La semana pasada, una de las compañías de Elon Musk volvió a ser noticia. Esta vez se trató de Neuralink, la empresa dedicada al desarrollo de dispositivos para la comunicación cerebro-máquina. Por primera vez, se había implantado a humanos y, según explicó el CEO de la compañía, todo había sido un éxito. Algunas personas presentaron la noticia como un avance de la ciencia sin precedentes, pero esto no es cierto. Ha habido, hay y habrá muchos laboratorios dedicados al mismo fin, aunque sea con objetivos diferentes. Por ejemplo, el pasado mes de octubre sí que fue una noticia sin precedentes la colocación por primera vez de un implante cerebral dedicado al tratamiento simultáneo del TOC y la epilepsia.
Lo recibió una joven estadounidense a la que sus médicos inicialmente querían tratar los ataques epilépticos. Ella llevaba tanto tiempo lidiando con las obsesiones y compulsiones del TOC que preguntó si, ya que hurgaban en su cerebro, no podrían ayudarle también con eso.
Fue como una especie de propuesta lanzada al aire, pero funcionó, pues los científicos de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon consideraron que era una opción plausible y se pusieron manos a la obra. Unos meses después, estaba listo el implante cerebral con el que la vida de esta mujer ha experimentado una mejoría inmensa.
El caso de Amber Pearson
Amber Pearson tiene 34 años y lleva prácticamente toda su vida lidiando con la epilepsia y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
- CHECALO -
La epilepsia es un trastorno cerebral conocido por causar convulsiones en mayor o menor medida. Aunque a veces puede estar causada por una lesión cerebral, un tumor o la falta de oxígeno en el cerebro durante un periodo determinado, se calcula que 2 de cada 3 pacientes no saben exactamente por qué les sucede. Aun así, puede tratarse, ya sea mediante medicamentos anticonvulsivos, cirugía o dispositivos eléctricos que estimulen regiones concretas del cerebro que se han visto asociadas con los ataques de un paciente en concreto. No todos los tratamientos sirven a todos los enfermos, por lo que se debe ir probando.
Por otro lado, el TOC es un trastorno de salud mental caracterizado por una serie de miedos, pensamientos intrusivos y obsesiones, acompañados de comportamientos compulsivos con los que el paciente cree que podrá frenar esos pensamientos.
Causa muchísima ansiedad y puede llegar a ser muy incapacitante. A menudo, se suele minimizar el TOC al psiquiatrizar comportamientos normales de la vida diaria. Por ejemplo, si una persona odia ver los cuadros torcidos, puede decir que le da el TOC. Pero alguien con este trastorno posiblemente colocaría el cuadro una y otra vez, pensando que, si no lo hace, puede pasar algo malo. No es lo mismo ni de lejos.
Hay muchísimos tipos de TOC. Algunas personas tienen compulsiones con la limpieza, otras con la salud, o con cualquier otro tema. En el caso de Amber, sobre todo se lavaba las manos hasta sangrar, por pensar que así evitaría todo tipo de enfermedades. Además, cada noche dedicaba varias horas a hacer comprobaciones antes de dormir. Esto es algo común en personas con TOC. Suelen comprobar si se han cerrado las ventanas, si el gas está apagado y otras muchas tareas similares.
El TOC puede tratarse con terapia psicológica. No obstante, esta puede combinarse también con psicofármacos para obtener mejores resultados.
El implante cerebral que le cambió la vida
Amber había pasado por varios especialistas para intentar tratar las convulsiones que le causaba la epilepsia. De hecho, en 2018 se sometió a una intervención quirúrgica en la que se le extirpó una porción muy pequeña de tejido cerebral. Esto redujo la frecuencia de las convulsiones, pero no las eliminó por completo.
Por eso, desde entonces sus médicos han estado explorando otras opciones. Tras consultarlo con ella, se optó por derivarla a un equipo de especialistas en estimulación del cerebro, para la colocación de un implante cerebral capaz de detectar la actividad vinculada a las convulsiones y generar señales eléctricas alternativas que las previenen antes de que sucedan.
Cuando se le informó del procedimiento, ella preguntó si también podrían ayudarle con su TOC. Los médicos decidieron estudiar esa opción y llegaron a la conclusión de que sí era posible. Le realizaron una serie de pruebas destinadas a comprobar las regiones cerebrales que se le activan cuando se producen las compulsiones y programaron el implante cerebral para que también frenase esa actividad. Se procuró que actuase sobre el núcleo accumbens, una región vinculada a la motivación y la acción, que tenía una gran actividad en el momento en que Amber experimentaba sus compulsiones.
Así, el implante cerebral era capaz de actuar a dos niveles totalmente independientes. Por un lado, enviando señales para frenar las convulsiones de la epilepsia y, por otro, previniendo las compulsiones.
Los resultados fueron un éxito. Las convulsiones desaparecieron casi por completo con el implante cerebral. Además, las compulsiones y comprobaciones que normalmente ocupaban varias horas del día de Amber pasaron a ser algo mucho más fugaz, que se resolvía en unos 30 minutos. Poco a poco, se fue regulando aún más y pudo hacer la vida normal que el TOC le había negado.
Por lo tanto, por mucho que el trabajo de Neuralink se presente como prometedor, lo cierto es que no han descubierto la pólvora. Habrá que ver lo que llega después. Pero, de momento, hay otros implantes cerebrales igualmente o incluso más interesantes.
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