Pocas horas antes del comienzo del programa Mesa Redonda en el que estaba prevista la asistencia del ministro de Turismo, Juan Carlos García Granda, el economista cubano Pedro Monreal lanzaba una pregunta muy directa. «¿Pudiera informar el Ministerio de Turismo de los índices de eslabonamiento del turismo en Cuba que justifiquen aquello de la ‘locomotora?'», escribió desde la red social X. Por si el Ministerio tenía dudas de cómo realizar el cálculo, el experto adjuntaba imagen de la matriz.
Monreal, como la mayoría de cubanos, ignora por qué el Gobierno continúa considerando que el turismo es «la locomotora de la economía cubana» cuando no hay un solo dato que lo sustente, por eso pidió que se pusieran al alcance los números que ilustran cuánto desarrollo de otros sectores provocan las inversiones en turismo y viceversa. Por supuesto, si las autoridades turísticas cubanas poseen las cuentas ni las facilitaron ni lo harán, aunque volvieron a repetir, ya en la emisión, el mantra.
«El turismo no puede avanzar ni sobrevivir sin la economía nacional. Ahí incluimos a todo el que participa de alguna manera, aportando suministros y servicios para que se puedan dar las operaciones e inversiones», dijo María del Pilar Macías, directora general de Operaciones y Calidad del Ministerio de Turismo, que acompañaba a García Granda y aportó algunas cifras genéricas.
Según sus cuentas, el 69% de las compras del sector se hacen a la industria nacional. «Vemos con una visión mayor al encadenamiento productivo. Se logra vender, pero también se satisface lo que necesita el sector». La funcionaria aseguró que hay 259 instalaciones turísticas vinculadas con 1.111 «formas productivas», dentro de las cuales se encuentran 379 productores privados «que incluso han diseñado su cultivo para garantizar a las instalaciones hoteleras, o sea, piensan en el turismo».
Su valoración es positiva, ya que, además, evita las importaciones y sus costos. «Lo consigues más rápido y no caes en el tema de las navieras, que para llegar a Cuba deben prácticamente darle la vuelta al mundo y eso atrasa mucho», subrayó. Dentro de las novedades de esos «encadenamientos» se encuentra el desarrollo de industrias del reciclaje, un asunto que antes se ignoraba pero que cobra importancia para las hoteleras internacionales, como Meliá o Iberostar, sujetas a compromisos medioambientales.
«Empezamos un programa de sustitución del plástico en sobreuso. Ahí también hay encadenamiento productivo y tenemos industrias dando respuesta, como la Ciego Montero, en la producción de refresco»
«Empezamos un programa de sustitución del plástico en sobreuso. Ahí también hay encadenamiento productivo y tenemos industrias dando respuesta, como la Ciego Montero, en la producción de refresco». Lo mismo ocurre, citó, con los dispensadores que sustituirán a latas y botellas, reduciendo el uso de plásticos y los deshechos. «Los Portales hizo su línea para el refresco concentrado y Bucanero amplió para la cerveza dispensada», expuso.
El Gobierno parece interesado, posiblemente por la perspectiva de formar parte de la red de Destinos Turísticos Inteligentes – con Cayo Largo del Sur como primera meta declarada–, en cumplir los objetivos de sostenibilidad exigidos para lograr el sello. Por ello presentó también anoche en televisión un plan de turismo rural para transformar las fincas agropecuarias en agroturísticas.
El fin es, en cualquier caso, reactivar un sector hundido, ya que, como reconoció el propio García Granda, «a nivel mundial, la industria turística se está recuperando, con un auge turístico en países como España, en Europa y en el Caribe». No se siente fracasado, pese al mal dato de la Isla – que cerró 2023 con 2.436.980 de visitantes internacionales, un 42,8% menos que en 2019 y un 31% por debajo de sus aspiraciones–, ya que, dijo, «ningún otro país desarrolla su actividad turística en las mismas condiciones que Cuba».
El ministro hizo resumen de la lista de perjuicios del embargo, incluida la más reciente medida de suspender la ESTA (programa de exención de visados) de quienes hayan viajado a Cuba desde 2021, aunque la única de las afrentas citadas que parece tener repercusiones en base a datos es la prohibición de cruceros desde EE UU. La norma fue aprobada por la administración de Donald Trump en junio de 2019 y mantenida por la de Biden, impide, según García Granda, la llegada de al menos 1,2 millones de turistas. El dato es exagerado teniendo en cuenta que en 2018, un año excelente para el sector en la Isla, se recibió por esta vía a 850.000 estadounidenses aproximadamente, aunque el agujero en las cuentas es real.
El resto de lastres se encuentra, expuso el ministro, en la falta de recursos que impiden la promoción adecuada, así como la disponibilidad de combustible –incluido el de vuelos internos o lanchas para excursiones. Pese a todo, el país invirtió dinero en la mejora de aeropuertos, como se refleja en una nota publicada este miércoles en Granma que no especifica el monto empleado en las acciones acometidas, que abarcan desde mejoras en las pistas a aparatos de seguridad o instalaciones.
«La baja tasa de ocupación indica no solamente un gran exceso de capacidad. Es también un monumental despilfarro de inversión»
«La estadística oficial indica una incongruencia entre el muy alto peso relativo de la inversión asociada a un turismo que tiene una baja tasa de ocupación y que coexiste con el bajo y decreciente peso de la inversión agropecuaria en un país con inseguridad alimentaria», reprochaba Monreal en su análisis en redes. Las cuentas, resumidas en un gráfico que refleja bien la desproporción entre gasto y caída de la afluencia, son abrumadoras. «La baja tasa de ocupación indica no solamente un gran exceso de capacidad. Es también un monumental despilfarro de inversión. ¿Cuál es la racionalidad de haber invertido miles de millones de pesos para seguir abultando una excesiva oferta hotelera?», insiste el economista.
Para 2024, el Gobierno plantea tener 3,2 millones de turistas y lo fía especialmente a la recuperación de las frecuencias aéreas. El ministro indicó que «se ha logrado establecer conexiones aéreas con 32 países a través de 50 líneas aéreas, con un promedio de 579 frecuencias semanales. En 2019, se contaba con 764 frecuencias semanales, aunque una gran parte de ellas correspondía a vuelos desde Estados Unidos». Si esos números son ciertos, Cuba tiene ahora un 24,21% menos de frecuencias que en 2019, frente a la caída del turismo en un 42% comparado con el mismo año.
Más adelante, sin embargo, señaló que la mejora de la cifra de viajeros se debe al aumento de vuelos «a pesar de contar con solo el 47% de las frecuencias que se tenían en 2019». No parece que haya alguien que pueda calcular para Monreal el índice de Leontief.
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