El orden puntilloso en los hogares que tuvo a Marie Kondo como gurú, exhibe un peculiar correlato en la escena tecnológica. Se trata del cableporn, que consiste en la disposición minuciosa y detallada del cableado. Algunos cultores de la movida la practican en sus propias casas y espacios de trabajo. Otros, además adoran repasar imágenes de este fenómeno en las redes sociales. En menor o mayor grado, despierta en ellos un tipo de apasionamiento. Por eso, no sorprende que la terminología incluya la referencia la “pornografía”.
“Esa forma de ordenarlos es increíble. Realmente amo esto”, comenta un «cableporner» —si es que podemos llamarlos de ese modo— en una las fotografías publicadas en la cuenta @perfect_cables_, en Instagram. Igual que en esta comunidad de Reddit, allí se reúnen los fans de los cables acomodados con armonía. “Adoro la forma en la que eligieron los colores y cómo los han dispuesto, cada uno con sus precintos”, dice otro debajo de una escena que muestra un servidor ordenadísimo. «Es realmente excitante», reconoce un tercero.
En este punto, resulta interesante analizar si la adoración por esta meticulosidad encaja con el concepto del fetiche. En esa línea, ¿presenta vínculos con la sexualidad? ¿Es posible que la tecnología se haya inmiscuido de tal modo en la intimidad humana? En este artículo, recurrimos al punto de vista de especialistas de ramas como la psicología, la sociología y la filosofía, con el propósito de examinar más de cerca al fenómeno cableporn.
Una introducción al fetichismo (y un acercamiento a su vínculo de la tecnología)
“El fetiche refiere a cualquier objeto al que se le atribuyen características mágicas, protectoras. Algún poder en especial”, explica a Hipertextual la psicoanalista Diana Sahovaler de Litvinoff, miembro de la Federación Psicoanalítica de América Latina y autora de El sujeto escondido en la realidad virtual.
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Antes de referir al cableporn, ¿qué han dicho los grandes pensadores, a lo largo de la historia, acerca del fetiche?
Marx habló del fetichismo de la mercancía, extendiéndolo a una sociedad de consumo, en la que los objetos que se ofrecen parecen mágicos. Por caso, al tener el último modelo de un auto o de un teléfono, se considera que eres alguien poderoso. Alguien que pertenece a una clase especial. Por su parte, Freud lo vinculó con la sexualidad. Él introdujo el concepto de falo, como un símbolo del órgano sexual masculino. Pero que adquiere un carácter justamente metafórico, simbólico, de algo poderoso.
Dicho esto, ¿cuál es el rol que cumple el fetiche?
El fetiche de pronto adquiere un carácter fálico, dice Freud. Para el fetichista, ese objeto está adherido a algo. Por ejemplo, una prenda íntima concentra todo el valor sexual. Eso reasegura contra la angustia. O sea: si yo tengo ese objeto que tiene esa característica, o si tengo esa prenda, me siento seguro. Es como el nene chiquito que de pronto se adhiere a un objeto. Puede ser un oso de peluche o una manta que tiene ese valor, podemos decir, de fetiche, que mientras él está abrazado a ese objeto se puede dormir tranquilo. Ese objeto le reasegura contra cualquier peligro.
¿Los fetiches implican un trastorno?
El fetiche es algo que todos tenemos. Por ejemplo, que si tenemos esta cadena y rendimos un examen nos va a ir bien. O si llevamos una prenda de un color determinado, este vestido, esta camisa, podría tener éxito con las parejas. Siempre uno tiene algún fetiche, o coloca esta cualidad en algún objeto. En cambio, el trastorno fetichista ocurre cuando alguien solamente puede tener una satisfacción sexual cuando tiene su objeto. Eso ya es un trastorno fetichista, que entra dentro del terreno de lo que Freud llama las perversiones.
¿Cuál es el rol que juega la tecnología en relación con los fetichismos contemporáneos? El cableporn es apenas una muestra de ello.
