En nuestro país, en diciembre del 2014 la Ley General de Protección de niñas, niños y adolescentes reconoció el Acogimiento Familiar como la manera más efectiva de garantizar el bienestar.
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Misael Roldán
Han pasado dos meses desde que Ana María Huitzil de 54 años y Pedro Cruz de 55, comparten su hogar, sus emociones y su vida con un adolescente que hasta hace poco vivía en una casa hogar a cargo del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, DIF.
- CHECALO -
Gracias a un programa de acogimiento familiar, este joven ahora tiene su propia recámara, puede mover los muebles a su gusto, y eligió donde acomodar la televisión para ver mejor las series de ánime que tanto disfruta.
Salir al cine con sus amigos, jugar basquetbol en el parque de su colonia y cursar tercer año de secundaria fuera de una casa hogar son solo algunas de las actividades que este joven disfruta ahora que vive con la familia Cruz Huitzil, su familia temporal.
Dulce María Mejía, Directora General de Representación Jurídica de niñas, niños y adolescentes del DIF Nacional, explica lo que es el Programa Nacional de Familias de Acogida.
“El acogimiento familiar está considerado por la Ley General de los Derechos de niñas, niños y adolescentes, como un cuidado alternativo. Pero este cuidado alternativo, lo que hay que dejar muy claro, es la restitución del derecho a vivir en familia de niñas, niños y adolescentes. Asi entendemos el acogimiento familiar.
Y, es la restitución de forma temporal. ¿Por qué temporal? Porque eso es lo que lo diferencia de algún otro cuidado permanente, como por ejemplo, la adopción.
Este es un cuidado alternativo temporal para que una niña, niño o adolescente restituya su derecho a vivir en familia”.
Una alternativa “nueva” en México
En México este modelo de cuidado alternativo es reciente en comparación con otros países de Latinoamérica como Chile, que desde 2005 cuenta con su propio programa de familias temporales.
En nuestro país, en diciembre del 2014 la Ley General de Protección de niñas, niños y adolescentes reconoció el Acogimiento Familiar como la manera más efectiva de garantizar el bienestar y el sano desarrollo de aquellos menores que por alguna razón viven separados de su familia de origen.
Matilde Luna, Directora de la Red Latinoamericana de Acogimiento Familiar, RELAF, cuenta lo importante que es para un menor de edad vivir en compañía de una familia.
“Un CAS está muy bien preparado para algunos niños, bajo ciertas circunstancias. Puede ser necesario que estén por un tiempo corto en una residencia. Pero hay otros que vienen muy dañados, que no están en condición de vivir en una familia.
O que tienen que pasar un tiempo como en una suerte de recuperación, para luego ir a una familia. O chicos que tienen alguna problemática de salud que tienen que estar en algún tipo de residencia. Supón que para algunos niños puede ser (una alternativa).
Lo que no puede ser (un CAS), es un lugar de vida. Los chicos no pueden decir “yo me crié en un CAS”, eso no puede pasar. Porque eso no construye identidad para un niño.
Las personas construimos una identidad saludable en familia, y una persona que no tuvo familia, y que su identidad se construyó junto a otros cincuenta o cien o veinte chicos en un CAS, no puede construir una identidad saludable.
Puede ser un lugar por un tiempo, le puede salvar la vida a un niño o niña, sí, pero no puede ser un lugar para que vivan eternamente los chicos”.
El primer modelo de Programa Nacional de Familias de Acogida en México, del cual el DIF se encarga de coordinar, se estableció apenas en 2019.
Este proyecto está pensado para mejorar la calidad vida de menores que viven en orfanatos, casas hogar o en los Centros de Asistencia Social del DIF, mejor conocidos como CAS. Así lo detalla Dulce Mejía, quien también trabaja para la Procuraduría Federal de protección de niñas, niños y adolescentes.
