interior, sufre de primera mano este fenómeno en el barrio La Marina, donde reside. “Cuando llueve un poquito nada más frente a mi casa, se acumula tanta agua que ya yo hablo de lagos y no de charcos. A veces debemos esperar más de una hora después de la lluvia para poder salir y, si luego se pasa días sin llover, esa agua estancada se vuelve verde y pestilente”, resalta.
Félix no se ha quedado de brazos cruzados, y asegura que en varias ocasiones ha acudido a las autoridades para reportar el problema. “Yo he ido al Gobierno y al Partido para plantear la queja por lo que sucede. Siempre me dicen que van a crear una comisión para analizar el caso. No hay que ser experto para saber lo que hace falta. La verdad es que no hacen nada. Y después no expreses tu opinión, porque te acusan de contrarrevolucionario”, se queja.
Al final de la calle, el mismo charco que le quita el sueño a Félix se une con el agua de una zanja rota. “Yo he visto con mis propios ojos cómo los excrementos circulan de un lado al otro sin que a nadie le importe”, dice Carmen quien, desde la otra orilla, comparte la preocupación de su vecino. Su decepción con la respuesta que le han ofrecido las autoridades también es evidente. “Siempre nos dicen que no hay recursos, que están estudiando el tema, que el bloqueo no permite. En resumen, que no van a hacer nada y que debemos resolverlo nosotros si queremos y podemos”.
La inconformidad de los matanceros con la higiene en la ciudad, otrora ejemplo de una urbe limpia, se extiende a otros servicios, como la escasez de cestos de basura en zonas céntricas, la reticencia a contratar –como en otras provincias– a carretoneros y particulares que apoyen en la recogida de desechos o la contratación de más barrenderos como Fernando.
Asimismo, con los contenedores desbordados y las pocas calles que puede cubrir en un día, el viejo recogedor sabe que es muy poco lo que puede hacer para evitar que la basura tome posesión, de una vez y por todas, de la ciudad.
DERECHOS DE AUTOR
Esta información pertenece a su autor original y fue recopilada del sitio https://www.14ymedio.com/cuba/basureros-ineditos-charcos-lagos-panorama-cuba_1_1102318.html