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Periódico La Jornada
Viernes 5 de enero de 2024, p. 9
En México se ha descuidado mucho el estudio de la llegada y el desarrollo de la música antillana en territorio nacional, en especial lo que se refiere al son cubano, sostuvo el investigador independiente Marcos Salazar Gutiérrez, quien participó en la 66 edición de la Feria de Cali, con un conversatorio sobre el tema realizado al alimón con su colega Arturo Yáñez.
- CHECALO -
La invitación para participar en el Encuentro de Melómanos y Coleccionistas, que rindió homenaje a México, tuvo como intención esclarecer, precisamente, la idea de un país no sólo de intérpretes de bolero o música ranchera
, sino dejar en claro que aquí había una esencia antillana que quizá no se conoce
, precisó el bibliotecario de profesión. Fue idea del caleño Isidoro Corkidi, gran conocedor de la música mexicana. En la misma actividad se presentó el libro Toña La Negra. La sensación jarocha, del mexicano Armando Pous.
La historia que la mancuerna Salazar / Yáñez llevó a la ciudad colombiana partió de finales del siglo XIX, llegó casi a los años setenta de la centuria pasada y estuvo poblada por la mayoría de los intérpretes de renombre
que ha dado el género, muchos de los cuales han sido olvidados. Resultó sorprendente
enterarse de la llegada al puerto de sVeracruz en 1928 del Son Cuba de Marianao, mientras poco tiempo después el Son de Oriente hacía lo mismo en la península de Yucatán. Luego, en los años treinta, el arribo Ernesto Lecuona, Rafael Hernández, el Trío Matamoros y el Cuarteto Hatuey, entre muchos otros.
Soneros nacionales
Esa historia, pues, repleta de nombres como Kiko Mendive, Miguelito Valdés, Juan Bruno Tarraza, Benny Moré, Cheo Marquetti, Silvestre Méndez, Bienvenido Granda, Dámaso Pérez Prado, Celio González, Elena Burke y Celia Cruz, fascinó al auditorio que, por otro lado, quizá escuchó por primera vez mencionar a una multitud de soneros mexicanos que en su momento ocuparon las marquesinas de los teatros y cabarets.
Los expositores llevaron un video de la película Salón México, dirigida por Emilio Fernández, en la que aparecen Las Mulatas de Fuego y Celia Cruz, acompañadas por el Son Clave de Oro, conjunto mexicano.
Para Salazar a los que nos gusta esta música hemos sido injustos con la figura de Lalo Montané (Tlalixcoyan, Veracruz, 1917-1987)
, cantante y requinto, quien formó el Dueto Fantasma y el Dúo Antillano con Benny Moré, además de ser elemento de grupos como la Orquesta Antillana de Arturo Núñez y fundar el trío Lira Criolla.
Desde hace tiempo el investigador realiza un proyecto en torno al cine, que consiste en identificar a soneros mexicanos, cubanos y de otras latitudes que hayan aparecido, en principio, en películas de producción nacional. Tanto el cine mexicano, como la radio, jugaron un papel relevante en la difusión de la música hecha aquí. Sin embargo, hay muchos créditos que se adjudican a cubanos cuando se trata de mexicanos, advierte.
A fin de promover el son cubano hecho en México, Salazar sugiere crear un sitio web de cine mexicano en el que se aprecien a las personas o agrupaciones que interpretan este género en cintas como Chucho el remendado o También de dolor se canta. Él ya ha revisado más de 300 filmes.
En cierto momento fue muy sonado
un mano a mano de piano entre Eddie Palmieri, Larry Harlow y Papo Luca. Sin embargo, en la película Al son del mambo (1950), esa misma hazaña fue ejecutada por Pérez Prado, Alberto Chamaco Domínguez y Juan Bruno Tarraza.
El conversatorio finalizó con una remembranza del grupo de Lobo y Melón, activo de 1958 a 1971, que cultivó un particular estilo: dijimos al auditorio que en aquel entonces a su forma de tocar se le llamó chúa cháa, sin embargo, Luis Ángel Silva Melón siempre me dijo que era scat son, y otras personas scat y son. Entonces, jamás se le conoció como chúa chúa, simplemente como una mezcla de son y jazz
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