El ministro de Agricultura, Ydael Jesús Pérez Brito, dio este jueves un nuevo recital de pensamiento mágico en la televisión nacional, donde insistió en el poder de los cubanos para conseguir imposibles sin ofrecer una sola propuesta. «Nosotros mismos tenemos que ser capaces de producir y satisfacer las demandas de alimentación. Lo podemos lograr, está demostrado que así es, incluso con menos insumos. Es verdad que tenemos menos químicos, pero a la vez tenemos productos más sanos».
Quizá para ese momento, justo al final de la Mesa Redonda, los espectadores ya se hubieran preguntado demasiadas veces dónde estaban esos productos sanos, ya que el primer tercio de su intervención lo dedicó el ministro a arrollar con unos datos que sorprenderían si no fuera porque los cubanos saben lo que no hay en sus platos.
En 2022, dijo Pérez Brito, la cantidad se redujo a 16.500 toneladas, casi un 92% menos que cinco años atrás
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En 2017 se produjeron 199.700 toneladas de carne de cerdo. No es que entonces fuera fácil (y barato) encontrarlo, pero a estas alturas se puede considerar una época de bonanza. En 2022, dijo Pérez Brito, la cantidad se redujo a 16.500 toneladas, casi un 92% menos que cinco años atrás. Detrás de ese pobre dato está, se adujo, el desplome del alimento (del que solo se entrega el 14%), que a su vez supuso la caída de la masa reproductora, desde los 96.200 en 2018 a 35.892 el pasado año.
El ministro afirmó que se trabaja para recuperar el pienso, pero, sin ir más lejos, la gran fábrica que empezó a construirse en Santiago de Cuba hace seis años sigue sin tener fecha de arranque y la entrega de tierras para producir alimento porcino aún marcha lentamente y de las 50.430 hectáreas requeridas se han dado 31.507.
Perez Brito también se refirió al huevo, un producto que lleva semanas en boca del oficialismo después de años de denuncias de la población y la prensa independiente. En este caso, la pérdida ha sido notable en menos de tres años, pues de 5 millones de huevos diarios en 2020 se pasó a 2,2 millones, fruto de lo cual la cantidad entregada en la canasta –si se entregan– asciende a cinco unidades.
Las causas también se han explicado, las gallinas están envejecidas y tienen estrés; las que hay. Porque desde los buenos tiempos que citó el ministro –sin dar fecha– en que había ocho millones, se ha pasado a 2,9 millones de ponedoras de las que el funcionario solo pudo destacar que son de «muy buena raza».
Otro de los alimentos que escasean y, en consecuencia, se encarecen: el café. Un producto característico de la Isla y cuyas mejores variedades se exportan en calidad gourmet, vive momentos más que bajos. Para final de año se calcula que se habrán obtenido unas 9.000 toneladas del grano, tan solo el 38% de la demanda, que está en las 24.000 toneladas. Con semejante escenario, el ministro se lanzó a pronosticar que en 2030 se prevé alcanzar las 30.000 toneladas a través de una optimista «innovación tecnológica».
Los datos del arroz y el frijol también fueron desoladores, más aún teniendo en cuenta su importancia en la dieta cubana y el aporte calórico que podría dar frente a la ínfima cantidad de proteína animal disponible
Los datos del arroz y el frijol también fueron desoladores, más aún teniendo en cuenta su importancia en la dieta cubana y el aporte calórico que podría dar frente a la ínfima cantidad de proteína animal disponible. El arroz cayó un 10% y cada vez es más caro importarlo –»hay que sumar a las familias con prácticas de siembras populares», animó el ministro»– el frijol cae un 9% respecto a 2016, su mejor año, aunque se pudo cubrir la canasta básica, y de maíz, que exhibe la peor situación, se produjo un 30% menos que hace siete años. Para ese apartado, Pérez Brito propuso aumentar el área bajo riego para el cultivo de granos, diversificar la semilla y promover inversiones extranjeras y proyectos de cooperación, además de los «encadenamientos productivos» con los privados.
Todas estas malas noticias, el ministro las atribuyó, como se esperaba, a la inflación internacional, la pandemia, las guerras y el embargo. En palabras del economista cubano Pedro Monreal: «¿La autocrítica? Muy bien, gracias…».
Pérez Brito también lamentó que la población vive en las ciudades y no en el campo, donde reside solo un 15% de cubanos. La explicación, por sí sola, sonó pobre: son apenas un 5% menos que en EE UU o un 0,9% menos que en España. Los últimos sospechosos habituales fueron el combustible, del que se pudo adquirir el 40% de las necesidades, y la falta de financiación para materias primas, concretó.
La segunda mitad de la intervención la dedicó Pérez Brito a una suerte de coaching para agricultores. Les pidió involucrarse más, fomentar la producción local, «perfeccionarse», y unirse y cooperar entre el sector público y el privado. A los funcionarios del área les instó a hacer cambios en la gestión, estimular al guajiro, darle créditos y cambiar la mentalidad.
«Solo alcanzaremos la soberanía y la seguridad alimentaria si avanzamos en la capacidad de la nación para producir alimentos de forma sostenible y dar acceso a toda la población a una alimentación suficiente, diversa, balanceada, nutritiva, inocua y saludable, reduciendo la dependencia de medios e insumos externos, con respeto a la diversidad cultural y responsabilidad ambiental», espetó, dejando probablemente perplejos a los espectadores que de la falta de comida entienden todos.
«Ha habido una década perdida» – exponía Pedro Monreal pocos minutos antes de comenzar el programa–. «Con la excepción de la categoría viandas, la producción de siete importantes alimentos fue inferior en 2022 al nivel registrado hace diez años. La crisis comenzó antes de la pandemia y la política agropecuaria ha sido incapaz de resolverla», avanzaba.
Al cierre de la Mesa Redonda, el experto lamentaba la inutilidad de las explicaciones. «Tres comentarios: a) como si nunca se hubieran implementado las ’63 medidas’, b) rara noción de que ‘el plan es la demanda’, y c) utopía localista de la optimización de la oferta alimentaria».
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