Berlín llega a Netflix para aliviar el mono de los fans de La Casa de Papel. La exitosa serie española puso su punto y final en diciembre de 2021. Tras ella llegó un olvidable y malogrado remake coreano. Ahora, el equipo creativo original se reúne para regresar al universo matriz. Solo que esta vez será una precuela. Y le dará el protagonismo, al fin, al personaje de Pedro Alonso, uno de los más aclamados por su excéntrica idiosincrasia.
Berlín sigue los pasos de su nuevo protagonista en el que planea que sea su nueva obra imborrable en el mundo de los atracos. Con París como telón de fondo, el ladrón quiere robar una colección de joyas con valor de 44 millones de euros. Para ello necesitará ayuda, así que reúne a una banda plagada de caras nuevas. Cada uno con sus habilidades, intentarán burlar a la policía y los sistemas de seguridad para hacerse con el botín. Pero de por medio surgirá la mayor de todas las fuerzas, el amor.
Berlín
Netflix retorna al universo La Casa de Papel con un entretenido spin-off que trata por todos los medios de diferenciarse de la original. El tono es mucho más ligero, optimista y frenético. Pero pierde puntos al apostarlo todo por una comedia romántica demasiado arquetípica y simple que desvía el foco principal del atraco.
Berlín y el amor
La premisa de la que parte la serie deja a las claras en qué mundo estamos. Esto no va a dejar de ser La Casa de Papel. Los ladrones son una panda de idealistas simpáticos e ingeniosos, capaces de las mayores virguerías para salirse con la suya. A partir de ahí, Netflix tenía la misión de buscar un tono propio, diferente. Berlín merecía tener una entidad propia. Así que llevaron a cabo una serie de cambios sustanciales sin perder necesariamente su esencia.
El primero y más evidente es un salto al vacío de proporciones estratosféricas. ¿Qué pasaría si a La Casa de Papel le inyectaras una sobredosis de comedia romántica? La respuesta está en los ocho episodios de Berlín. Ha sido un movimiento arriesgadísimo por parte del equipo de guion. Encontrar el equilibrio para no perderse era una tarea muy compleja. Y a ratos sale bien, aunque en otros se han pasado de frenada. Aquí esa manida intensidad que Tokyo le metía a sus narraciones sobre dramas personales se transforma en varias historias de amor y desamor.
Así, en una escena Berlín está explicando al detalle cómo entrar en una cámara acorazada de máxima seguridad y en la siguiente escena nos habla sobre cómo el llegar al corazón de una dama es la gesta más noble por la que un hombre puede luchar. El riesgo que se ha tomado es loable, aunque el contraste resulta rarísimo y provoca que el interés que suscita sufra altibajos. El foco, el objetivo final, es por momentos el golpe y en otros —demasiados— se cambia por ser feliz en el amor.
Aunque son los maestros del género de atracos, el romántico no está tan pulido. Quienes gusten de este tipo de tramas en general disfrutarán de Berlín. Pero la serie no deja de ser un compendio de los clichés más básicos en la manida historia «chico-conoce-chica». Como cada uno de los arcos narrativos románticos es diferente, se abarcan todos los estereotipos posibles. Se maquillan de frases lapidarias que pretenden ser grandes citas y que, por el contrario, llegan a resultar pedantes, cursis y ñoñas. La serie se emborracha de sentimentalismo sensiblón.
En sexta marcha
Eso sí, hay un atributo que han sabido exprimir a la perfección. A estas alturas todo el mundo conoce La Casa de Papel. El éxito mundial del proyecto fue tal que ha cambiado los mecanismos del género. Así que en Berlín no es necesario ir poco a poco. La serie arranca a toda mecha y no frena un solo instante hasta que su episodio final termina. El ritmo es aceleradísimo y no da tiempo a aburrirse.
Todo lo que antes podía resultar tedioso queda fuera. Si La Casa de Papel dilataba hasta la extenuación sus momentos de tensión, aquí optan por acumularlos. Siempre pasan cosas y la sensación es de que todo puede estallar por los aires de un instante a otro. Incluso hay persecuciones y escenas que parecen sacadas de Fast & Furious. Esto va a ser una delicia para los espectadores, que devorarán la serie a la velocidad de la luz. Es verdad que hay agujeros de guion y muchas casualidades y deus ex machina bastante vagos. Pero todo pasa tan deprisa que no da tiempo ni a pensarlos.
El frenesí en el que se convierte Berlín es altamente adictivo y, sobre todo, muy ligero. La estructura es mucho menos compleja. Un fast food de esos tan agradecidos que solucionan una noche hambrienta. Los personajes no necesitan mucha introducción, ya los iremos conociendo por el camino, encariñándonos con ellos. Los giros de guion son siempre divertidos y emocionantes. No necesitamos tantas escenas de acción con metralletas y explosiones. El montaje vuelve a ir rapidísimo mientras la historia pasa como un juego de ilusionismo. Hay guiños y referencias a la original. Y el protagonista, otra vez, irradia un carisma desbordante. La serie se vuelve un cóctel molotov.
París y el lavado de imagen
A eso se le une un notable cambio estético. Pasamos de constantes interiores fríos y estilizados a la elegancia y la luz de París. La ciudad, sus calles, locales, lujos y sus gentes juegan un papel fundamental en Berlín. El plan era acabar con la claustrofobia y el oscurantismo de la serie matriz. Misión conseguida. La propia escenografía transmite una sensación mucho más aliviada. Y es que el diseño de producción, otra vez, vuelve a ser excepcional.
Pero ese lavado de imagen también pasa factura en el propio Berlín de una manera menos acertada. Aquí se le presenta como un héroe. Un hombre con una idea y los medios para llevarla a cabo. Y también un romántico que puede ofrecerle a la joven y apuesta Camille una vida a su altura. Esto hace olvidar lo que se esconde detrás. En realidad, la historia de amor es más bien un caso claro de acoso. Y no hay que olvidar que el personaje es en el fondo alguien cruel y despiadado, amén de un misógino que incluso viola a una mujer durante La Casa de Papel. El genial dilema moral que representaba antes —la mezcla de fascinación y repulsión— desaparece.
Puede decirse, por tanto, que Netflix se apunta otro éxito en el universo de La Casa de Papel, aunque con bastantes peros de por medio. Berlín es una serie llena de incoherencias y con un romanticismo exagerado hasta el extremo. Pero también es un disfrute ideal para maratonear que, además, deja la puerta abierta a una segunda temporada con nuevos robos.
Berlín se estrena en Netflix el 29 de diciembre.
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