La Habana/Sin alterar el tono de la voz, una funcionaria del gobierno de La Habana explicó este jueves a Joaquín, un jubilado de 68 años, por qué el barrio de Santa Fe, en Guanabacoa, llevaba más de diez días sin recibir agua. «Las presas están secas», dijo antes de colgar el teléfono. Con ese dato –e intentando no perder los estribos– el anciano acudió al Partido Comunista, al delegado municipal y a los dirigentes de su zona. Recibió más desidia y un consejo: «No vayas a más ningún lado».
Una «compañera» del Partido Comunista al menos se sinceró, cuenta Joaquín a 14ymedio. «Yo soy militante pero no te voy a engañar», confesó. «¿Qué te voy a decir? ¿Una mentira más? Esto no tiene solución. Es una falta de respeto, porque aunque las presas estén secas deberían mandar pipas».
Las calles resecas de Santa Fe, el malestar de su familia y la desesperación económica ante la crisis de la Isla han provocado que, como lo define Joaquín, los problemas del barrio sean «una cadena». Los dirigentes, opina, son un mero «paraván» cuya función es el peloteo y esquivar a los que piden explicaciones. «Así se limpian ellos», dice, aludiendo al Gobierno y apuntando al techo con su dedo.
La restauración del servicio –cuando ya Joaquín había desandado La Habana– duró poco: «A primera hora por la mañana de este viernes ya la habían quitado», lamenta. Otra medida paliativa –este miércoles– fue mandar una pipa, pero sin manguera. Frente al depauperado camión Hino, oxidado y decorado con un lacito rojo «contra el mal de ojo», se reunieron los vecinos en un espectáculo que a Joaquín le pareció lamentable.
- CHECALO -
«Viejos cargando agua, una pipa para toda la cuadra… es abusivo», dice. «La gente está tomando agua hasta de los charcos. Están sin bañarse porque no todo el mundo tiene una cisterna. Pero, hoy día, ¿quién puede construirse una cisterna? El saco de cemento está a 4.000 pesos en la calle y a 7.000 en las mipymes, y la cabilla cuesta 3.500″.
No le parece mal que, quien pueda, pague una pipa particular. Lo que no concibe es que a la gente pobre de Santa Fe, que lleva años quejándose por las dificultades en el suministro, las autoridades les envíen una pipa como la de este miércoles. «Si vas a mandar una pipa a un lugar donde la gente tiene tanques arriba –en los techos–, ¿cómo les vas a mandar una sin manguera ni nada», se queja.
A Gloria, un ama de casa de 47 años, ya no se le puede tocar el tema. Crispada por la escasez, ha exigido personalmente una solución a los funcionarios locales de Acueducto. «Aquí hay niños», es lo primero que dice, «y han llegado a estar 18 días sin agua». La respuesta de la directora fue que no ponían las turbinas porque el agua «está sucia».
«Lo tienen a uno muy cansado», explica Gloria a este diario. «Mi propuesta es que pongan el agua un día sí y uno no. Ayer la pusieron un momentico. Ya la quitaron. ¿Y la tremenda tanda de ropa que muchas madres estaban lavando, por poner un ejemplo? No ponen pipas ni nada. El delegado no da respuestas. Dice que no piensa quejarse porque es por gusto».
Otros, por temor ante posibles represalias o porque no creen que los dirigentes locales puedan resolver nada, prefieren resignarse. Es el caso de Sandra, de 25 años, que sabe que los vecinos de Santa Fe han intentado ventilar la situación, si bien ella, «personalmente», no ha hecho nada. «Es una situación crítica», reconoce, a la que se suman los apagones y el desabastecimiento. «Aunque el problema del agua es lo que más nos afecta, no tanto la electricidad. Pero bueno», dice encogiéndose de hombros, «hay lugares peores».
«El que puede inventar, inventa», es el lema de Jorge, mecánico de 32 años. Pero el dicho tiene una coda: «El que no puede inventar, está embarcado». Son los más en Santa Fe. Por suerte, dice, su casa está en una suerte de «frontera»: «De ahí para arriba la cosa está peor», dice, señalando un grupo de casas donde el agua no llega porque «no tiene fuerza». Cuando llega una pipa, son los que más vasijas cargan.
Pero, hoy día, ¿quién puede construirse una cisterna? El saco de cemento está a 4.000 pesos en la calle y a 7.000 en las ‘mipymes’, y la cabilla cuesta 3.500
Como muchas de las calles de Guanabacoa, las de Santa Fe están llenas de baches. La sequía la notan incluso los niños, que juegan trompo en las inmediaciones de la casa de Jorge. Uno de ellos desenrolla la pita y lanza al asfalto el juguete, que va dejando una estela de polvo a medida que «baila».
En la sala de su casa, Pedro –también jubilado, de 75 años– mira el noticiero del mediodía. Le gusta ver «la parte de Ucrania», pero cuando llegan las nacionales y anuncian el envío de «tantas bombas de agua» pierde la paciencia. «¿Dónde están todos esos equipos y por qué a Santa Fe no llega ninguno. Se ponen a decir que le van a dar bombas a todo el mundo porque hay mucha rotura. ¿Y nosotros qué?», cuestiona.
Desde la cocina, su hija explica lo que le han contado: «Hay un problema porque se tupió una bomba y el agua está turbia». Desencantado, Pedro vuelve a lo suyo: «Yo no sé», espeta, cansado de estar «aruñando y pasando trabajo para poderse bañar».
Las presas, las bombas, el filtro, la suciedad, el combustible, los equipos rotos… los vecinos de Santa Fe ya no saben qué creer. En boca de dirigentes en los que nadie cree, múltiples causas se atribuyen a un mismo fenómeno. Por las malas, las familias han aprendido que los dirigentes solo reaccionan cuando las mismas vasijas que usan para conservar el agua resuenan durante un cacerolazo.
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