Miami/«En Cuba no teníamos aire acondicionado. Las moscas y las cucarachas están por todas partes. Mi abuelo tenía como hobby enrollar el periódico Granma para cazar moscas, competíamos, yo era un niño, eso me entretenía».
El artista habanero Fabián Peña ganó recientemente la beca de la Fundación Cintas de Miami, una institución que desde hace varias décadas apoya y promueve a artistas y a creativos cubanos o de ascendencia cubana en diversas ramas artísticas.
Peña se hizo con la beca de Cintas en artes visuales por 20.000 dólares. Estos recursos son ante todo un premio en términos de tiempo. El artista podrá dedicar el tiempo que precisa la creación de su propuesta y que planea culminar hacia el final del año. «Serán 20 retratos monocromáticos de 20 personajes negativos del siglo XX. La lista incluye dictadores, Stalin, Castro, Hitler, asesinos en serie, terroristas y personajes que han definido la historia del siglo XX en un sentido negativo, pero, serán representados cuando eran niños, entre los 9 y los 12 años. Sus rostros van a estar expuestos en un lienzo, como las pinturas, pero serán pinturas con cucarachas. No son pinturas exactamente, son collages de cucarachas, del tipo mosaico, expuestas en una instalación mural», sostiene en conversación con 14ymedio.
En 20 años trabajando con cucarachas y moscas, Peña ha ido perfeccionando su técnica con estos materiales tan peculiares de los que habla con propiedad y pericia- CHECALO -
En 20 años trabajando con cucarachas y moscas, Peña ha ido perfeccionando su técnica con estos materiales tan peculiares de los que habla con propiedad y pericia. Y es que aquello que usualmente desechamos y rechazamos por aterrador, repulsivo y desagradable, ha sido reinventado y resignificado por el artista. «Es una obra muy artesanal y, todavía, sin nombre definido», dice respecto a la obra en la que trabaja.
«Las cucarachas son nuestras mascotas indeseables, como las moscas. Las cucarachas están en las tinieblas, tienen una luz particular, son muy curiosas, prehistóricas. Crean un conflicto ético/estético. Tienen unos tonos, unos colores muy particulares, son un universo misterioso y con mucho potencial, hablando de éstas como material y color. Aquí las uso por esa tonalidad roja que trae una reminiscencia a la sangre, como los personajes que van a estar representados».
El otro gran proyecto de Peña este 2024, para la Bienal de Puerto Rico, a celebrarse el próximo 18 de abril, es su propuesta Por ti yo muero, que esboza un sentido casi religioso. El concepto del papel en su obra plantea que este, siendo portador de ideas e ideologías, deviene en fósil. Las ideas y las referencias estéticas marxistas leninistas puestas en papel que estuvieron presentes en el proceso de formación del artista y, ahora, ese mismo papel transformado en sus manos adquiere un nuevo significado, el de material necrológico como metáfora implacable de una ideología caduca usada ya no solo para el adoctrinamiento y la instrucción, sino también para la destrucción.
La apuesta artística para la Bienal de Puerto Rico evoca el proceso de su serie Embotellados, expuesta en 2016. «En esta ocasión las botellas contienen 10 libros fundamentales, incluso fundamentalistas, portadoras de ideologías y planteamientos desfasados que bien pueden llevar a la destrucción, tanto a nivel político, como religioso, pero también hay lugar aquí para algunas piezas literarias que han sabido ganarse un lugar en la Historia».
Fabian Peña nació en La Habana, en 1976. Se graduó en el Instituto Superior de Arte, su formación con inclinación artística abarcó 12 años. Un año después de graduarse, en 2004, salió de Cuba por primera vez, una salida sin retorno. «Nací en El Vedado pero me crié en El Cerro que es un lugar bastante sui generis. El barrio mío no llegaba a ser un barrio marginal como tal, pero se acercaba mucho. Muy pobre, pero la gente, los vecinos, eran muy chéveres en esa época. Se extraña mucho esa parte. Tuve el privilegio de tener cerca de mí a artistas amigos, por ejemplo Lázaro Saavedra, que fue amigo y profesor mío y vivía casi al lado de la casa de mis padres, Roberto Favelo, Adrián Soca. Me sentí muy motivado al tener cerca a artistas y a la gente de otra generación relacionada con el arte y la creación artística. Hablábamos de los proyectos y terminábamos en una fiesta. Todo esto hacia el final de los años 90″.