“La familia de acogida le da una estructura diferente al CAS. En los CAS hay muy buena atención, los del Sistema Nacional DIF cuentan con absolutamente todos los servicios, pero sí es muy diferente a vivir en una familia. En un entorno, sobre todo, lleno de cariño, de cuidado de acuerdo a sus circunstancias.
En los CAS no tenemos cuidadores, o no hay cuidadores en todo el país, que pueda dedicarse de forma exclusiva a una niña, niño o adolescente. ¿Qué sucede con una familia de acogida? Que sí pueden hacerlo, y que además le enseñan una dinámica familiar”.
Una nueva oportunidad
La familia Cruz Huitzil, conformada por Ana y Pedro, vive junta desde hace 37 años en la Ciudad de Puebla, y en dos años ya han recibido a dos menores de edad en su hogar.
El primero fue Aldo, nombre ficticio, quien llegó cuando aún era un adolescente y viajaba solo hacia Estados Unidos, al igual que en 2022 lo hicieron más de 13 mil menores, según el Instituto Nacional de Migración.
Su camino se vio pausado cuando llegó la familia conformada por Ana y Pedro. Sin embargo, cuando Aldo cumplió la mayoría de edad, continuó su camino solo rumbo a la nación del norte.
“Nosotros nos enteramos a través de la Fundación Juconi, de primera mano. Ellos hicieron una publicidad aqui en Puebla a través de la radio, buscando familias de acogida para niños migrantes, como dice mi esposo.
Nosotros nos animamos porque queríamos ayudar a una persona a sobresalir, en este caso a los niños. En común nosotros no tenemos hijos, entonces nuestra manera de ayudar a los niños fue en ese sentido.
Sacar adelante a un niño que a lo mejor no tuviera los recursos. Primeramente fue esa la intención, sin embargo, al escuchar que eran niños migrantes que no venían con familia, que no venían acompañados, nos aninamos a ayudar en ese sentido.
El primer chico que tuvimos, venía con la idea de estar con su familia allá en Estados Unidos. Fue un chico que ya iba a cumplir los 18 años. En este caso él decidió integrarse al mundo laboral.
Entonces se le dio estudio, se le dio lo poco que nosotros pudimos darle, y lo que él quiso recibir. Aquí en Puebla cumplió los 80 años, entonces ya era cuestión de lo que él decidiera”.
A pesar de la separación, Ana y Pedro no se arrepienten pues fueron preparados psicológicamente para cuando llegara el proceso de desapego. De hecho, hoy viven su segunda experiencia como familia de acogida.
En el par de meses que este adolescente mexicano se ha integrado a la familia Cruz, ellos ya saben cual es su comida favorita, e incluso el chico ya tiene nuevos amigos de la escuela, con los que sale a divertirse.
“El mole poblano. Desde que lo probó dijo “ay, me gusta el molito, deme más”. Y luego dijo “¿Hoy no hay mole? Hágame enchiladas (de mole). Lo único que no come es pescado, porque es alérgico al pescado.
Entonces como ingresó a tercer año de secundaria, los chicos de su grupo ya se conocían, para ellos era un nuevo integrante en su grupo. Incluso apenas fue al cine con ellos a ver una película que salió de un muñeco, de no sé qué cosa me pidió permiso.
Y le pregunto, “¿a qué hora empieza la película? ¿a qué hora acaba?” Para yo estar pendiente. Incluso uno de sus compañeros me dijo, “si quiere yo lo vengo a dejar”.
Reencuentros inesperados
Pero no todas las experiencias de separaciòn son iguales. Dulce Mejía recuerda un caso de éxito con una adolescente migrante beneficiada con este Programa del DIF, y ahora tiene intenciones de regresar a México, precisamente con su Familia de Acogida.
“Una de las experiencias qué me han llenado más el corazón, es la de una adolescente que fue reunificada con su madre. Y que después ella dijo “yo me quiero regresar a México a estudiar una maestría”.
