Orizaba. Ver. – Quién no ha escuchado ese peculiar silbido que los identifica como únicos en su especialidad, y hasta se sacude el cuerpo para desamarrarse de las malas vibras o la mala suerte.
Si, no es el cilindrero; es el afilador, de tijeras, cuchillos, machetes, hachas y de toda clase de arma o utensilio punzo cortante.
¡Ah¡ ¿Ya ve como si lo conoce? Porque todos en algún momento de nuestras vidas le damos a este personaje de la vida real, algún artículo para reparar y renovarle el filo para que pueda facilitarnos la tarea en el hogar o el trabajo.
Pues bien, un afilador muy conocido en las unidades Potrerillo 1, 2 y 3, además de Potrerillo Pueblo, Moyoapan y otras comunidades zoquitecas, es don Alberto Sánchez Ramírez, quien tiene 68 años, de los cuales 40 ha vivido de este gran oficio.
- CHECALO -
“Antes era músico, pero ya no me permitieron subirme a los autobuses a tocar para ganarme unos pesos, y desde ahí me dedique a afilar navajas, cuchillos o machetes”, expresa nuestro entrevistado, quien vive en el municipio de Acultzingo.
“De allá salgo a las 7 de la mañana, me vengó en un autobús y empiezo a caminar con mi carrito (una bicicleta adaptada para el afilado de las herramientas) en calles de la colonia Rafael Alvarado y de ahí me voy para Potrerillo”, explica.
A diario, don Alberto recorre más de 10 kilómetros jalando su herramienta de trabajo, la cual arregló porque dice: “Ya estaba bien fea, oxidada y vieja, pero yo la pinte y arregle para trabajar”, precisa y abunda: “ya me acostumbré, imagínese”.
Nuestro entrevistado dice que al inició es como todo, le costó mucho trabajo, pero al paso del tiempo se fue haciendo conocido y ahora de goza de clientela, aunque a veces no gana mucho.
“Unas tijeras de pasto, cobró 50 pesos por afilarlas, un hacha o un machete igual, pero por un cuchillo son 20 o 25 pesos, al igual que unas tijeras de tela…ahí va cayendo pal día”, termina.
“Le paró como a las 3 o 4 de la tarde, a donde me agarre la hora buscó con quien dejar mi afilador y me lo guarde para que al día siguiente reinicie actividades”, dice don Alberto, quien ha librado dos o tres intento de asalto.
“En una ocasión, en Atzacan, unos tipos me dijeron, oye danos lo que llevas, y que les digo sin vengan por ello, ya cuando el que parecía el cabecilla estaba cerca de mí, le di con un palo y hasta allá fue a dar…ya no volví a pararme por ahí, me dijeron que eran malillas”, cuenta su anécdota.
Así que, si en alguna ocasión llega a escuchar el silbido de un afilador, acuérdese que puede ser don Alberto y anda en busca de ganarse el sustento de cada día.
Si puede ayúdelo, porque en días de lluvia no puede trabajar, es cuando echa mano a sus pocos ahorros, los cuales repone cuando nuevamente sale a trabajar.
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