«Teníamos la oficina allí, así le llamábamos, éramos el Colectivo Enema. Hicimos performances como La Morcilla: nos sacamos sangre 13 integrantes e hicimos una morcilla. También hicimos una intervención en casa de Lázaro, quien estuvo en Estados Unidos por una beca y alargó su estancia, así que le hicimos un homenaje en ausencia porque no sabíamos qué había pasado con él. Ese lugar es muy simbólico de esa época por su energía y como punto de encuentro».
Esa fue una etapa fundamental, muy productiva. Después no fue así, como inmigrante la prioridad es ganarse la vida
¿Tuvo opción de evolución profesional en Cuba? «En poco tiempo de vida profesional en Cuba desarrollamos muchos proyectos e iniciativas. Se pasa hambre, dificultades, censura, pero queríamos comernos el mundo. Mi obra, nuestra obra, obtuvo visibilidad, generó interés y eso nos brindó oportunidades que quizá otros no tuvieron tan temprano, porque hubo muchos curadores que se interesaron en lo que hacíamos. Todo el mundo iba a la Bienal de La Habana y nosotros estábamos ahí. Esa fue una etapa fundamental, muy productiva. Después no fue así, como inmigrante la prioridad es ganarse la vida. Ser inmigrante me hizo ver la realidad cómo funciona».
El régimen ha jugado la carta cultural y su apuesta le ha servido para que la escena cultural cubana sea relevante en todo el mundo. ¿Su arte no pretendía transgredir el sistema? ¿Por qué su obra tuvo mayores posibilidades que las de otros artistas? «Hablábamos en términos metafóricos de cosas que estaban pasando y eso admite muchas interpretaciones. Si se hacía de manera muy evidente la iban a censurar. Hicimos un performance, por ejemplo, limpiando pisos de instituciones culturales en Cuba, con frazadas de piso, eso se va desgastando y va tomando formas. En el llamado Período Especial se cocinaban esas frazadas en algunos lugares como bistecs y se las daban a la gente, engañándola, por supuesto.
Después de limpiar los pisos con esas frazadas hacíamos estandartes con ese material, usamos unas 50 frazadas para cada espacio. En ese momento estábamos inmersos en la filosofía oriental, hacíamos una suerte de cuadro abstracto con esas frazadas, escribíamos con tinta de zapatos en japonés la explicación de la obra: «con estas frazadas se limpió la Plaza de la Revolución en Cuba». Le conferíamos solemnidad a los estandartes, lucía como algo simbólico, sagrado, fue una manera de llevar la suciedad a un estado sublime. Esa obra fue llevada incluso a la Feria Internacional del Libro (FIL) Guadalajara en 2002, que tenía a Cuba como país invitado de honor. La obra, dicen, generó extrañeza porque la gente estaba acostumbrada a ver otra puesta en escena, otro concepto del arte cubano, no a ver el «churre» de las instituciones culturales, puesto de una manera tan solemne». ¿Solemnizar la mugre? «Funcionó muy bien en ese contexto».
Peña se ha ocupado de imaginar, producir y crear, guiado por la intuición. «Me gusta que el resultado de la obra supere lo que pensé inicialmente». Pero no se ha ocupado de guardar suficientes registros para la posteridad que atestigüen la genialidad de estos performances y creaciones. Al plantearle esta situación nota que la obra inicial estuvo mal documentada, mucha se perdió en Cuba o las fotografías que se hicieron eran muy malas y con dispositivos que no reflejan la calidad de la obra en toda su expresión. Algo de lo existente fue documentado por la historiadora de arte cubano y curadora, profesora del Instituto de Arte de Chicago, Rachel Weiss. Pero tampoco aquí en Estados Unidos, Peña ha recuperado las memorias de toda su obra.
Su arte salió de Cuba antes que él si se tiene en consideración que la instalación de los estandartes fue llevada a Guadalajara en 2002. Un año más tarde, Peña fue a Mérida. «A Cuba iban muchos curadores de Estados Unidos, y compraban obras, teníamos algo de dinero, no para enriquecerse, pero para vivir con lo necesario y seguir produciendo y viviendo del arte».