Era una adolescente en contexto de movilidad humana, y que justo le respondía su mamá “¿Cómo te vas a regresar a México si yo no me puedo ir para allá? Además, ¿quién te va a cuidar? y que ella le contestó:
“Pues en México está mi familia de acogida y ellos por supuesto que están listos para recibirme cuando yo quiera regresar a México”. Y entonces esto te llena de satisfacción porqué dices ¡qué bueno! que una niña que no llegó acompañada a nuestro país, y que luego se fue reunificada con su madre. A mí me me parece maravilloso que tenga esta perspectiva”.
De acuerdo con Unicef, los menores de edad que transitan solos por México corren el riesgo de sufrir hambre y frío en su trayecto; de padecer enfermedades; carecer de servicios de salud. También son más susceptibles a que la población los explote.
Es precisamente con esa oficina de las Naciones Unidas que el DIF y Relaf trabajan en conjunto para mejorar constantemente el Programa Nacional de Familias de Acogida.
Dulce Mejia explica cómo se ha actualizado este programa y los requisitos para las familias interesadas en participar, con el fin de impulsarlo y humanizarlo.
“Los requisitos, la verdad, son muy sencillos. Lo que les pedimos son la constancia de que acudieron a un curso de inducción, incluso desde la pandemia y hasta la fecha, esos cursos de inducción los tenemos en línea.
Es decir, son muy accesibles, son por Zoom. Tenemos tres sesiones, en las cuales, lo primero que hacemos es hablarles de cuáles son las características de los niños institucionalizados; de trabajar el tema del apego, que van a tener con las niñas, niños y adolescentes que ingresan a este programa.
Primero es este curso inducción y después son requisitos personales como la identificación oficial, actas de nacimiento, si tienen hijos también las actas de nacimiento de sus hijos, el comprobante de ingresos.
Sobre todo, hay que quitarnos el mito, porque también hemos escuchado que hay quien cree que solamente puede ser una familia acogida si tiene muchos recursos económicos.
Esto no es cierto, la Ley (General de niñas, niños y adolescentes) solamente dice que sí debe tener los ingresos necesarios para cubrir las necesidades de esa niña, niño o adolescente”. Incluso también se realizan estas visitas en materia de Trabajo Social, para visualizar cuál es el entorno de esta niña, niño o adolescente, revisar que sea seguro”.
Un gran alternativa, pero hay mucho por mejorar
Asimismo, Mejía destaca al acogimiento familiar como una alternativa de cuidado temporal, sobre todo para los adolescentes, que son el grupo de menores con más rezago en otros modelos de cuidado permanente como la adopción.
Para la directora de RELAF, todavía hay áreas de oportunidad para mejorar este programa en nuestro país, pues el gobierno y la sociedad mexicana pueden colaborar más desde sus trincheras.
“Si la sociedad entendiera tendríamos más familias de acogida. Nos hacen falta más familias de acogida. Y por el lado de los que tienen que organizar la política pública, que haya decisiones de proveer de presupuesto, de profesionales capacitados, de movilizar recursos para que haya una respuesta positiva.
Tanto profesionales que salgan a buscar familias, que las capaciten, que las ayuden. Porque no se trata de ayudar a un niño y dejarlo ahí. No, también hay que ayudar a la familia”.
Para Pedro y Ana, el Programa Nacional de Familias de Acogida les da a niñas, niños y adolescentes una nueva oportunidad de salir adelante. Hasta ahora, 440 familias se han sumado a esta iniciativa y 225 infancias han sido beneficiadas.
“Platicando con algunas personas, luego dicen “No, pero cómo vas a dejar entrar a un desconocido a tu casa”. Pues a lo mejor en un principio es un desconocido, pero tú les estás abriendo las puertas de tu casa con la mejor intención, que solamente es ayudarlos, apoyarlos. Y (quiero) decirle a la gente: Dense la oportunidad de conocer. A lo mejor ustedes tienen esa opción de ayudar a alguien”.
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