El río Bravo, que surte de agua al norte de México y sur de Estados Unidos, corre un alto riesgo de secarse debido a la sobre explotación para fines agrícolas y el deterioro de sus aguas provocado por el incremento de la migración que lo utiliza como ruta de cruce irregular, advierte un reporte de la agencia estadounidense de Protección Ambiental.
“El quinto río más largo de América del Norte y el vigésimo más caudaloso del mundo es ahora una mera sombra de sí mismo”, describe el documento presentado esta semana a integrantes del Congreso estadounidense.
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El río Bravo, o río Grande como se le conoce en Estados Unidos, abastece de agua a seis millones de personas en Durango, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas del lado mexicano, y Colorado, Nuevo México y Texas, en territorio de Estados Unidos.
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El documento destaca que desde hace décadas sus caudales han sido desviados y sobre utilizados para riego en ambos lados de la frontera.
Según la Agencia, este problema se agravó debido a la sequía que afecta a la región desde hace tres años y es la única opción para agricultores. “Más de 100 mil productores de sorgo y maíz, grano básico en la alimentación de los mexicanos, dependen cada vez más de las aguas del río Bravo para mantener sus cosechas”, añade.
Al atravesar dos naciones y diversas poblaciones, el río es un caudal internacional. Sus fuentes se encuentran en las montañas Rocosas del sur de Estados Unidos, desde donde inicia un largo viaje que lo lleva a través de una geografía diversa que incluye exuberantes bosques y paisajes desérticos hasta alcanzar Boca Chica, donde desemboca en el Golfo de México.
El río sirve como un corredor de vida silvestre crítico, y es hogar de una amplia diversidad de plantas y vegetación.
En el sur de Texas sirve como el punto de encuentro de las rutas migratorias Central y Mississippi, convirtiéndolo en una de los cruces de aves más importantes de América del Norte para cientos de especies, según la organización American Rivers, que se enfoca en proteger y promover la salud de los ríos en Estados Unidos.
En entrevista con El Sol de México, Sarah Bach, directora asociada de American Rivers, afirmó que si bien la contaminación es un problema continuo, las principales amenazas del río es la escasez de agua alimentada por el cambio climático, la actividad humana, las especies vegetales invasoras y el crecimiento poblacional.
“Con la cuenca del río Bravo enfrentamos un aumento de población de 175 por ciento entre el año 2000 y el 2050. Además hay actividad significativa de agricultura en los dos lados de la frontera. El lado mexicano ha tenido una proliferación de maquiladoras, asociadas con el Tratado de Libre Comercio (T-MEC), estimulando la migración del interior del país a la frontera norte. Debido a estos factores, el río Bravo es un río en desorden”, dijo.
En los últimos años, el caudal se ha convertido en un punto crítico de migración indocumentada hacia Estados Unidos. Apenas el 12 de enero pasado, tres mexicanos murieron ahogados al intentar cruzar el río en la frontera con Eagle Pass, Texas, y Piedras Negras, Coahuila.
Las personas mexicanas no lograron ingresar a territorio estadounidense, pero miles sí lo consiguen cada año. De acuerdo con cifras de la Patrulla Fronteriza, organización policial encargada de cuidar la frontera sur de Estados Unidos, sólo el año pasado más de 100 mil migrantes de diversas edades y nacionalidades fueron detenidos al intentar cruzar por el río Bravo. El cruce por las aguas del caudal para intentar alcanzar el sueño americano ha aumentado en los últimos años ante el reforzamiento de la seguridad en la frontera con más agentes de la Guardia Nacional, alambres de púas y la extensión del muro de concreto.
Bach afirmó que al ser un río de baja profundidad y anchura —en los sectores de cruces de migrantes llega a alcanzar 2.5 metros de altura y entre cinco y 15 metros de lado a lado— suele aparentar poca peligrosidad, pero hay puntos en los que, cuando la corriente se empieza a incrementar, la gente se ahoga.
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Según la experta, la llegada de miles de migrantes a la orilla del río donde esperan hasta tres o cuatro meses para cruzar, así como el cruce diario de cientos de ellos por sus aguas, no solo ocasionan daños al suelo del río, sino también a su flora y fauna.
“Lo que hemos observado es que las personas en movilidad no sólo desechan ropa, comida o zapatos en el lecho del río, sino otros artículos como botellas de plástico y desechos humanos, que sin duda representan un peligro para el corredor biológico”, afirmó Sarah Bach.
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