¿Y por qué se fue? «Porque no haber tenido problemas serios con el régimen no significa que no los fuéramos a tener. O que más adelante se hiciera imposible salir. Hubo una oportunidad y había que tomarla. Además, la situación entre México y Cuba se había visto deteriorada a nivel político y diplomático entre Fidel Castro y los presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Teníamos muchos amigos y contactos en México, es decir, toda la plataforma para quedarnos un rato, pero decidimos emprender la aventura hacia Estados Unidos. En ese trayecto también se perdió mucho de la obra, porque eran instalaciones y performances que no vuelves a hacer. México fue una experiencia gratificante y exitosa, artísticamente hablando, la primera vez que salí de Cuba.
Se fue sin despedirse. No se lo dijo a nadie, ni siquiera a sus padres. Las lágrimas de su mamá fueron premonitorias de la realidad inminente. Pasaron más de cinco años para que Peña volviera a verla.
«Es más sexy el artista cubano desde Cuba que desde Miami. Es más interesante para el extranjero lo que diga quien está allá»
La huida fue planificada desde Cuba, siempre en secreto. A su hermana la dejó siendo una adolescente y la encontró en otoño de 2011, bailando ballet en el Guggenheim en Nueva York. Ella sigue en Cuba.
¿Cómo es ser inmigrante? «Es de alguna manera como vivir una doble vida. Ser artista. Producir y crear. Pero en paralelo también ha sido aprender otros oficios para sobrevivir. He sido trabajador social, he trabajado en campos de golf, en tiendas, en oficinas, pero nunca he renunciado al arte, nunca he renunciado a crear. Mi obra de por sí lleva mucho tiempo para pensarla, crearla, producirla. Es un proceso muy largo».
Tras una breve etapa en Houston, Peña ya estaba trabajando con una galería aquí en Miami. Además de hacer performances en Florida International University y en diferentes lugares, siempre interactuando con el público. «Miami fue el objetivo porque teníamos gente aquí, conocidos, historiadores de arte, curadores y colegas del mundo cultural y artístico que habíamos conocido en Cuba. Gente que había notado, por cierto, ya desde los años 90, que el arte contemporáneo en Cuba estaba teniendo lugar pese a la falta de información y noticias del mundo exterior y que no tenía nada que le desmereciera frente a lo que hacían artistas en los 90 en Nueva York», nota, mientras observa las obras de Rubén Torres Llorca y José Bedia y recorre el Museo de Coral Gables al que está vinculado profesionalmente a tiempo parcial. Y apunta que es llamativo que el régimen no hubiera acusado a los exponentes del arte contemporáneo cubano por «diversionismo ideológico», como era habitual.
También desde afuera se ha tenido o se tenía la percepción de que «es más sexy el artista cubano desde Cuba que desde Miami. Es más interesante para el extranjero lo que diga quien está allá». Lo ha visto allá y lo ha vivido aquí.
En 2007, en el Art Basel, a los cinco minutos de abierta la feria que tenía lugar en el Miami Beach Convention Center, su obra fue vendida. El comprador, Lance Armstrong, habría pagado 21.000 dólares, según destacaron medios locales. No parece un mal comienzo en suelo estadounidense.
Peña siguió haciendo algo que había empezado en Cuba: collages con moscas trituradas y, también cucarachas. Con moscas, una de sus creaciones favoritas es Frozen Flight de 2008, una bandera fabricada con cientos de alas de moscas que conformaron una singular tela a modo de encaje o tejido semitransparente. La obra colgada desde el techo mantenía cierto movimiento giratorio natural, que se intensificaba con la cercanía del público. Es una obra de naturaleza frágil y a la vez resistente.
En 2017 dio a conocer Frozen Capital, realizada con papel comprimido de la famosa obra de Karl Marx, recubierta de moscas y vidrio. A semejanza de una paleta recubierta de chocolate y nueces. «En 2017 hice la última exposición con moscas. La presenté aquí en la Galería de David Castillo, Frozen Capital, representa El Capital de Marx congelado. Comprimí las páginas e hice una paleta, un helado, la cubierta no era chocolate, sino moscas y las nueces eran los vidrios de las botellas con las que comprimí el libro de Marx».
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