Para su segundo largometraje, titulado No quiero ser polvo, Iván Löwenberg involucró a su núcleo más cercano en la producción y realización, quienes no cobraron ni un sólo peso por su trabajo.
“Mi mamá en la ficción es mi madre en la vida real, ella es la protagonista, mi papá dio vida al doctor en el set, mi hermana canta una canción en la cinta; hay mucha familia involucrada, lo cual agradezco, ya que sin ellos, este sueño no se hubiera podido concretar”, afirmó Löwenberg en entrevista con El Sol de México.
En los años noventa, la idea de que se presentarían tres días de oscuridad, mismos que encaminarían al fin del mundo comenzó a rondar la mente de la familia de Löwenberg. Varios meses estuvieron enfrascados en la paranoia de un posible «eclipse galáctico», sin embargo, nada sucedió.
Para 2010, la idea del fin del mundo nuevamente asechó la mente de los familiares del cineasta y fue gracias a esto que ideó algún futuro en el que realmente la humanidad dejara de existir, pero todo dentro de un ambiente de realidad.
- CHECALO -
“En el 2010 decidí escribir la historia, sobre todo preguntándome ¿qué puede haber detrás de esas teorías, así como de las personas que toman con entusiasmo la idea del fin del mundo?, ¿por qué les emociona tanto tratar de convencer a los demás?, ¿qué los puede motivar a aferrarse a una idea que puede significar su propio fin?”, sostuvo.
En la trama, Bego es un ama de casa que vive aburrida y temerosa de ser intrascendente. Sufre el síndrome del nido vacío, su hijo se enfoca únicamente en su carrera, por lo que parece ya no necesitarla, mientras que su esposo la evita y permanece mucho tiempo fuera de casa, ella cree que la engaña.
Eso la lleva a unirse a un culto religioso en donde encuentra un refugio a su propia soledad, es ahí donde la convencen de que el fin del mundo se acerca.
“Afortunadamente yo no he tenido esa sensación de nido vacío, tengo una bonita relación, estrecha y profunda con mis hijos, pero yo soy terapeuta y serlo me ha permitido conectar y contactar, ser empática con muchas personas, muchas mujeres que transitan por todo esto.
“Pude entenderlo y hacer totalmente mío al personaje, sí fue interesante el proceso de la cinta; siento que para el público también hay reflexiones interesantes, de hecho, en las presentaciones de los festivales hay gente que nos cuentan que se identificaron y los ha cuestionado sobre distintos aspectos, creo que hay un mensaje interesante”, aseguró Bego Sainz, quien debutó como actriz.
El cineasta aseguró que uno de los retos más complicados para levantar este proyecto fue encontrar el financiamiento, mismo que le llevó casi una década. Escribió la historia en 2011, pero fue hasta 2021 cuando logró el rodaje, esto con apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina.
“Es una cinta con toques de ciencia ficción y cuando filmamos no sabíamos quiénes le incluirían estos efectos en posproducción, pero posteriormente cuando la cinta estuvo seleccionada en Guadalajara Construye (2021) conocimos a Pierrot films, se hicieron coproductores y así iniciaron proceso creativo y técnico de los efectos visuales de la película.
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“Cuando veo hacia atrás y veo que pasaron casi 12 años para que la cinta llegara a salas de cine y que no desistí en el camino, me doy cuenta que en realidad sí me gusta este trabajo, es un medio que me permite contar historias y, después de todo el tiempo y el esfuerzo que hubo detrás de la película, está habiendo resultados y está gustando”, aseveró.
La cinta, que cuenta con dos premios ganados a Mejor Película y Director en el Festival Feratum, ya se exhibe en circuitos culturales tanto de la capital como de Guadalajara, Monterrey, Oaxaca, y San Luis Potosí, entre otros.
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