▲ El cambio climático y un holocausto nuclear están entre los factores que podrían colapsar la civilización, asegura Ceballos González, ecólogo de la UNAM.Foto cortesía Fundación BBVA
Ángel Vargas
- CHECALO -
Periódico La Jornada
Jueves 1º de febrero de 2024, p. 2
La sexta extinción masiva en el planeta se acerca a pasos agigantados, y de no haber un cambio de rumbo de la humanidad, ésta podría no sólo experimentar un colapso civilizatorio en las próximas cuatro o cinco décadas, sino desaparecer en un plazo estimado entre un siglo y medio o dos.
El planteamiento es del ecólogo mexicano Gerardo Jorge Ceballos González (1958), quien, tras aclarar que no pretende ser alarmista y menos apocalíptico, aborda argumentos científicos sólidos para hacer una aseveración de esa dimensión.
La extinción de especies es uno de los grandes problemas ambientales y, junto con el cambio climático y un holocausto nuclear, podrían ser los factores que colapsen la civilización
, sostiene. Una de las búsquedas de su quehacer es compartir que aún podemos evitar los impactos más críticos. Ya no podemos eludir la sexta gran extinción, pero sí sus huellas más fuertes, si hacemos lo que tenemos que hacer
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Los trabajos que el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace junto con su colega y compatriota Rodolfo Dirzo de cuantificar la magnitud de la sexta gran extinción de especies, les valió conjuntamente el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, en la categoría de Ecología y biología de la conservación, anunciado ayer en Madrid.
De acuerdo con el fallo del jurado, las investigaciones de ambos especialistas establecieron que las tasas actuales de extinción de especies son mucho más altas que en los 2 millones de años previos
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En entrevista con La Jornada, Ceballos explica que la desaparición es normal en la historia de la vida de la Tierra y que la evolución funciona como proceso de extinciones y de generación de especies.
“En tiempos normales, hay más especies que se originan de las que desaparecen, la diversidad va incrementándose. Ha habido cinco extinciones masivas en 600 millones de años, la última acabó con los dinosaurios. Todas tienen la característica de que fueron muy catastróficas –acabaron con 70 por ciento o más de las especies–, causadas por una catástrofe natural, como un meteorito, y muy rápidas en tiempo geológico, cientos de miles o millones de años”.
Precisa que, a partir de un trabajo comparativo y de análisis del número de especies, descubrió que las tasas de extinción de vertebrados son hoy día entre 100 y mil veces más altas que las que han prevalecido en los últimos millones de años.
“Esto quiere decir que las que desaparecieron en el más reciente siglo deberían haberlo hecho en 10 mil años. Esa es la magnitud del fenómeno (…) En términos geológicos, son procesos muy rápidos, instantáneos, así sean millones de años. Pero ahora estamos hablando de 100 años, y lo más grave es que esto se ha incrementado en los últimos 30 o 40”.
Ceballos González es investigador titular C en el Instituto de Ecología de la UNAM y especialista en especies en peligro de extinción, áreas naturales protegidas, planeación ambiental y la vinculación de conservación con desarrollo.
Consumo creciente y recursos finitos
Sostiene que la especie humana es la causante de esta sexta gran desaparición, entre otros factores, por el crecimiento desmedido de la población, que cada año se incrementa 100 millones a escala global: En 10 años seremos mil millones más. Para darse cuenta de lo que significa, la humanidad tardó hasta 1800 en llegar a mil millones, y ahora en 100 años. La población crece sin parar en un planeta finito y con energía y recursos también finitos. Ésa es la receta de un gran desastre
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Otros factores, menciona, tienen que ver con el consumo desmedido de las sociedades y el uso irracional de recursos como el petróleo y el carbón. Todas esas energías que son ineficientes
, en el sentido de que producen gases de invernadero y provocan el cambio climático.
La destrucción de los ambientes naturales y ecosistemas por el crecimiento de la infraestructura, la agricultura y la ganadería se aúnan a esa lista, igual que el tráfico ilegal de especies animales y vegetales, la toxificación del ambiente
y las enfermedades causadas por las especies introducidas.
Son factores que están causando que se terminen las especies, todos relacionados con el humano; ¿por qué decimos que éste?, porque precisamente esa era la clave de nuestros estudios: si no fuéramos la causa, las tasas de extinción deberían ser iguales a las que prevalecieron en los últimos millones de años.
Según el ecólogo, la vida en el planeta no sucumbirá del todo con la sexta extinción masiva, como han demostrado las cinco anteriores. Precisa, sin embargo, que es muy viable que la especie humana sí desaparezca.
“Hay un par de estudios que han abordado eso y evidentemente, entre el cambio climático, la extinción de especies, la polución y la toxificación… si seguimos el curso que llevamos, no hay forma en que no nos acabemos ”, asegura.
A paso apresurado
Se dice que el plazo de extinción de la humanidad es alrededor de 200 o 250 años, aunque las predicciones que se hicieron en los años 90 y las que hemos hecho de lo que ocurría en 2100 están sucediendo ya. Se estima que ahora serán en los años 2050 o 2070. Es decir, el deterioro es mucho más rápido.
Advierte: “antes de que se acabe la humanidad, es posible que haya un colapso de la civilización, lo cual significa básicamente la ruptura de las estructuras sociales, políticas y económicas que han permitido que haya –con todos los problemas existentes– estabilidad. Es posible que este colapso a nivel regional o global ocurra en las próximas cuatro o cinco décadas”.
No obstante, para este especialista no todo está perdido y confía en que la humanidad tiene aún en sus manos los medios para evitar ese trágico desenlace. Destaca a la ciencia y el desarrollo tecnológico como rutas de salida.
Hay muchos aspectos que pueden jugar a favor de la humanidad, y a eso debemos apostar. En su magnitud correcta, tengo esperanzas; si no las tuviera, no tendría caso que me dedicara a la ciencia. Hay aún muchas cosas por hacer y tenemos grandes logros en México y el planeta; pero, por otro lado, no sería ético de mi parte no asumir ni decir la magnitud del problema, a pesar de que esto suene enormemente grave y alarmista.