La noche del 8 de diciembre de 1980 durante la transmisión, desde Estados Unidos, del partido de futbol americano entre Patriotas y Delfines, Jorge Berry dio una noticia a los televidentes defeños: “…Allá en la ciudad de Nueva York, John Lennon, el que fuera uno de los cuatro hombre que revolucionaran la música con The Beatles, fue balaceado, recibió dos tiros en la espalda. Llegó muerto al hospital…” Frente al edificio Dakota, el sueño terminó alrededor de las 11 de la noche. Y tristemente, el mito lennoniano recibió con esas balas asesinas su confirmación para no dejar de serlo nunca jamás: de inmediato, surgieron imágenes inmarcesibles y emergió el recuerdo intemporal del Lennon devolviendo su medalla como Miembro de la Orden del Imperio Británico y el de la foto donde John, con los brazos cruzados, pareciera enmarcar las palabras impresas en la playera: New York City; ahora, ese póster y muchos más, avivan momentos como cuando John, masticando chicle, cantaba All You Need is Love en la primera transmisión mundial televisiva; también llegan frases, contenidas en sus canciones y corearlas –gritarlas– de tan vigentes. “Todo lo que decimos, denle una oportunidad a la paz; Imagina a toda la gente / viviendo la vida en paz / Puedes decir que soy un soñador / pero no soy el único”. Al otro día, 9 de diciembre, una estación de radio (¿Internet? no existía ni en sueños) convocó a apagar la luz de casa, del auto a las 11 de la noche como postrer homenaje a John Winston Lennon. Nosotros lo hicimos.
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