Montreal (Canadá)/En el contexto de un régimen totalitario, un oportunista es aquel individuo o grupo que busca beneficiarse personal, social, económica o políticamente al alinearse con el sistema de poder establecido. Se caracteriza por priorizar intereses personales sobre los principios éticos, mostrando una notable flexibilidad en sus lealtades, que adaptan según lo que mejor sirva a sus propias ventajas. Los oportunistas se distinguen por su indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y su total apatía ante las implicaciones negativas de su apoyo al régimen para la sociedad en su conjunto.
A lo largo de la historia, los regímenes totalitarios se han servido recurrentemente de los oportunistas. Ciudadanos que denuncian a colegas y vecinos, esperando ganar el favor político del régimen; empresas que colaboran entusiastamente con dictaduras aprovechando la mano de obra forzada de los campos de concentración o de las prisiones; miembros de las élites económicas que hacen todo lo que sea necesario para preservar su estatus, y un largo etcétera. A medida que estos sistemas comienzan a mostrar signos de debilidad, los oportunistas dan prueba de una asombrosa rapidez para cambiar de bando, demostrando la naturaleza volátil de sus ideologías.
Este comportamiento no solo refuerza la estructura de poder existente, sino que también perpetúa la división dentro de la sociedad cubana- CHECALO -
El régimen totalitario cubano no es una excepción. Aquí el oportunismo se manifiesta de manera ejemplar en la actitud de funcionarios gubernamentales, miembros de las Fuerzas Armadas, empresarios, académicos, artistas e intelectuales que reciben privilegios y reconocimientos, a cambio de su apoyo, o al menos de su silencio, ante las violaciones de derechos humanos, la represión de la disidencia e incluso el exilio forzado. Este comportamiento no solo refuerza la estructura de poder existente, sino que también perpetúa la división dentro de la sociedad cubana, al contribuir a la estabilidad y legitimación del régimen a través de la complicidad activa o pasiva.
Y es que los oportunistas juegan un papel central en la perpetuación de la miseria del pueblo cubano no solo gracias a esta macabra complicidad sino en la medida en que contribuyen a proyectar la ilusión de consenso «revolucionario» (ellos le llaman revolución a la dictadura, progresismo a la regresión, justicia social al desamparo, democracia al totalitarismo, educación al adoctrinamiento, solidaridad a la explotación, voluntad popular al capricho despótico del tirano).
Tal espejismo obstaculiza la posibilidad de una oposición organizada y debilita la presión internacional, presentando al mundo una fachada de estabilidad y aceptación. Los oportunistas se presentan como la cara legítima de la sociedad civil mientras promueven una cultura de conformismo que socava directamente la consolidación de voces disidentes. Su tolerancia y apoyo a las prácticas represivas del régimen comunista cubano contra aquellos que se atreven a disentir legitima el uso de la fuerza y la coacción como herramientas de control social a la vez que revela una profunda crisis ética y moral dentro de la sociedad cubana.
Los oportunistas se presentan como la cara legítima de la sociedad civil mientras promueven una cultura de conformismo que socava directamente la consolidación de voces disidentes
De este modo, el oportunismo erosiona la confianza social, debilita los lazos de solidaridad y menoscaba la capacidad de organizar esfuerzos colectivos para el cambio. Y es que el oportunista repta fomentando la desconfianza y el escepticismo. En el proceso, no solo degrada sus propios valores (a)morales, sino que contribuye a facilitar la aceptación de prácticas corruptas y el abuso de poder, con consecuencias degradantes para la cultura y los valores de la sociedad.
Para comprobar el peso que tiene el oportunismo en la manutención del totalitarismo, basta con imaginar qué sucedería si, traicionando su propia naturaleza vil, los oportunistas decidieran retirar el apoyo al régimen. Tal cambio de lealtades desencadenaría una cascada de efectos con implicaciones vastas para la legitimidad, estabilidad y el futuro político de Cuba.
