Joel Suárez Orozco trabajó durante todo 2020 en la misión cubana de Naciones Unidas, ubicada en la tercera planta de su sede, al sur de Manhattan (Nueva York). Este martes, el joven diplomático cubano estaba en la puerta del mismo lugar, pero esta vez para protestar contra el régimen coincidiendo con la visita de Miguel Díaz-Canel para participar en la Asamblea General.
«Mientras uno está en Cuba no puede saber lo que es la libertad (…) y este país (EE UU) me dio eso, me dio la posibilidad de mirar por encima del muro y decir: ‘Me han mentido toda la vida'», contó Suárez al periodista Mario Vallejo, presente para dar cobertura a las manifestaciones convocadas por cubanos exiliados ante la sede de la ONU.
El diplomático explica en una entrevista de unos diez minutos cómo acabó ejerciendo como tercer secretario en la Misión Permanente de Cuba ante Naciones Unidas tras graduarse en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana. Suárez se especializó en el área de medioambiente y cambio climático, lo que le llevó a conseguir una beca en la ONU de la Alianza de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo.
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«Tuve la suerte de que mi trabajo fuera en materia de cambio climático y desarrollo sostenible, y no tuve que hablar nunca de derechos humanos»
Así, la delegación cubana lo incluyó en su misión, de manera que compaginaba sus estudios con el empleo. «Tuve la suerte de que mi trabajo fuera en materia de cambio climático y desarrollo sostenible, y no tuve que hablar nunca de derechos humanos», expone, aunque reconoce sentir «cargo de conciencia» por haber representado al régimen.
Las cosas se torcieron después. Suárez, según cuenta, logró oportunidades para ir a distintas universidades de Europa en las que continuar ampliando, como deseaba, sus estudios. Pero el Gobierno cubano se lo negó. «Yo les dije, en los mejores términos: ‘Mira, no quiero seguir trabajando acá’. Y ahí vinieron interrogatorios en Villa Marista –estuve preso después de un intento de salida ilegal– el asedio constante, impedimentos para trabajar, asesinatos morales…», añade.
Entre las cosas que recuerda con mayor dolor está su paso por una cárcel cubana, tras la delación de un ciudadano de Cunaguá (Camagüey). «Ahí supe lo que era una cárcel en Cuba. Hay que vivirlo, hay que experimentarlo para saber lo que es la represión, el abuso, la falta de derecho, la falta de libertad, la falta de dignidad que viven los presos políticos», detalla Suárez.
Según su testimonio, las celdas son habitaciones herméticamente cerradas sin iluminación, sin ventanas y sin puertas, y los funcionarios deciden quién puede caminar en círculos o tomar algo de sol. «La comida es desagradable, las libertades son nulas, estás a expensas de que un instructor te atienda cuando quiere, el tiempo que quiera… Es desesperante, juegan con la desesperación del pueblo cubano para chantajearlo», agrega.
Aunque en la corta entrevista no explica cómo salió de la cárcel, sí especifica que su marcha definitiva de Cuba fue por mar. «Me pasé seis meses escondido en bosques y manglares, porque estos tipos no querían permitirme a mí estudiar», lamenta.
«Hay mucha gente que trabaja para la contrainteligencia, sobre todo controlando los movimientos de los diplomáticos y metiéndose en las vidas privadas de todo el mundo»
Suárez también ha contado las condiciones en que trabajan los diplomáticos cubanos, a los que pagan entre 200 y 300 dólares al mes, afirma, y con los que resulta imposible vivir en Nueva York, una de las ciudades más caras del mundo. «Eso es ya una forma de coacción, de limitar las libertades de movimiento, de limitar las posibilidades de las personas de tener una vida. (…) la mayoría viven acá, en el edificio este, y hay que inventar maneras creativas para resolver esos problemas económicos», explica.
Preguntado por Vallejo sobre si el edificio alberga una misión de agentes de espionaje, Suárez no confirma ni desmiente. «Hay mucha gente que trabaja para la contrainteligencia, sobre todo controlando los movimientos de los diplomáticos y metiéndose en las vidas privadas de todo el mundo. (…) A mí no me consta que haya inteligencia trabajando ahí, aunque seguramente la tiene que haber, porque ellos no tienen una compartimentación», esgrime.
Por último, Suárez ha lanzado un dardo a los cubanoamericanos que buscan hacer negocios en Cuba, a quienes acusa de beneficiarse a pesar del sufrimiento del pueblo cubano. «No hay nada que pueda ocurrir en Cuba, ninguna oportunidad de negocio, que no pase por su aprobación, y quien quiera lucrarse tiene que pasar por la aprobación de esta gente, y, dicho sea de paso, lucrarse con el dolor humano y el padecimiento del pueblo cubano», argumenta.
La protesta contra la presencia de Díaz-Canel ante la sede la ONU ha discurrido con tensión, al producirse enfrentamientos entre los exiliados cubanos y un grupo de miembros de la organización procastrista The People´s Forum. La Policía de Nueva York ha tenido que intervenir formando un cordón para separar a las dos partes y evitar disputas mayores.
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— 14ymedio (@14ymedio) September 19, 2023
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