La Habana/La «miel de la vanguardia» de Camagüey, como la ha definido no pocas veces la prensa oficial, tuvo en 2023 su peor año. Los productores perdieron 500 colmenas solo en los meses de mayo y junio por la crisis de combustible, lo cual provocó que la producción fuera de solo 530 toneladas el año pasado.
Fue un año «muy complejo», sobre todo para la exportación, al cual se destina el 90% de lo que produce Camagüey, lamentó el jefe de los apicultores estatales de la provincia, Omelio Barba. La cantidad producida en 2023 sigue muy lejos de las 913 toneladas de 2019, su segunda mejor marca después de las 1.000 toneladas que fabricó en 1983.
El directivo dio las malas noticias durante un reciente balance en la sección camagüeyana del Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera. Alarmado porque Cuba está perdiendo su «tradición» de gigante apícola desde hace más de 40 años, Barba explicó que la floración de 2023 también fue catastrófica, lo cual –junto a la escasez de combustible– desembocó en la pérdida de las colmenas.
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«Lo necesitamos para buscar liquidez y un mercado en divisas que nos permita desarrollarnos en todo el país, y es esa la misión»
Este 2024 también va por mal camino. Sin las ganancias de las ventas del año pasado, habrá problemas para recuperar el ritmo de la producción. «Lo necesitamos para buscar liquidez y un mercado en divisas que nos permita desarrollarnos en todo el país, y es esa la misión», explicó el dirigente.
Los apicultores de la provincia también fabrican cera, polen y jalea, dijo Barba, que tratarán de producir este año «no obstante las dificultades». El directivo no tiene otro plan que «esperar que el clima favorezca el trabajo de las propias abejas» y aguarda «la entrada de combustibles», tan voluble como el mal tiempo.
El desplome de la producción de miel, uno de los pocos productos que aporta ganancias sustanciales al Gobierno cubano, es un fenómeno que afecta a todo el país. Las cifras de Las Tunas en 2023 son más graves que las de Camagüey: se quedaron en 275,7 toneladas, menos de la mitad que en 2020 y solo un 53% de lo planificado.
Como en el resto de las provincias del país, los productores deben vender su miel a la Empresa Estatal Apícola, que evalúa el producto y le pone precio, mucho mejor pagado que el de otros productos pero no exento de retrasos y trampas por parte del Estado, cuya tajada es varias veces superior a lo que paga. Por cada tonelada, las autoridades pagan 600 MLC (moneda libremente convertible) al apicultor, pero la vende en el mercado internacional, como promedio, a más de 4.000 euros –que, dependiendo de la calidad, puede ascender a 20.000.
Aun así, los productores padecen las mismas dificultades que el resto de los campesinos, mientras los directivos atribuyen el fracaso a causas naturales, como la sequía, en el caso de Las Tunas, o la mala floración, en Camagüey. Barba, que en 2019 celebró el éxito del sector y predijo que sería una importante puerta de entrada de divisas al país, ahora se prepara para otro año que se anuncia mediocre.
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