El balance de la bancarización, cuatro meses después de su implementación, no es optimista: las mipymes son cada vez más desconfiadas con las vías electrónicas de pago y «retienen el efectivo», la escasez de billetes sigue en su punto y los bancos de la Isla sufren una estampida creciente de su personal. Son algunas de las conclusiones que se desprenden de la comparecencia este jueves en el programa televisivo Mesa Redonda de las mentes detrás de este proceso.
«Cada día se nos van más cajeros», lamentó el ministro presidente del Banco Central de Cuba (BCC), Joaquín Alonso Vázquez. Sin atribuirlo a la emigración –fuera de la Isla o hacia otros empleos–, el dirigente explicó que la carencia de trabajadores era un golpe duro para la bancarización, porque afecta el punto clave para la circulación y el control del dinero.
De nada sirvió, dijo Alonso, subir los salarios de los empleados, a quienes también se les pagaba «por buenos resultados».
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Escoltado por el director general de Sistemas de Pago del BCC, Julio Pérez Álvarez, y por su vicepresidente, Alberto Quiñones, Alonso centró su intervención en celebrar que Cuba haya «avanzado hacia la bancarización» a pesar de que no tuvo «fuertes inversiones en equipamiento tecnológico» ni cuenta con suficientes «terminales de puntos de venta». Condenados a trabajar con equipos viejos –»porque se nos obstaculiza el acceso a nuevas tecnologías», remachó, aludiendo al embargo de EE UU–, al BCC le quedó un único recurso disponible: «la innovación».
El funcionario aseguró que «todos los actores de la economía ya cuentan con pleno acceso a los servicios bancarios» –»elemento que nos diferencia de otras naciones», se enorgulleció–, pero las mipymes siguen teniendo múltiples reservas y prefieren gestionar sus operaciones en efectivo.
Cuba no tiene más remedio que la bancarización, se sinceró Alonso, porque fabricar papel moneda es un proceso caro y Cuba no tiene los recursos para esto. «Usar los billetes significa importar el papel, las tintas, mantener el equipamiento; luego de su emisión hay que transportarlos, distribuirlos, contarlos; y con alrededor de 10 vueltas en la economía se deterioran, entonces hay que destruir los billetes y volverlos a producir. Es un costo permanente en todas las operaciones bancarias, y lleva detrás gran fuerza de trabajo, equipamiento y consumo energético», explicó.
Con el crecimiento del sector privado, hay cada vez más circulación monetaria, y «más actores económicos implican mayor número de personas para ir al banco a depositar y extraer efectivo»
Además, con el crecimiento del sector privado, hay cada vez más circulación monetaria, y «más actores económicos implican mayor número de personas para ir al banco a depositar y extraer efectivo».
El BCC nota, también, una «distorsión» importante: con la inflación, los privados van aumentando los salarios de sus trabajadores –y por tanto exigiendo más efectivo–, mientras que el sector estatal sigue pagando lo mismo, advirtió, incluyendo a los propios empleados bancarios. Esta situación, ya grave en La Habana, precipita la renuncia de trabajadores, para quienes resulta insuficiente la exigua «potenciación salarial» que puede permitirse el BCC.
Los números, alegó el directivo, le dan cierta esperanza sobre el futuro de la bancarización. Desde la pandemia, las transacciones electrónicas tendieron a aumentar naturalmente en Cuba. Sin embargo, en 2023 –cuando la inflación se descontroló– los cubanos «retrocedieron» en el uso de plataformas electrónicas un 78%. Esa caída obligó al BCC a actuar, de ahí que lanzaran una «aceleración» de la medida en agosto.
No obstante, «sigue creciendo el efectivo que se queda fuera del banco, y es un fenómeno dañino para la economía, porque incide en el crecimiento de los precios», dijo Alonso. Criticó a las mipymes que retienen efectivo «no siempre por necesidades lícitas», sino que lo usan para la compraventa de divisas, «que el Estado no puede ofrecer».
Sin efectivo en los bancos, advirtió Alonso, tampoco habrá préstamos para «apalancar» al sector privado. Lo mejor, dijo, «depositar el dinero en las cuentas» y confiar en que el BCC no vigila a nadie y tiene como «principio inalienable» no violar el «secreto bancario».
Los privados deben ver en el banco su «principal aliado», pidió Julio Pérez Álvarez, aunque su colega, Quiñones, reconoció que el propio BCC es responsable de varias deficiencias. Falló, según el vicepresidente, «la sensibilización, la comunicación, el acercamiento a los clientes, entidades, organismos». En muchas sucursales, los empleados no supieron explicar bien el proceso y complicaron las operaciones.
Hasta ahora, la bancarización solo funciona de manera aceptable en La Habana, Matanzas, Villa Clara, Holguín y Santiago. En las demás provincias –y en el campo– sigue siendo una asignatura pendiente. Para dar una pincelada de la situación, el oficialista Escambray entrevistó a 765 lectores de Sancti Spíritus. A la pregunta de si las mipymes «han aceptado» la bancarización, solo el 7% respondió afirmativamente, el 35% respondió que no, y el 59% admitió que algunos negocios sí, pero la mayoría no.
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