Había muchísimo recelo en el público ante el estreno de Wonka. La película se anunció como una historia de orígenes del legendario chocolatero al que antaño interpretaron primero Gene Wilder y después Johnny Depp. En esta ocasión, la responsabilidad recaía sobre Timothée Chalamet, una de las grandes estrellas emergentes de los últimos años. La cinta no iba a ser una nueva adaptación de Charlie y la fábrica de chocolate, sino una precuela que conectaría con ellas.
Wonka indaga en la llegada del joven Willy a la industria del chocolate. Ambicioso, excéntrico y confiado, el joven tratará de deslumbrar a toda la ciudad con sus bombones únicos. En realidad, no tiene un solo centavo, pero confía en poder construir todo un imperio de la noche a la mañana. Sin embargo, pronto descubrirá que la vida real es mucho más cruel y no se corresponde con sus delirios de grandeza. Pero el protagonista no está dispuesto a rendirse por las buenas.
Wonka
Bajo la batuta de Paul King, el director de Paddington, Timothée Chalamet lleva a la pantalla una sorprendente y entretenida historia sobre los inicios de Willy Wonka como chocolatero. Pese a un pequeño bajón de ritmo en su acto central y a su falta de cualquier atisbo de humor negro, el filme divertirá a niños y mayores, convirtiéndose en la película perfecta para ver en familia en Navidad.
El carisma de Timotée Chalamet
Toda la premisa de Wonka se movía sobre un alambre muy fino. Una vez más, Hollywood optaba por la estrategia de repescar viejas historias en lugar de buscar nuevas. Y no solo eso, sino que Warner Bros. se atrevía a meterle mano a una de las fábulas familiares más queridas de todos los tiempos. Había muchos detonantes que podían hacer que saliera fatal. Y una buena parte del público así lo percibía. Pero, por fortuna, el estudio ha conseguido salir airoso y con nota de tan complicada gesta.
Y buena parte de la culpa la tiene Timothée Chalamet. El actor venía consagrado por películas como Dune o Call Me By Your Name. Pero ahora tenía una tarea aún más difícil. Debía coger a uno de los personajes más icónicos de la historia del cine y hacerlo suyo sin perder su esencia por el camino. Pero este chico, todo lo que toca lo convierte en oro. O, mejor dicho, en chocolate. Su versión de Willy Wonka es magnífica de principio a fin.
Tan solo hace falta una escena, una canción, para descubrir que Chalamet es capaz de interpretar con gran acierto al confitero. Tiene la capacidad física para mostrarse estrafalario y devorar la pantalla, hacer la película suya. Pero también tiene en sus ojos esa mirada de ilusión y locura tan característica del personaje. El intérprete le toma la medida a Wonka a la perfección en las distancias cortas y también en los planos generales. Y, a partir de ahí, derrocha carisma sin parar. Era una misión complicadísima por todo lo que simboliza Charlie y la fábrica de chocolate en la cultura pop. Pero el actor ha conseguido el sobresaliente.
Wonka y el poder de la imaginación
Al margen de su estupendo protagonista, Wonka también ha sabido plasmar en la pantalla una historia sencilla y efectiva. Exactamente lo que se le pedía a la película. Todos sabemos cómo acaba, con el protagonista siendo el mejor chocolatero del mundo y construyendo su fábrica. Por tanto, la gracia no estaba en sorprender, sino en pasar del punto A al punto B de manera entretenida. Y vaya si lo hace. La cinta es pura diversión, un torrente de emociones y carcajadas bajo el poderoso marco de, como decía el filme original, un mundo de fantasía.
Wonka encuentra su esencia en una trama sobre la perseverancia y la firme creencia de que hay que ser fiel a uno mismo para alcanzar las grandes metas. Con este enfoque se separa de las películas anteriores para brillar con luz propia. A lo largo de la cinta hay innumerables homenajes y referencias a ellas, claro. Especialmente a la de 1971 de Mel Stuart. Pero no necesita subirse a los hombros de aquel gigante para destacar y hacerse notar. Los fans de la original disfrutarán de los guiños en forma de canciones, frases e incluso visuales. Pero no se trata de jugar a la réplica porque sí, y los nuevos espectadores podrán maravillarse sin saber nada de antemano.
