A poco más de 30 años de haber sido filmada, la trilogía que el realizador polaco Krzysztof Kieslovski dedicó a Francia, pero de modo más específico a los valores de libertad, igualdad y fraternidad simbolizados por los colores de su bandera, no ha perdido un ápice de su relevancia, de modo especial en una época como la actual, marcada por los agudos embates de la intolerancia moral y el autoritarismo político. En rigor, el también director de la serie televisiva El decálogo (1989-1990) no tuvo la intención de hablar abiertamente de política en Tres colores –azul, blanco y rojo–, sino de llevar los temas al territorio más íntimo de las relaciones afectivas, explorando qué incidencia podían tener en las mismas los viejos valores de la democracia republicana.
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Carlos Bonfil: La muestra
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