Existen dos tipos de personas. Las que saltan de la cama en cuanto suena el despertador y las que posponen la alarma una y otra vez, esperando arañar al menos unos minutos más al sueño. Durante años hemos escuchado que esto último no es bueno, ya que se empieza un ciclo nuevo, pero no llega a terminarse. Por eso, estaremos, al menos, más cansados. Sin embargo, un nuevo estudio, realizado por científicos de la Universidad de Estocolmo, contradice por primera vez esta hipótesis.
Sus autores realizaron dos experimentos, dirigidos a conocer los hábitos a la hora de despertar de un grupo de voluntarios. En el primero participaron 1.732 personas adultas, de las cuales el 69% reconoció posponer la alarma al menos de vez en cuando. Cabría esperar que todos estos se sintiesen mucho más cansados durante el día o incluso que experimentasen irritabilidad, ansiedad y otros síntomas asociados a la detención de los ritmos circadianos.
Pero no fue así. De hecho, tanto en este experimento, como en el segundo, en el que participaron 31 personas, se describieron algunos beneficios asociados a posponer la alarma. Esto puede ser algo muy personal. Por eso, la conclusión de los autores de la investigación es que, si crees que esos minutitos más en realidad te ayudan, quizás no tengas que dejar de hacerlo. Incluso deberías seguir haciéndolo.
Posponer la alarma no parece algo tan malo
En ese 69% de posponedores de la alarma que encontró el estudio, la media de tiempo extra que pasaban en la cama era de 22 minutos. Aunque estos iban de 1 a 180 minutos. La mayoría eran más jóvenes que los que no solían posponer la alarma y tendían a tener más hábitos nocturnos. Por lo tanto, se obtuvo una radiografía aproximada del individuo típico que prefiere dejar que el despertador suene unas cuantas veces más.
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En el segundo experimento, en cambio, quisieron ir más allá y comprobar si posponer la alarma estaba siendo perjudicial para quienes lo hacen. Por eso, en primer lugar se realizó una serie de test cognitivos, dirigidos a comprobar si la interrupción de los ciclos circadianos estaba afectando en este sentido a los participantes.
Pero no fue así. De hecho, se vio que los que solían posponer la alarma obtuvieron resultados iguales o incluso mejores que los de aquellos que saltaban de la cama con el despertador.
Además, se les hicieron pruebas dirigidas analizar su estado de ánimo y comprobar si había un incremento en las hormonas del estrés. Ambos resultados fueron contradictorios con las hipótesis predominantes sobre posponer la alarma: ni más estrés, ni peor estado de ánimo.
Entonces, ¿todo era mentira?
Cabe destacar que en el primer experimento sí se detectó algo de somnolencia y que el segundo se llevó a cabo con muy pocos participantes. Por lo tanto, sería conveniente seguir investigando antes de llegar a conclusiones contundentes sobre los efectos de posponer la alarma.
De cualquier modo, estos científicos creen que aquellas personas que no se sientan cansadas ni aletargadas por posponer la alarma no tendrían que dejar de hacerlo.
Eso sí, los resultados del segundo experimento solo se obtuvieron con participantes que posponían la alarma media hora. Esto es importante, pues es justo el tiempo máximo que se recomienda a la hora de echar una siesta durante la tarde. Si se alarga más el sueño, se puede caer en fases más profundas del mismo, de manera que una interrupción sí que afectaría a los ciclos circadianos y produciría esos efectos tan indeseados.
Por lo tanto, si eres de posponer la alarma, al menos con base en este estudio, no pasa nada porque sigas haciéndolo. Pero solo media hora. Después, el intento de alargar el descanso se puede volver en tu contra.
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