Porque Wonka es, por encima de todas las cosas, una película muy familiar. El director Paul King es el responsable de dos de los filmes más queridos y bienintencionados de todo el siglo XXI, Paddington y Paddington 2. Ese sello cálido está presente en cada escena de Wonka. No es una cinta que aspire a cambiarte la vida, sino a abrazarte y hacerte pasar un buen rato durante dos horas. El cineasta confecciona un colorido y luminoso festival lleno de magia, una oda a la imaginación.
El mejor ejemplo es todo el diseño de la película. Por fortuna, King ha optado por muchos efectos prácticos y por la construcción de grandes y exquisitos sets. La ciudad y sus edificios rezuman ese olor a cuento de los de antes. Un aroma único que impregna de sabor y personalidad a toda la cinta. Si sumamos que se ambienta en invierno, con la nieve, el frío y los gordos abrigos de sus personajes, se convierte en la película ideal para ver en Navidad.
Puede que ese sea también uno de los motivos por los que algunos espectadores sientan algo de decepción. El Willy Wonka de Charlie y la fábrica de chocolate era un tipo irreverente y brillante. Pero también era retorcido y siniestro. Para encontrar a su digno heredero no dudaba en castigar a los niños que resultaban candidatos fallidos. Que si ahogando en un río de chocolate a uno, volviendo azul a otra, diminuto a uno más. Ese humor negro tan salvajemente cómico no existe en Wonka. Sí que hay dobles lecturas con el dulce y la corrupción policial, clave para que los adultos la disfruten tanto como los niños. Pero el tono es mucho más familiar y bondadoso.
Oompa Loompa doom-pa-dee-doo
Si antes hablábamos de Chalamet, sería injusto no mencionar a sus compañeros de baile. Empezando por el más destacable, el tronchante Hugh Grant. Durante décadas el chico perfecto de las comedias románticas, el actor poco a poco continúa con su transformación hacia personajes notorios y pintorescos. Tras su paso por el universo de Dungeons & Dragons, ahora le toca ser nada menos que un Oompa Loompa. Wonka recupera a los hombrecillos naranjas de pelo verde a través del intérprete. Es cierto que tiene pocas escenas que dejan con ganas de más, pero todas son de lo mejor de la película.
Para el recuerdo queda su nueva versión de la pegadiza canción de los Oompa Loompas que, a buen seguro, se convertirá en la banda sonora de muchos hogares los días después de ver la cinta. En parte porque el resto de temas del musical son más homogéneos y, por tanto, menos memorables. Todos se asemejan demasiado a Pure Imagination, la canción de la película de 1971 que Wonka reconvierte en himno central de esta nueva película y del personaje.
Más allá de Grant, otra secundaria de lujo es Olivia Colman como la perversa señora Scrubitt. Se nota que la oscarizada actriz se lo ha pasado muy bien rodando Wonka. Como también lo han hecho Paterson Joseph, Matt Lucas y Mathew Baynton como Slugworth, Prodnose y Fickelgruber, los malvados chocolateros que tratarán por todos los medios de hundir al protagonista en la más absoluta de las miserias.
En el reparto se encuentran otros nombres estelares como Sally Hawkins o Rowan Atkinson. El director ha sabido rodearse bien una vez más. Aunque entre tanto personaje, otros secundarios no consiguen enganchar tanto, aunque sean tan interesantes como la Noodle de Calah Lane.
Con todos estos ingredientes, Wonka acaba siendo un sorprendente y sabroso bombón idóneo para degustar en Navidad en familia. Una película muy entretenida, llena de humor y fantasía, que hará las delicias de niños y mayores. Sin aferrarse en exceso a sus predecesoras, ofrece una simpática relectura del aclamado personaje, interpretado a la perfección por el carismático Timothée Chalamet. Lo tiene todo para triunfar en este fin de año.
Wonka se estrena en cines el 6 de diciembre.
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