Esto es interesante. En una época en la que lo atractivo está muy vinculado con los avances tecnológicos, uno puede pensar que también se van a crear fetiches. Por ejemplo, si tengo una computadora Mac voy a tener éxito profesional, o voy a ser alguien importante. Pero también a otro nivel. De pronto, un orden determinado de los íconos del escritorio, cuando se abre la pantalla, puede proporcionar una sensación de tranquilidad. Que estoy protegido, porque estoy dentro de lo conocido. Por eso, a veces uno está en un lugar extraño o vacacionando en un lugar que no conoce, enciende el móvil y se encuentra con que conoce y ahí se tranquiliza. Que ya está protegido dentro de su mundo y lo puede manejar.
Cableporn: ejemplos que satisfacen a los fans (y también a los curiosos)
Hay que admitir que las imágenes que sigue a este párrado son seductoras. Incluso, para aquellos que no estamos asociados al «club cableporn». Cualquier lector que sea cultor del buen orden sentirá agrado al pasearse por estos encantadores resultados de la meticulosidad. El aspecto en común es la plena habilidad para evitar las marañas de cables, molestas y carentes de toda estética. Otros, con menos pericia, simplemente esconden el embrollo detrás del mobiliario.
En muchos casos, se muestra el antes y después del cableporn. Para comprobarlo, hay que tocar la flecha a la derecha.
Cableporn, ¿un fetichismo tecnológico?
El profesor de filosofía Yosnier Rojas Capote y la socióloga Olivia Romero Pacios retoman el concepto elaborado por Marx y mencionado por Sahovaler de Litvinoff: el fetichismo mercantil. “Defendemos la tesis de que la tecnología es una práctica sociocultural. Por lo tanto, no es solo su aspecto técnico lo que está implicado en su uso”, señalan.
De acuerdo a los investigadores de la Universidad de La Habana, en Cuba, el fetichismo tecnológico supone la separación del sujeto con respecto al objeto. “Es una proyección invertida que puesta nuevamente en su lugar nos devuelve la verdadera imagen. Es decir, que las nuevas tecnologías son, pese al nivel de autonomía e independencia que portan, objetos que solo pueden ser puestos en marcha por la innovación del ser humano”.
El interesante análisis también sirve para pensar los alcances del cableporn, más allá de su propia esfera. “En la medida que un objeto tecnológico adquiera más autonomía e independencia, es posible que aquel que las creó pierda el poder para intervenir en sus propias creaciones”, señala Rojas Capote en diálogo con esta publicación. Su referencia es, por caso, a herramientas que comienzan a «exceder» a nuestras decisiones como usuarios, como aquellas basadas en inteligencia artificial, ahora en auge.
«Esta vez, el objeto no solo se transforma como en el caso del fetichismo sexual en un sustituto del objeto real del deseo, o como en el caso del fetichismo mercantil donde el objeto mercancía simula las relaciones sociales de producción. En el fetichismo tecnológico se sustituye, no un orden de la realidad, sino toda realidad posible«, observa el filósofo.
El artículo de Rojas Capote y Romero Pacios fue publicado en la revista Cognosis. Puedes leerlo completo, en este enlace.
Los beneficios del cableporn, además del placer visual
El orden meticuloso de los cables no agota sus encantos en esa especie de pornografía para tecnólogos. A fin de cuentas, se trata de evitar situaciones como la que vemos en el siguiente video. Y, tal como señalamos anteriormente, es especialmente importante en centros con grandes infraestructuras.
Vista la maraña en el video de arriba, comprendemos que la organización adecuada de los cables, aquello que adoran los cultores del cableporn, conduce a beneficios apreciables. Por un lado, es más ágil la localización y la eventual sustitución de componentes. También se evitan posibles daños en las ranuras de los dispositivos, pues se eluden los tirones perniciosos. Así, se incrementa la productividad, un valor siempre deseable.
A fin de cuentas, esos espaguetis coloridos siguen siendo parte de las soluciones contemporáneas en pleno 2024. Las tecnologías inalámbricas están allí, aunque es sabido que en algunos escenarios los cables resultan imprescindibles porque el rendimiento es habitualmente superior gracias a esos conductos físicos. Si no lo crees, pregúntale a un competidor profesional de videojuegos que jamás elegiría un ratón wireless.
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