Edith lleva semanas «cazando» unas libras de malanga y dos perniles de puerco. Este fin de año, su casa del barrio de Los Olivos, en Sancti Spíritus, se ha convertido en una base de operaciones. El presupuesto: 100 dólares que le envió su hermano hace meses desde EE UU. Su objetivo: cambiarlos con suma discreción y fuera del vecindario, donde no escasean los militares y cuadros del gobierno provincial.
Al otro lado de la ciudad, en el humilde barrio de Jesús María, Carlos lleva todo el año reuniendo billetes para comprar una olla reina. Antes de adquirir el preciado artefacto, tiene que conseguir los dólares, acudir al banco y presenciar su transformación –dolorosa después de «soltar los verdes»– en moneda libremente convertible (MLC), una divisa inventada por el régimen cubano.
Gracias a las redes sociales, Edith encuentra en Carlos al candidato perfecto para su transacción. Se reúnen en la casa de ella. Con un poco de vergüenza, Carlos deposita en el sofá un gastado maletín negro que Edith examina con recelo. Abierto el zíper, aparece el contenido: 26.000 pesos, en gruesos fajos de billetes de 50 con el rostro, repetido 520 veces, de Calixto García.
- CHECALO -
A su vez, Edith entrega a Carlos el delgado billete de 100 dólares, con un solitario Benjamín Franklin impreso en verde. En la sala donde ocurre el intercambio el televisor está puesto a todo volumen –el viejo truco contra los chismosos del barrio– con el discurso de Navidad de la primera secretaria del Partido Comunista espirituano.
«Todos unidos podremos avanzar hacia un año superior, donde los sueños, las realizaciones y las aspiraciones de Sancti Spíritus en marcha consolidarán la unidad de nuestro pueblo y, de seguro, nos llevarán a alcanzar nuevas victorias por difíciles que sean las circunstancias», asegura la dirigente desde su despacho climatizado, amparada por el cuadro de un Fidel Castro ya senil.
«Pero la resistencia de nuestro pueblo, su creatividad, el esfuerzo del día a día han hecho que no renunciemos a nuestros sueños», prosigue, pero Edith apaga el aparato y despide a Carlos, que sale a toda máquina hacia el banco, y de ahí a la tienda en MLC donde –confía– todavía espera su codiciada olla reina.
Antes de buscar las malangas y la carne, Edith recoge del sofá los 26.000 pesos y coloca los fajos en una pesa. ¿Cuánto pesa un fino billete de 100 dólares en pesos? La respuesta –alucinante– está en la pantalla del dispositivo: 1,05 libras de papel cubano.
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