La pérdida de legitimidad sería la primera y más inmediata repercusión, marcando al régimen como debilitado ante la opinión nacional e internacional. Este cuestionamiento de su viabilidad podría acelerar las dudas sobre la autoridad gubernamental, erosionando su base de poder. Simultáneamente, el vacío dejado por los oportunistas podría energizar y dar nueva vida a las fuerzas opositoras, brindándoles una oportunidad sin precedentes para galvanizar el descontento popular y articular la lucha pro democrática con una voz más fuerte y unificada.
Tal cambio de lealtades desencadenaría una cascada de efectos con implicaciones vastas para la legitimidad, estabilidad y el futuro político de Cuba
A nivel socioeconómico, la retirada del apoyo podría precipitar una crisis sin precedentes, exacerbando las ya insoportables dificultades existentes. La interrupción en la gestión de recursos y servicios, causada por la salida de actores clave, resaltaría aún más las deficiencias del modelo económico controlado por el Estado. Esta situación de inestabilidad podría generar una presión insostenible sobre el régimen para implementar cualquier reforma de urgencia.
El paisaje político de Cuba podría experimentar enseguida una reconfiguración significativa, con la emergencia de nuevas alianzas y liderazgos que reflejen una diversidad de perspectivas y aspiraciones. El retiro del apoyo de los oportunistas al régimen cubano tendría el potencial de iniciar una transformación profunda en la isla, marcando el camino hacia posibles avances democráticos y mejoras sociales.
Pero no nos hagamos ilusiones. La posibilidad de que los oportunistas en Cuba retiren su apoyo al régimen es bastante limitada. Esta afirmación se sustenta en la esencia misma del oportunismo y en cómo se entrelaza con las peculiaridades del sistema totalitario cubano. La decisión de los oportunistas de mantener su respaldo al Gobierno está profundamente arraigada en un cálculo de riesgos y beneficios, donde la balanza se inclina a favor del régimen mientras los beneficios personales y grupales percibidos superen los riesgos asociados a un retiro de apoyo. Retirar tal apoyo en un momento en el cual perciben que el Gobierno, por débil que esté, todavía puede controlar sus destinos es antitético a la naturaleza del oportunista.
Los oportunistas necesitan vislumbrar un escenario alternativo en el que sus intereses estén igual o mejor salvaguardados que bajo el régimen actual. Sin un movimiento de oposición con la fuerza y la promesa de ofrecer tales garantías, la probabilidad de un cambio significativo en el apoyo es mínima. En una palabra, la anticipación de posibles consecuencias negativas —desde la pérdida de privilegios hasta acciones represivas más severas— asegura la lealtad de los oportunistas al régimen. Este miedo, combinado con la connivencia moral y la inercia frente a un sistema conocido, refuerza su reluctancia al cambio.
La decisión de los oportunistas de mantener su respaldo al Gobierno está profundamente arraigada en un cálculo de riesgos y beneficios
Además, mientras el régimen siga gozando de un cierto grado de apoyo o tolerancia en el ámbito internacional, y las presiones externas no experimenten un incremento significativo, los oportunistas no encontrarán motivos para replantearse su postura. Esta realidad sugiere que, cuando estos elementos oportunistas finalmente opten por abandonar el lado oscuro, su contribución a la causa democrática será no solo superflua, sino también indeseable.
La superfluidad de su apoyo se debe a que solo contemplarán una deserción cuando las estructuras del régimen comiencen a tambalearse irremediablemente. Es decir, que se unirían a la lucha contra la dictadura cuando ya no hace falta que lo hagan. La indeseabilidad de su cambio de lealtades radica en que esta resulta no de una auténtica toma de conciencia o de un súbito despertar moral, sino de una maniobra calculada para perpetuar sus intereses personales y su supervivencia, incluso si ello implica continuar parasitando vergonzosamente los principios éticos que deben sustentar la libertad de Cuba.
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